Hoy quería darle una sorpresa a mi marido. Decidí ir a su trabajo y llevarle la comida. Me acerqué a la puerta y escuché una conversación que me dejó helada.
Tengo veintinueve años. Quizá sea la mujer más ingenua del mundo, porque hasta hace poco creía que en mi familia todo iba bien. Pero me equivoqué en mi elección Mi marido resultó ser un traidor y un egoísta. Todavía no puedo creer que me haya hecho esto.
Nos conocemos desde hace diez años, y llevamos seis casados. Se llama Javier, siempre ha sido cariñoso y atento, manteniendo a mí y a nuestros hijos. Tenemos dos: un niño y una niña. Con mi ayuda, Javier logró montar su negocio. La empresa iba bien.
Yo trabajaba como asistente de ventas. Hace poco abrí mi propia tienda online de ropa. Así que, cuando mi hija está en la guardería y mi hijo duerme, me pongo a trabajar y gano mi dinero.
Mi peso siempre rondaba los cincuenta y cuatro kilos. Después del parto, engordé veinte. Al principio, pensé que cuidar de dos niños me ayudaría a adelgazar. Pero no es tan sencillo como parece. Me puse como meta perder peso: comía bien, hacía ejercicio, bebía mucha agua y dejé la harina. Pero la báscula no se movía, y eso me destrozaba. Empecé a sentirme acomplejada.
Después del segundo embarazo, dejé de gustarme. Ya no me sentía femenina ni atractiva. Y Javier cambió ante mis ojos. Dejó de besarme y abrazarme. Ni hablar de otras cosas. No recuerdo la última vez que hablamos de algo que no fueran las tareas del hogar.
Admito que, antes de ser madre, me sentía mucho más segura y guapa. Ahora ni siquiera me reconozco en el espejo. Sé que nuestra relación se ha resentido por eso. Así que quise arreglarlo. Un día, decidí sorprender a mi marido en el trabajo con la comida. Me acerqué a la puerta y oí:
“Cariño, no te preocupes, iré a verte después del trabajo. Le he dicho a mi mujer que tengo un montón de faena. ¡Ella ni siquiera sabe que existes!”.
No entré. Di media vuelta y me fui.
¿Él no lo entiende? Engordé porque traje al mundo a nuestros hijos. Él tampoco es perfecto, pero solo ve mis defectos. También tiene unos kilos de más.
¿Acaso mi marido me toma por tonta?
No le dije a Javier que lo había escuchado todo. ¿Qué debo hacer? Pedir el divorcio ¿Y los niños? ¿Cómo se sentirán sin su padre? ¿Fingir que no ha pasado nada? No creo que pueda aguantar.
Por ahora, he decidido seguir cuidándome. Me he apuntado al gimnasio. Primero le demostraré a mi marido lo que ha perdido, y después ya veremos.







