No tienes corazón. ¿Es que no ves lo mal que lo está pasando Daniel? Es tu hermano, podrías haberle echado una mano. Siempre piensas solo en ti.
Hace poco, mi madre me llamó para pedirme que recogiera todas mis cosas de su piso.
Aquí ya no cabe ni un alfiler con tanto trastijo tuyo me soltó.
Todo esto pasó después de que me negara a darle dinero a mi hermano, Daniel, para la entrada de un piso. Sí, dar, no prestar, porque sé de sobra que jamás me lo devolvería.
Cuando le dije que no, Daniel salió hecho una furia de mi casa. Estaba convencido de que le entregaría todos mis ahorros solo porque él tiene familia e hijos y yo no.
Necesito desahogarme porque siento que mi familia me está fallando, y justo ahora, en plenas fiestas.
Cuando me mudé a Madrid para estudiar, empecé a trabajar en cuanto pude. Primero viví en una residencia, luego compartí piso con una amiga. No quise depender de mis padres, así que me partí el lomo no solo para mantenerme, sino también para ayudar a mi madre.
Ella nunca me pedía dinero directamente, pero siempre me encargaba algo “útil”: ropa, zapatos, cosas para la casa… Y en cuanto a la compra, nunca llegaba con las manos vacías.
Mi madre vive en un piso de tres habitaciones con Daniel. Nuestro padre falleció hace tres años.
Mi hermano nunca tuvo interés en estudiar. Después del instituto, se fue a trabajar a Alemania, pero lo único que consiguió comprar fue un coche viejo. Al volver, se puso a trabajar de taxista.
Luego se casó y metió a su mujer, Lucía, en casa de mi madre. Nunca tenían un duro porque Daniel vivía al día. En cuanto cobraban, él y Lucía lo gastaban todo en un santiamén.
Tanto mi madre como los padres de Lucía les ayudaban constantemente. Daniel sabía que siempre habría alguien para sacarle las castañas del fuego, así que nunca se esforzó por mejorar su situación.
Ahora, Daniel y Lucía tienen dos niños y un tercero en camino. Decidieron que el piso de mi madre se les había quedado pequeño y empezaron a pensar en comprar uno propio.
Mientras tanto, yo vivo de alquiler con mi novio, Javier. Tenemos planes de casarnos, pero estamos esperando un momento mejor. Tenemos ingresos estables él es desarrollador de software y yo llevo varias tiendas online. No malgastamos el dinero en tonterías; estamos ahorrando para comprar nuestra propia casa y poder independizarnos después de la boda.
Mi madre sabía de nuestros planes, pero aun así le soltó a Daniel que podía pedirme ayuda.
Quieren comprar un piso, pero no tienen para la entrada me dijo.
Cuando Daniel vino a mí y, sin rodeos, me pidió el dinero, le dije que no. Se puso hecho un basilisco. Creía que se lo debía solo porque él tiene familia y yo no.
Después, mi madre me llamó y me soltó:
No tienes corazón. ¿Es que no ves lo mal que lo está pasando Daniel? Es tu hermano, podrías haberle echado una mano. Siempre piensas solo en ti.
Y remató la faena:
Ven a recoger tus cosas del piso. Aquí no se puede ni respirar con tanto cacharro tuyo. Y no te molestes en venir por Navidad. Daniel está enfadado contigo, y yo tampoco tengo muchas ganas de verte.
No discutí. Recogeré mis cosas y buscaré hueco para ellas en mi piso de alquiler. Y cuando Javier y yo compremos nuestra casa, las llevaré allí.
Podría haberle prestado el dinero a mi hermano, pero sé que nunca lo devolvería. Y ni siquiera me pidió un préstamo: esperaba que le regalara mis ahorros.
Solo porque tiene hijos…
¿Tú qué harías en mi lugar?