Frotó sus manos húmedas, gimiendo de dolor, y se dirigió a abrir la puerta.

Life Lessons

Secó sus manos mojadas, gimiendo de dolor, y se dirigió a abrir la puerta.

María Gutiérrez se secó las manos húmedas, suspiró por el dolor de espalda y fue a recibir a quien llamaba. El timbre había sonado suave, pero ya era la tercera vez. Estaba limpiando la ventana, así que no acudió enseguida. Al otro lado, una joven muy guapa, pero pálida y cansada, esperaba.

Señora María, ¿es cierto que alquila una habitación?
¡Ay, estos vecinos, siempre mandándome gente! No alquilo habitaciones, nunca lo he hecho.
Me dijeron que tiene tres cuartos.
¿Y qué? ¿Por qué iba a alquilar? Estoy acostumbrada a vivir sola.
Perdone. Me contaron que es una mujer de fe, así que pensé

La chica, conteniendo las lágrimas, dio media vuelta y empezó a bajar las escaleras. Sus hombros temblaban.

¡Eh, niña, vuelve! ¡Si no te he echado! Ay, esta juventud, tan sensible, siempre a punto de llorar. Entra, hablaremos. ¿Cómo te llamas? ¿Podemos tutearnos?
Sofía.
“Sabiduría”, vaya nombre. ¿Tu padre era filósofo?
No tuve padre. Soy del orfanato. Tampoco tuve madre. Me encontraron en un portal unos vecinos y me llevaron a la policía. Ni siquiera tenía un mes.
No te preocupes. Entra, hablaremos con un té. ¿Tienes hambre?
No, me compré un donut.
¡Un donut! Ay, la juventud, no piensa en sí misma, y a los treinta ya tienen úlceras. Siéntate, tengo un buen plato de lentejas calentito. Y calentaremos té. Tengo mermelada de sobra. Mi marido murió hace cinco años, y por costumbre sigo cocinando para dos. Comemos, y luego me ayudas a terminar la ventana.
Señora María, ¿puedo hacer otra cosa? Me dan mareos, tengo miedo de caerme del alférez Estoy embarazada.
¡Fantástico! Justo lo que me faltaba. Soy una mujer de principios. ¿Es un niño bastardo?
¿Bastardo? Estoy casada. Con David, del orfanato. Pero lo llamaron al servicio militar. Hace poco vino de permiso. Y la casera, cuando se enteró del embarazo, me echó al instante. Me dio una semana para irme. Vivíamos cerca. Pero ya ve así está la cosa.
Vaya ¿Y qué hago contigo? Quizá mover mi cama al cuarto de Javier. Bueno, quédate en mi habitación. No me hables de dinero, ni se te ocurra. Ve a por tus cosas.
No tengo que ir lejos. Todo lo nuestro está en una bolsa en la entrada. La semana se terminó, así que he ido de puerta en puerta con mis cosas.

Y así se quedaron las dos Sofía estudiaba para diseñadora de moda. María Gutiérrez llevaba años jubilada tras un grave accidente ferroviario, así que pasaba el tiempo en casa, tejiendo manteles de encaje, cuellos y zapatitos de bebé para vender en el mercadillo cercano. Sus creaciones, llenas de ingeniomanteles, servilletas y cuellos, delicados como espuma de marse vendían bien. No les faltaba dinero, en parte por la venta de verduras y frutas de la huerta. Los sábados trabajaban allí juntas. Los domingos, María iba a misa, y Sofía se quedaba en casa, leyendo las cartas de David y respondiéndole. Iba poco a la iglesia, no estaba acostumbrada. Se quejaba de dolores de espalda y mareos.

Un sábado, trabajaban en la huerta. Habían recogido la cosecha y preparaban la tierra para el invierno. Sofía se cansaba rápido, así que la tía María la mandaba a la casita a descansar y escuchar los viejos discos que compró con su marido. Ese día, tras trabajar con el rastrillo, la futura mamá descansó. María quemaba ramas secas y miraba pensativa las llamas. De repente, oyó un grito: “¡Mamá! ¡Ven rápido!” Con el corazón en un puño, olvidando sus dolores, corrió hacia la casita. Sofía gritaba, agarrándose la tripa. En un instante, María convenció a un vecino, y a toda la velocidad que permitía su viejo “Seat”, llegaron al hospital. Sofía gemía sin parar: “Mamá, ¡duele! Pero es pronto, demasiado pronto. El parto es para mediados de enero. Mamá, reza por mí, ¡tú sabes hacerlo!” María lloraba. Entre lágrimas, no dejaba de rezar.

De urgencias, llevaron a Sofía en silla de ruedas. El vecino de la huerta llevó a casa a María, deshecha en llanto. Toda la noche rogó a la Virgen por el bebé. Por la mañana, llamó al hospital.

Su hija está bien. Al principio no paraba de llamarla y a David, lloraba, pero luego se calmó y se durmió. El médico dice que no hay riesgo de aborto, pero deberá guardar reposo. Tiene la hemoglobina baja. Asegúrese de que coma bien y descanse.

Cuando dieron de alta a Sofía, hablaron hasta pasada la medianoche. Sofía no paraba de hablar de David.

No es un crío como yo. Es huérfano. Siempre estuvimos juntos en el orfanato. Nos hicimos amigos en el colegio, luego nos enamoramos. Él me cuida. Es más que amor, así lo siento. Ya ve cómo escribe. ¿Quiere ver su foto? Este es, el segundo por la derecha. Sonríe

Guapo María no quiso herirla. Hacía tiempo que necesitaba gafas nuevas. En la foto, borrosa y pequeña, solo distinguía siluetas de soldados.

Sofía, una pregunta. ¿Por qué me llamaste “mamá” en la huerta?

Salió solo Del susto. En el orfanato, todos los adultos eran “papá” o “mamá”. Intenté dejarlo, pero cuando me asusto, vuelve. Perdón.

Ya veo María suspiró, decepcionada.

Tía María, hable de usted. ¿Por qué no hay fotos de su marido, de sus hijos? ¿No los tuvo?

No, no hubo hijos. Tuve un niño, pero murió antes del año. Tras el accidente, no pude tener más. Mi marido era mi niño. Lo mimaba, lo adoraba. Él era mi mundo, como David para ti. Cuando lo enterré, guardé todas las fotos. Aunque soy creyente, sin él fue duro. Si miraba las fotos, lloraba. Las escondí para no tentarme. Ahora necesita mis rezos, no mis lágrimas. Sofía, ¿me traes la foto de David? La enmarcamos. Seguro que tengo algún marco.

En Nochebuena, decoraban la casa, hablaban del Niño Jesús y esperaban la primera estrella. Sofía no paraba de moverse, se masajeaba la espalda.

Estás rara, Sofía. No me escuchas. ¿Por qué te mueves como un niño inquieto?

Tía María, llame a urgencias. Creo que estoy de parto.

¿Qué tonterías dices? Falta una semana.

Me equivoqué. Llame rápido, no aguanto más.

Media hora después, la ambulancia llegó al hospital. Y el siete de enero, día de Reyes, Sofía dio a luz a una niña. Esa misma tarde, María envió un telegrama al joven padre.

Enero fue intenso. La bebé les daba alegrías, pero también preocupaciones. Sofía, con permiso de David, la llamó Lucía. María lloró de emoción. La pequeña las tenía

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