**Diario de un hombre desconcertado**
Querida, ¿puedes venir a buscarme al trabajo? Laura llamó a su marido, con la esperanza de evitar los cuarenta agotadores minutos en autobús después de un día duro.
Estoy ocupado respondió Eduardo secamente. Al fondo, el televisor encendido delataba que estaba en casa, sin más que hacer.
Laura sintió una punzada en el pecho. Su matrimonio se desmoronaba, y eso que solo seis meses atrás, Eduardo juraba cargarla en brazos. ¿Qué había cambiado tan rápido? Ella no lo entendía.
Laura cuidaba su figura, pasando horas en el gimnasio. Cocina como los ángeles no en vano trabaja en un restaurante de moda. Nunca pidió dinero, nunca montó escenas, siempre dispuesta a complacer los caprichos de su marido
Así lo vas a cansar le decía su madre al oír sus quejas. A un hombre no se le consiente todo.
Yo solo lo amo respondía Laura con una sonrisa triste. Y él me ama a mí
*****
Al final, se cansó de mí pensó Laura, mordiéndose los labios al revisar el historial del navegador. Eduardo pasaba todo su tiempo libre en páginas de citas, hablando con varias mujeres a la vez. ¿Por qué no me lo dijo? Yo lo habría entendido y lo habría dejado ir. ¿Para qué sufrir, viviendo con una mujer a la que no ama y atormentándola con su indiferencia?
Así que, divorcio. Ella era fuerte, lo superaría. Pero no se iría sin un pequeño ajuste de cuentas
Esa misma noche, Laura se registró en la misma página que Eduardo, lo encontró y empezó a hablarle. Usó una foto retocada de Internet, segura de que caería. Y así fue.
Los mensajes fluyeron. Eduardo decía que era soltero, que buscaba algo serio, incluso hijos. Alardeaba de su carácter ejemplar, lo que a Laura le arrancaba risas entre lágrimas. Ella sabía bien lo difícil que era lidiar con él.
¿Quedamos? escribió Laura, esperando su respuesta.
¡Me encantaría! respondió él al instante. Pero mi hermana está temporalmente en casa, estudiando para exámenes. Podemos vernos en un sitio neutral y luego ir a un hotel.
¿En serio? susurró Laura al leerlo. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que una mujer aceptará ir directamente a un hotel? Cualquiera con dos dedos de frente se habría ofendido. Pero bueno, mejor para mí.
¿Qué tal en mi casa? Vivo en una cabaña en las afueras, sola. Nadie nos molestará Se preguntó si picaría.
¡Perfecto! Eduardo estaba encantado, seguramente por ahorrarse el dinero. Dame la dirección y la hora. Iré volando en alas del amor.
Calle **** 25, a las diez de la noche. ¿Te va?
¡Claro! Allí estaré.
A las nueve, Eduardo fingió una urgencia en el trabajo. No encontró las llaves del coche y, con fastidio, preguntó a su mujer si las había visto.
Estaban en la mesa dijo Laura con mirada inocente, mientras las apretaba en su bolsillo. Quizás el gato las escondió.
Pero Laura no planeaba esperarlo. Aprovechó para hacer las maletas. Por suerte, tenía un piso heredado de su abuela. Lo único que dejó atrás fue la solicitud de divorcio, bien visible sobre la mesa.
Eduardo regresó a casa al amanecer, furioso. No solo el viaje le llevó más de una hora, sino que la tal Lucía del perfil no apareció.
La dirección era real, la casa también. Pero quien abrió la puerta no era la modelo de la foto. Era una mujer el doble de grande que él, con una bata semitransparente que le quitó las ganas de vivir.
¡Fue una odisea escapar! Tuvo que llamar a un taxi, que tardó una eternidad en llegar. El conductor, un tipo raro, se perdió antes de dejarlo en un sitio desconhecido Vaya noche.
Al llegar a casa y ver los papeles del divorcio sobre la mesa, Eduardo entendió todo. Junto a la solicitud, escrito con carmín, decía:
*Esta dulce venganza*
**Lección aprendida:** El amor no se mide en promesas, sino en acciones. Y la indiferencia, tarde o temprano, pasa factura.







