Carmen recoge sus cosas y se va de tu lado.
¿Adónde?
¿Qué más te da? Tú también desocupa el piso, es de mi padre y mío. Lo voy a alquilar. Aquí no quiero parranderos. Búscate un sitio donde vivir.
Carmen llegó a casa del trabajo y otra vez encontró a su marido de juerga. No estaba solo, sino con amigos. En la mesa estaban el vecino Pedro y Nicolás, el hermano de este. Nicolás había venido de visita, y llevaban tres días celebrando sus vacaciones.
Vicente, el marido de Carmen, casi nunca se emborrachaba. Muy rara vez, ni siquiera en cada fiesta. Pero esta vez era la visita de un amigo, había compañía. Vicente sabía que estaba obrando mal, pero no podía negarse a sus amigos.
¿Eres mi amigo o no lo eres? no paraba de repetir Nicolás.
Vicente, despide a tus amigos y vete a dormir. Ya no se tienen en pie.
¡Cállate, mujer! gritó Nicolás.
Carmencita, ahora mismo nos vamos dijo Pedro en voz baja mientras se levantaba de la mesa.
¿Cómo te atreves a hablarle así a mi mujer?
Tranquilo. Todos a sus casas. Fuera.
Carmen empujó a los invitados hacia la puerta, a su marido hacia el sofá, y se puso a limpiar. Pronto llegaría su suegra. ¡Que viera en qué andaba metido su hijo!
Carmen logró terminar todo antes de que llegara Teresa. Hasta preparó una cena rápida, porque los invitados se habían comido todo lo que había. Lo que quedaba en la mesa acabó en la basura.
Teresa, María, ¡cuánto las he echado de menos!
Mamá, la abuela tiene un gatito. Es pelirrojo. El abuelo dice que es un zorro astuto.
¡María!
El abuelo lo dice.
Lavaos las manos, vamos a cenar y tomar té.
¿Y dónde está Vicente? Le llamé, pero no contestó.
Durmiendo. Lleva tres días de fiesta con el vecino. Llego del trabajo y los echo, pero por la mañana vuelven a lo mismo. Hasta dan ganas de dejarlo fuera sin llaves. Antes de que viniera ese hermano de Pedro, todo iba bien. Y acabo de enterarme de que se queda a vivir aquí. El piso es de los dos hermanos. La mujer de Pedro no les deja emborracharse en casa tienen niños pequeños, así que se han instalado aquí.
Son amigos desde primero de primaria. Desde que nos mudamos aquí, se hicieron inseparables. No puedes cortar así de golpe. Tenéis que mudaros.
¿Adónde? La casa aún no está terminada, aunque falta poco. Habría que ir a verla. Y, además, ¿cómo dejarlo?
Volverá corriendo.
¿Quién volverá corriendo? apareció Vicente en la puerta de la cocina.
Tú. ¿Quién si no? Ya estás aquí, el olor de la comida o algo más te ha atraído.
No quiero nada.
Mejor. Carmen está recogiendo sus cosas y se va de tu lado.
¿Adónde?
¿Qué más te da? Tú también desocupa el piso, es de mi padre y mío. Lo voy a alquilar. Aquí no quiero parranderos. Búscate un sitio donde vivir.
¿Qué casa, mamá? Nicolás se quedó perplejo. Estamos construyendo una.
¿Casa? Bueno, piensa, ¿de quién es la casa? ¿Quién ha puesto el dinero? Exacto, Carmen y tú. Pero tú lo has hecho con nuestro dinero. En esa casa vivirán Carmen y María. Carmen, no te quedes ahí, recoge tus cosas y las de María.
¡No te voy a dejar llevarte a mi hija!
Ay, qué miedo.
Es mía. Carmen no tiene nada que ver con ella.
¿Y cuando le hizo de madre, sí tenía? ¿No te da vergüenza? ¡Es su madre! Y no hables así delante de la niña. Mejor recoge tus cosas.
Mamá, soy tu hijo. ¿Y yo?
¿Y qué? Mañana el piso tiene que estar vacío. Ahora mismo nos vamos las chicas.
¿Adónde?
A ver su casa y meter prisa a los albañiles. Aunque falta poco. Lo terminarán todo. Y de paso encargamos los muebles.
¿Y yo?
¿Por qué tanto preocuparte? Tienes amigos, que te acojan.
No, así no se puede.
Te lo he dicho todo. Carmen, ¿lo tienes todo? Pues vámonos. Coge las llaves del coche.
¿De mi coche?
¿Quieres que vayamos a pie? Tú no puedes conducir.
Ahora iremos a casa, y mañana veremos cómo va lo de la casa dijo la suegra. Son los fines de semana. Ventilaremos, descansaremos. Y él que piense.
A la mañana siguiente, Vicente, con sus maletas, estaba en la puerta del piso de sus padres. Con su madre no se podía jugar. Si ella lo decía, así sería.
¿Qué quieres?
Mamá, me pediste que desocupara el piso. Ya está libre. Por ahora me quedo con vosotros, luego buscaré dónde vivir. A María y a Carmen me las llevo. ¿Dónde están?
Aquí de momento, pero pronto iremos a ver su casa.
Las he buscado. Mamá, hablemos. La culpa es mía. Son los hermanos. Ya conoces a Nicolás y a Pedro. No hay quien se libre de ellos.
Por eso no vivirás más allí.
Carmen y Vicente se reconciliaron. Ella estaba muy dolida, pero le creyó.
Se acabó. Ni vecinos ni amigos.
Mira, si no, no verás a María. Se quedará conmigo. Y el hijo también
¿Hijo? ¡Hijo! Hay que terminar la casa. ¡Hay que decírselo a mamá!
No grites, ya lo sabe. Puede que no sea un hijo, sino otra hija. Aún es pronto.
Da igual. Hija o hijo. ¡Eres mi Carmencita! Vicente la agarró y la hizo girar por la habitación.
Con cuidado. Déjame en el suelo.
La familia se mudó a la nueva casa. El hermanito de María nació justo después.
María, ven a ver a tu hermanito dijo la abuela.
Qué pequeño. El mío es más grande. Me lo regaló mamá. Ahora somos dos mamás. ¿Verdad, abuela?
Sí, pequeña.
No soy pequeña. Él es pequeño. Y mamá prometió que tendríamos un zorro astuto peludo. O sea
¡María!
El abuelo lo dice