El espejismo de un príncipe desvanecido…
No era el príncipe de sus sueños…
Lucía conoció a Álvaro cuando este acababa de volver del servicio militar. El chico parecía sacado de las páginas de una revista de moda: alto, atlético, con ojos verdes hipnóticos y el pelo negro y rizado. Junto a él, Lucía parecía sencilla, aunque era guapa: rubia, de figura esbelta y sonrisa dulce. No podía creer su suertede todo su grupo, la había elegido a ella.
¿Qué ve en ti? susurraban sus amigas. Un galán así no se queda soltero mucho tiempo. Te dejará.
Pero Lucía solo sonreíacreía en su amor. Iban al cine, a bailes, salían con amigos. Álvaro no alababa su belleza, pero siempre estaba a su lado, y su tacto la hacía sentir mareada. Cuando lo llevó a casa por primera vez, su madreCarmenfrunció el ceño. Más tarde, a solas, le susurró:
Un hombre guapo es de todas, hija. Rara vez son fieles. Espera antes de casarte, pruébalo. Parece demasiado… de escaparate.
Lucía se enfadó. Confiaba en los sentimientos de Álvaro, no quería escuchar dudas. Pero su madre había plantado una semilla de inquietud en su corazón.
Poco a poco, Álvaro cambió. Primero el gimnasio, luego la natación, luego nuevos amigos. Lucía, para estar cerca de él, también se apuntó a entrenar, pero se sentía torpe entre chicas atractivas y musculosas. Álvaro miraba en su dirección, y ella volvía a casa antes, intentando ocultar sus lágrimas.
Eres débil como un muñeco de trapose rió él una vez, cuando ella se resfrió tras nadar. Mejor quédate en casa con tus libros.
Las palabras la hirieron, recordándole las advertencias de su madre. Sentía que Álvaro se enfriaba. Cada vez más salidas solo, sin llamarla, sin invitarla, como si ya no existiera. Hasta que, de repente, desapareció. Dejó de responder.
¿No te llama?preguntó Carmen.
No…susurró Lucía, volviéndose hacia la pared.
¡Vamos, levántate! ¡Vamos a la peluquería!ordenó Carmen. Un peinado nuevo es el primer paso hacia una vida nueva. Luego te coseremos un vestido, eres hábil.
Compraron tela, Lucía dibujó patrones, intentando olvidar. Los rumores sobre los nuevos amores de Álvaro llegaban a ella, pero resistió. Cuando, semanas después, apareció en el bailecon su vestido nuevo, ligero, radiantetodos volvieron la cabeza. La notaron.
Un chico, Javier, modesto y sin pretensiones, empezó a cuidarla. No era un adonis, pero sus ojos solo miraban a Lucíacon calidez y sinceridad. Un mes después, le pidió matrimonio.
¡Este sí que es un hombre!dijo Carmen. Si se enamora, se casa. ¿Tú qué dices?
Aceptorespondió Lucía en calma.
¿Lo amas?
¿Cómo no? Es bueno, trabajador, fiel. Yo soy todo lo que necesitay solo yo.
La boda fue cálida, llena de alma. Lucía y Javier empezaron de cero: su primer plato, su primera silla. Al año nació la niña, y tres después, el niño. Familia, amor, felicidad.
Ya no pensaba en Álvaro. Solo oía, de vez en cuando, historias de cómo abandonó a su esposa, huyó con una amante y ahora vagaba sin rumbo. Lucía sonreía:
¿Lo nuestro? Solo un capítulo de juventud. Que sea feliz, si puede.
En casa la esperaban sus hijos y su marido. Y su madresabia, buena, la más querida. La que la había salvado del verdadero dolor. Gracias a ella, Lucía encontró su felicidad, tranquila y verdadera.
Madre… quédate siempre cerca. Sin ti, la vida no brilla igual.







