Fiul quería llevar a su madre de vuelta al asilo. Miró dentro de la caja antes de irse.

Life Lessons

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de Andalucía, el hijo de Isabel deseaba llevarla de vuelta a la residencia de ancianos. Antes de partir, miró dentro de una caja que guardaba recuerdos.

Tras la muerte de su esposo, Isabel vendió su casa en el campo, invirtió en un piso para su hijo Juan y su familia, y se mudó con ellos. Mientras tuvo fuerzas, cuidó de la casa y de sus nietos.

Juan y su esposa trabajaban, e Isabel llevaba a los niños al colegio y a sus actividades. Cocinaba y limpiaba sin quejarse; al contrario, esos quehaceres la hacían feliz, pues sentía que su familia la necesitaba. Pero los años pasaron. Los nietos crecieron y volaron del nido, y la salud de la anciana comenzó a flaquear. Intentó lavar los platos, pero los platos se le resbalaban de las manos débiles y se rompían.

Sirvió sopa para sí misma, pero no logró llevarla a la mesa y la derramó. Por las noches, se levantaba a beber agua, y sus murmullos despertaban a su nuera. Nadie quería hablar con ella. ¿Quién querría hablar con una anciana? La nuera la regañaba constantemente y la llamaba una carga. ¿Qué culpa tenía ella? La vejez no es alegría. Isabel no tenía más remedio que seguir viviendo.

Finalmente, Juan decidió internar a su madre en una residencia.

“Al menos tendrá con quién hablar”, se consoló.
Esa mañana, al subir al coche, Isabel recordó su caja.

Hijo, tráeme la caja. La olvidé pidió con timidez.
¿Qué caja? preguntó Juan.
La de mis tesoros respondió Isabel, describiéndola.
Juan la trajo, y la anciana la abrazó contra su pecho con una sonrisa.

Madre, ¿qué guardas ahí?
Isabel le mostró el contenido: un mechón de su cabello y un diente de leche.

El hombre se alejó del coche y se sentó en el bordillo. Permaneció allí mucho rato, recordando su infancia, cómo su madre siempre estuvo allí para él, cuidándolo, protegiéndolo. Nunca lo dejó desamparado.

Hijo, ¿nos vamos? Isabel bajó del coche y se acercó a él.
No vamos a ningún sitio, madre. Tú te quedas en casa.

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