Él VIVIRÁ CON NOSOTROS…

Life Lessons

Él va a vivir con nosotros…

Al sonar el timbre, el sonido chirriante anunció que alguien había llegado. Luz tiró el delantal, se secó las manos y se dirigió a abrir la puerta. En el umbral estaban su hija y su novio. La mujer los dejó entrar al piso.

¡Hola, mamá! le dio un beso a Luz en la mejilla. Te presento a Víctor, va a vivir con nosotras.

Buenas saludó Víctor con una sonrisa.

Y ella es mi madre, tía Luz añadió la hija.

Luz María, corregió ella a su hija.

Mamá, ¿qué hay de cenar?

Puré de guisantes y salchichas.

Yo no como puré de guisantes replicó Víctor, se quitó los zapatos y se encaminó al salón.

¡Anda ya! exclamó la chica con los ojos bien abiertos. Víctor no come guisantes.

Víctor dejó su mochila en el suelo y se sentó en el sofá.

Este es mi cuarto, le dijo Luz.

Víctor, vamos, te enseño dónde vamos a estar gritó Almudena.

A mí me vale aquí, gruñó el chico levantándose.

Mamá, mientras tanto piensa qué le vamos a dar de comer a Víctor.

Pues no sé, sólo nos queda medio paquete de salchichas encogió los hombros Luz.

Con mostaza, ketchup y un poco de pan, nos vale añadió él.

Eso está bien comentó Luz, y se encaminó a la cocina. Antes traía gatitos y cachorros al piso, y ahora había traído a este nuevo inquilino, con la idea de alimentarlo.

Se sirvió un plato de puré, tiró dos salchichas a la sartén, puso un cuenco de ensalada y se puso a cenar con apetito.

Mamá, ¿por qué comes sola? entró Almudena en la cocina.

Porque acabo de volver del curro y me muero de hambre respondió Luz, mascando una salchicha. El que tenga hambre se sirve o se lo prepara. Y, a propósito, tengo una pregunta: ¿por qué Vídeo va a vivir con nosotras?

Pues porque es mi marido.

Luz se quedó boquiabierta.

¿Mi marido?

Así es. Ya eres mayor, puedes decidir casarte o no. Yo, por cierto, tengo diecinueve años.

Ni siquiera me invitaste a la boda.

No hubo boda, sólo nos casamos y ya. Ahora somos marido y mujer, y vamos a vivir juntos dijo Almudena, mirando a su madre con la boca llena.

Pues enhorabuena. ¿Y por qué sin boda?

Si tienes pasta para una boda, compártela con nosotros y la gastaremos en algo.

Ya veo continuó Luz, tragando su plato. ¿Y por qué exactamente en nuestro piso?

Porque el apartamento tiene una sola habitación y cuatro personas pueden vivir allí.

¿No habíais pensado en alquilar?

¿Para qué alquilar si tengo mi habitación disponible? se sorprendió Almudena.

Entiendo.

¿Nos vas a dar algo de comer, entonces?

Almidona, la olla con el puré está al fuego, las salchichas en la sartén. Si se acaba, hay medio paquete más en la nevera. Servíos.

Mamá, tienes un nuevo yerno subrayó Almudena la última palabra.

¿Y qué? ¿Tengo que montar una coreografía de celebración? Vengo del trabajo cansada, dejemos los bailes rituales. Tenéis manos y pies, serviros solos.

¡Exacto! Por eso no estás casada.

Almudena la miró con rencor y se encerró en su habitación, dándole un portazo. Luz terminó de comer, lavó los platos, limpió la mesa y se fue a su habitación a cambiarse. Después tomó su bolso y se dirigió al gimnasio. Mujer independiente, la pasaba unas cuantas noches a la semana entrenando y nadando.

Cerca de las diez volvió a casa. Al buscar su taza de té encontró la cocina hecha un desastre: la tapa de la olla del puré había desaparecido, el puré estaba seco y agrietado, la bandeja de salchichas tirada, el pan duro sin bolsa, la sartén quemada y con el antiadherente rayado por una tenedor. El fregadero estaba lleno de vajilla, y en el suelo había un charco de algo dulce. Olía a cigarrillos.

¡Vaya, esto es nuevo! Almudena nunca se permitía estas cosas.

Luz abrió la puerta del salón. Los jóvenes estaban tomando vino y fumando.

Almudena, limpia la cocina, mañana compras una sartén nueva dijo Luz, y volvió a su habitación sin cerrar la puerta.

Almudena se levantó de golpe y salió persiguiéndola.

¿Y por qué nos toca a nosotras limpiar? ¿Y de dónde saco el dinero para la sartén? No trabajo, estudio. ¿Te importa la vajilla?

Mira, Almudena, aquí están las reglas del piso: comes, limpias; haces un desmadre, limpias; si lo rompes, lo reemplazas. Cada uno se ocupa de su parte. Y la sartén no es barata, está destrozada.

Si no quieres que vivamos aquí replicó la hija.

No, respondió Luz con serenidad.

No tenía ganas de discutir, y nunca antes había tenido problemas con Almudena.

Pero hay mi parte, insistió la chica.

No, el piso es mío, lo compré con mis ahorros. Tú solo estás registrada. No tienes que solucionar mis gastos. Si queréis vivir aquí, respetad las normas concluyó Luz, manteniendo la calma.

Yo siempre he vivido bajo tus normas. Ahora estoy casada y no vas a decirme qué hacer exclamó Almudena, alzando la voz. Además, ya eres mayor, deberías cederme el piso.

Te dejo el pasillo del edificio y un banco en la zona, pero el piso sigue siendo mío. No me preguntaste si te casaste, y si duermes aquí sola o con tu marido, él no va a vivir aquí repuso Luz, firme.

¡Jódete el piso! Víctor, nos vamos gritó Almudena, empezando a empacar.

A los pocos minutos, el nuevo yerno irrumpió en la habitación de Luz.

Mamá, tranquilos y todo saldrá bien dijo, tambaleándose por el alcohol. No nos vamos a olvidar de nada. Si te portas bien, hasta nos vemos de noche.

Yo soy tu madre, se indignó Luz. Tus padres están aquí, así que ponte en marcha y no te olvides de tu esposa.

Te lo prometo el chico levantó el puño y lo metió en la nariz de su suegra.

Luz le agarró con los dedos, apretándolos con uñas pintadas.

¡Suelta, eres una loca!

¡Mamá, qué haces! gritó Almudena, intentando separar a su madre del novio.

Luz empujó a su hija y le dio una patada en la entrepierna a Víctor, después le dio un codazo al cuello.

Voy a denunciarte amenazó él. Te llevaré a los tribunales.

Espera, llamo a la policía para que todo quede constancia respondió Luz.

Los jóvenes se retiraron del piso bien decorado de dos habitaciones.

Ya no eres mi madre gritó Almudena por última vez. Nunca verás a tus nietos.

Qué tragedia comentó Luz con ironía. Al menos podré vivir a mi manera.

Se miró las manos, tenía algunas uñas rotas.

Todo son pérdidas por vosotros refunfuñó Luz.

Después de que se fueron, limpió la cocina, tiró el puré y la sartén maldita, y cambió las cerraduras. Tres meses después, cerca de su trabajo, la encontró su hija. Lucía demacrada, con las mejillas hundidas y un aire triste.

Mamá, ¿qué hay de cenar? preguntó.

No lo sé encogió los hombros Luz. No lo he pensado todavía. ¿Qué te apetece?

Pollo con arroz balbuceó Almudena. Y una ensalada rusa.

Entonces vamos por el pollo contestó la mujer. La ensalada la haces tú.

No volvió a preguntar nada más, y Víctor desapareció de sus vidas para siempre.

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