La ambulancia avanzaba a toda velocidad por las calles de Florencia

Life Lessons

**Diario personal**

La ambulancia avanzaba a toda velocidad por las calles de Madrid, mientras la sirena resonaba como un grito desesperado. En su interior, Lucía yacía inconsciente, suspendida entre la vida y la muerte. El médico principal, un hombre canoso llamado doctor Herrera, le tomaba el pulso con urgencia y ordenaba a las enfermeras con voz tajante:

¡Más rápido! Presión constante, no podemos permitir que pierda más sangre. ¡El bebé aún tiene posibilidades!

A su lado, Carmen se retorcía las manos, murmurando plegarias entre dientes. Su corazón se encogía de culpa por no haber actuado a tiempo, allí en la mansión. Recordaba la mirada gélida de Beatriz, fría como el acero de una daga, y por fin comprendió la verdad.

**La sala de urgencias**

Cuando la camilla de Lucía entró en urgencias, Javier se abalanzó sobre los médicos, los ojos enrojecidos por las lágrimas y la rabia.

¡Por favor, sálvenla! ¡Ella y nuestro hijo No puedo perderlos!

El doctor Herrera lo miró con severidad, con la frialdad de quien sabe que no hay tiempo para dramas.

Señor Delgado, espere fuera. Haremos todo lo humanamente posible.

Javier se quedó inmóvil un instante, pero al final cedió, derrotado, y se desplomó en un banco del pasillo. Se cubrió el rostro con las manos y, por primera vez en su vida, aquel hombre seguro de sí mismo sintió que el suelo se le escapaba bajo los pies.

Tras las puertas cerradas, el equipo médico luchaba por la vida de Lucía. Su respiración era débil, pero su corazón aún latía. El bebé, sin embargo, estaba en estado crítico. Los monitores emitían pitidos rítmicos, y la tensión era palpable.

**En la sala de espera**

Beatriz entró en el hospital, escoltada por dos amigas cercanas, llamadas apresuradamente para aparentar preocupación. Su rostro era de piedra, pero su voz temblorosa conmovía a quienes la escuchaban:

Pobrecilla ¿Cómo pudo resbalarse así? Solo quería que fuésemos una familia unida.

Carmen, quieta en un rincón, la observaba con odio contenido. Si hubiese tenido el valor de hablar entonces, quizá todo habría sido distinto. Pero el miedo al poder de Beatriz, a su influencia en la ciudad y a su capacidad para destruir vidas la paralizaba.

**Javier y su madre**

¡Madre! estalló Javier, levantándose de golpe. ¿Dónde estabas tú cuando ocurrió esto? ¡Carmen dice que estabas cerca de ella!

Beatriz le tocó el brazo con falsa dulzura:

Hijo, estaba arriba, en el piso de arriba. Solo vi cómo caía Todo pasó tan rápido. ¡Dios mío, si hubiera podido alcanzarla!

Las lágrimas falsas rodaban por sus mejillas, pero Javier ya no estaba seguro de creerla. Una grieta, pequeña pero profunda, se abría en su confianza.

**Noticias del quirófano**

Tras horas de angustia, la puerta se abrió. El doctor Herrera, con el rostro marcado por el cansancio, se acercó a Javier.

Señor Delgado, su esposa está viva. Ha sido una batalla dura, pero logramos estabilizarla. Sin embargo el bebé

Las palabras se le atascaron, y Javier entendió sin necesidad de más explicaciones. Su mundo se derrumbó. Tambaleándose, se apoyó contra la pared mientras las lágrimas caían sin control.

Doctor necesito verla.

La trasladarán a habitación pronto. Debe descansar. Pero hay algo más. Hemos encontrado marcas en su pecho y brazos. No parecen ser solo por la caída. Estoy obligado a informar a las autoridades.

Beatriz, que había oído la conversación, se quedó petrificada un instante. Luego recobró la compostura y abrazó a su hijo, tratando de dominarlo con su falsa ternura:

No les hagas caso, cariño. Ya sabes cómo surgen los rumores. Ahora solo necesitas calma.

**El despertar de Lucía**

Horas después, Lucía abrió los ojos. Estaba pálida, apenas podía respirar. Javier le besó la mano y contuvo el llanto.

Lucía mi amor estás aquí conmigo.

Ella lo miró fijamente, y entonces sus ojos se llenaron de lágrimas. Intentó llevar la mano al vientre, pero lo entendió todo en la mirada de su esposo. Un gemido desgarrador escapó de sus labios.

Nuestro bebé

Javier la abrazó con fuerza, susurrándole:

Superaremos esto juntos. Te tengo a ti, y eso es lo único que importa.

Pero en el corazón de Lucía nacía otro dolor: no solo la pérdida de su hijo, sino la certeza de que detrás de la tragedia estaba la mujer que debería haberla protegido.

**La confesión de Carmen**

Días más tarde, Carmen no pudo soportar el silencio. Encontró a Lucía sola en la habitación y, con voz temblorosa, confesó:

Señora Lucía debe saber la verdad. No se cayó sola. Doña Beatriz la empujó. Yo lo vi todo.

Lucía sintió que la sangre se le helaba en las venas. Era la verdad que había intuido, pero ahora tenía la confirmación.

Carmen ¿por qué me lo dices

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