La ilusión de un príncipe desvanecida
No era el príncipe de sus sueños
Lucía conoció a Álvaro cuando él acababa de volver del servicio militar. El chico parecía sacado de una revista de moda: alto, atlético, con unos ojos verdes hipnóticos y el pelo negro y rizado. A su lado, Lucía parecía sencilla, aunque era bonita: rubia, con una figura esbelta y una sonrisa dulce. No podía creer su suertede todas las chicas, la había elegido a ella.
¿Qué ves en él?susurraban sus amigas. Esos guapos no duran mucho. Te dejará.
Pero Lucía solo sonreía. Creía en su amor. Iban al cine, a bailes, salían con amigos. Álvaro no elogiaba su apariencia, pero siempre estaba a su lado, y su tacto la hacía perder la cabeza. Cuando lo llevó a casa por primera vez, su madreIsabel Martínezse frunció. Más tarde, a solas, le susurró:
El hombre guapo es de otras, cariño. Rara vez son fieles. Espera antes de casarte, pruébalo. Parece demasiado de escaparate.
Lucía se enfadó. Confiaba en los sentimientos de Álvaro, no quería escuchar dudas. Pero su madre había plantado una semilla de inquietud en su corazón.
Poco a poco, Álvaro cambió. Primero el gimnasio, luego la natación, luego nuevos amigos. Lucía, para estar cerca, se apuntó también, pero se sentía torpe entre chicas atractivas y musculosas. Álvaro lanzaba miradas en su dirección, y ella volvía a casa antes, intentando ocultar las lágrimas.
Eres débil como un muñecose rio él una vez, cuando ella se resfrió tras nadar. Mejor quédate en casa con tus libros.
Las palabras le dolieron, y recordó a su madre. Notaba cómo Álvaro se enfriaba. Cada vez salía más solo, sin llamarla, sin invitarla, sin dar explicaciones. Hasta que, simplemente, desapareció. Dejó de responder.
¿No te llama?preguntó Isabel.
Nosusurró Lucía, volviéndose hacia la pared.
¡Venga, levántate! ¡Vamos a la peluquería!ordenó Isabel. Un nuevo peinado es el primer paso hacia una vida nueva. Luego, te coseremos un vestido, que se te da bien.
Compraron tela, Lucía dibujó patrones, intentando olvidar. Los rumores sobre los nuevos amores de Álvaro llegaban a ella, pero aguantó. Cuando, semanas después, apareció en el bailecon su vestido nuevo, ligero, brillantetodos volvieron la cabeza. Fue notada.
Un chico, Javier, modesto y sencillo, empezó a cuidarla. No era guapo, pero sus ojos solo miraban a Lucíacon calor y sinceridad. Un mes después, le pidió matrimonio.
¡Este sí que es un hombre!dijo Isabel. Si se enamora, se casa. ¿Tú qué dices?
Aceptorespondió Lucía con calma.
¿Lo amas?
¿Cómo no? Es bueno, trabajador, fiel. Yo soy todo lo que necesitay solo yo.
La boda fue cálida, llena de alma. Lucía y Javier empezaron de cero: su primera silla, su primer plato. Al año nació la niña, y tres después, el niño. Familia, amor, felicidad.
Ya no pensaba en Álvaro. Solo oía, a veces, historias de cómo abandonó a su esposa, se fue con una amante y ahora vivía de aquí para allá. Lucía sonreía:
¿Lo nuestro? Solo fue parte de la juventud. Que sea feliz, si puede.
En casa la esperaban sus hijos y su marido. Y su madresabia, buena, la más querida. La que la había salvado de un verdadero dolor. La que le permitió encontrar su felicidad tranquila y verdadera.
Madre que estés siempre cerca. Sin ti, la vida no brilla igual.







