**Diario Personal**
Descubrieron que mi mujer y yo alquilamos un piso, y ahora quieren mudarse. ¿Cómo explicarles que no nos apetece alquilar a amigos? Siempre es más complicado negociar así.
Después de la boda, todo entre mi mujer y yo fue de maravilla. Nos casamos pensando en vivir con sus padres. Por aquel entonces, mis padres se mudaban a la costa y vendieron su piso, repartiendo el dinero entre mi hermana y yo. Con ese dinero y lo que mi suegro aportó, conseguimos comprar un gran estudio en Madrid, donde levantamos un tabique para hacer dos habitaciones. Pensamos que una sería para un hijo, pero nunca llegó.
Al principio no queríamos, luego nuestras carreras despegaron y no teníamos tiempo. Después, simplemente no pudimos, y mi mujer se negó a ir al médico. Yo tampoco estaba muy entusiasmado. Vivíamos felices juntos, sin preocuparnos demasiado por quién nos daría un vaso de agua en la vejez. Nuestros amigos con hijos, ahogados en deudas e infelices, fueron un buen ejemplo. Al final, decidimos que podríamos prescindir de esa “felicidad”, ya que la vida así lo había dispuesto.
A los treinta y tres, invertimos en un apartamento en Barcelona. No era una suma excesiva, así que nos arriesgamos, aunque muchos nos desaconsejaron. A los treinta y siete, ya teníamos el piso listo para alquilar. Le dimos un retoque mínimo para que quedase perfecto. Mi mujer dijo que era un seguro por si teníamos hijos, y si no, lo dejaríamos a nuestros sobrinos.
Decidimos alquilarlo por nuestra cuenta, sin agencia. Para dar más difusión, lo comentamos con amigos, pidiendo consejos sobre dónde publicar el anuncio. Y entonces surgió el problema: unos amigos con hijos preguntaron si podrían mudarse. Llevan años en pisos alquilados en mal estado, y les tentaba un edificio nuevo, bien reformado, y encima con “descuento” por ser amigos.
Fue un error decirles. No imaginamos que alguno querría alquilarlo.
Es solo un dormitorio, sois demasiados intentó argumentar mi mujer.
¿Y qué? Ahora vivimos en un estudio. Por las fotos, el vuestro parece más amplio.
Pero es nuevo, y vosotros tenéis niños y un gato
¿Qué, pensáis que somos unos guarros y lo vamos a destrozar?
Dijimos que lo pensaríamos, aunque yo personalmente no quería ni oír hablar del tema. He estado en su casa y es un caos. Al final, mi mujer me dejó a mí la incómoda tarea de llamar y decirles que no, inventando excusas tontas.
La respuesta fue esta:
¡Tenéis un segundo piso, vuestros padres os dejarán el suyo cuando mueran, y aún así sois egoístas! ¡Os quedaréis solos, sin hijos, sin amigos y sin alegría!
¿Es eso justo? No les debemos nada. No es nuestro problema que tengan hijos sin tener un piso decente ni ayuda familiar. Cada uno vive como quiere, ¿por qué no podemos alquilar a un desconocido por un precio normal, en vez de hacer favores a amigos?







