Nora oculta una grabadora en la casa de su suegra para escuchar sus conversaciones

Life Lessons

Lucía escondió un grabador en casa de su suegra para escuchar sus conversas

Jaime y Lucía llevaban dos años casados. Se querían con locura, pero la tensión iba en aumento por la relación de ella con su suegra.

Lucía era dulce y servicial. Siempre se esforzaba por caer bien, especialmente a su nueva familia.

Pero por más que lo intentaba, sentía el hielo y la distancia que emanaban de Carmen Martínez.

La suegra nunca criticaba abiertamente, pero sus miradas penetrantes, tonos cortantes y comentarios sutiles hacían que Lucía se sintiera como una intrusa.

Cada visita a casa de Carmen terminaba con la joven destrozada.

«Jaime, estoy segura de que tu madre no me quiere», confesaba con voz temblorosa.

Su marido suspiraba, cerrando el libro que leía:

«Lucía, ¿otra vez con lo mismo? Es que es reservada. Ya sabes lo difícil que fue criarme sola después de que mi padre falleciera.»

«Lo entiendo, pero ¿por qué siento que me critica a mis espaldas?»

«Son imaginaciones tuyas, cariño»

«¡No! ¡Ya te conté lo que oí cuando hablaba con tu abuela! Dijo que era torpe y que no le caía bien.»

«No sabes si hablaba de ti. Cambiemos de tema. ¿Qué tal si mañana vamos al cine?»

Pero Lucía no se convencía. Sabía que su suegra despreciaba a su familia, aunque nunca lo admitiera.

Después de otra cena incómoda, decidió averiguar la verdad.

En su próxima visita, llevó escondido un grabador.

Aprovechando un descuido, lo ocultó entre los paños de cocina, un aparato que había comprado meses antes para grabar clases en la universidad.

Ayudó a Carmen a preparar la cena como siempre, sin levantar sospechas.

Al volver a casa, se acostó en silencio, guardando el secreto.

Al día siguiente, regresó a casa de su suegra con la excusa de ayudarla y recuperó el grabador.

Lo encontró intacto. Temblando, reprodujo la grabación para Jaime al anochecer:

«Ven a escuchar esto», dijo, sujetando el dispositivo.

«¿Qué es? ¿Un grabador?», preguntó él, confundido.

«Escucha.»

Primero, sonidos cotidianos: agua corriendo, cubiertos, conversaciones triviales.

Luego, la voz áspera de Carmen al teléfono:

«¡No entiendo qué ve mi hijo en ella! ¡Ni siquiera sabe hacer una tortilla decente!», se quejaba. «¿Y su familia? ¡Hasta el té parece agua de fregar platos! Su madre es tan dejada como ella»

Siguieron críticas sobre su aspecto, modales y origen.

Al terminar, Lucía miró a Jaime con los ojos llenos de lágrimas:

«¿Ahora ves que tenía razón?»

Jaime calló, avergonzado. Sabía que su madre se había equivocado, pero le repugnaba el método de su esposa.

«Ella siempre ha sido directa Quizá habló en un momento de enfado.»

«¿Directa?», gritó Lucía. «¿Llamas directo a insultar a mi familia? Si no me defiendes, habrá que replantearse este matrimonio.»

Salió llorando, dejándolo aturdido.

Horas después, llamó a su madre:

«Tienes que pedirle perdón a Lucía.»

«¿Esa víbora me grabó a escondidas?», chilló Carmen. «¡Voy a la policía! ¡Y a su universidad para que la expulsen!»

«¡Madre, basta!», la interrumpió Jaime. «¿Escuchaste lo que dijiste?»

«¡Sí! Y te digo más: ¡esa no vuelve a poner un pie aquí! ¡Y tú, traidor, defendiendo a esa entrometida! ¡Mañana lo arreglo todo!»

Colgó. Jaime intentó llamarla de nuevo, pero fue inútil.

Corrió a su casa, pero Carmen se negó a abrirle.

Al final, decidió distanciarse de su madre, entendiendo su plan para alejarlo de Lucía.

En las semanas siguientes, la visitó poco, priorizando la paz en su hogar.

Carmen, furiosa, se limitó a prohibir la entrada a su nuera y a esparcir chismes entre los vecinos.

Pero Jaime ya no le hacía caso.

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