Querido, ¿puedes pasar a buscarme en el trabajo? – Ella llamó a su marido, esperando evitar un agotador trayecto de cuarenta minutos en transporte público tras un largo día.

Life Lessons

Querido, ¿me puedes recoger del trabajo? Lucía llamó a su marido con la esperanza de evitar esos cuarenta minutos agotadores en el metro después de un día largo.

Estoy ocupado respondió Carlos sin más. Al fondo, se oía el sonido del fútbol en la tele, dejando claro que estaba tirado en el sofá.

Lucía sintió un nudo en la garganta. Su matrimonio se desmoronaba, y eso que hacía solo seis meses Carlos juró cargarla en brazos. ¿Qué había cambiado en tan poco? No lo entendía.

Ella cuidaba su figura, pasaba horas en el gimnasio. Cocina de lujo no en vano trabajaba en un restaurante de moda. Nunca pidió dinero, nunca hizo dramas, siempre dispuesta a complacerle

Así lo vas a cansar le decía su madre al oírla quejarse. A los hombres no hay que consentirlos en todo.

Es que lo quiero respondía Lucía con una sonrisa triste. Y él me quiere a mí

*****

Al final, se cansó pensó Lucía, mordiéndose el labio al ver el historial del navegador. Resulta que Carlos pasaba sus ratos libres en páginas de citas, hablando con media docena de mujeres. ¿Por qué no me lo dijo? Lo habría entendido y lo dejaría ir. ¿Para qué sufrir juntos?

Así que, divorcio. Era fuerte, lo superaría. Pero no sin un pequeño ajuste de cuentas

Esa misma noche, Lucía se registró en la misma página que él, lo encontró y empezó a charlar. Usó una foto retocada de internet y supo que Carlos picaría. Y vaya si picó.

Los mensajes ardían. Carlos decía que estaba soltero, que quería algo serio, hasta hijos. Alardeaba de su gran personalidad, cosa que a Lucía le dio la risa floja. Sabía muy bien lo insufrible que podía ser.

Quedemos escribió ella, ansiosa por su respuesta.

Me encantaría respondió él al instante. Pero mi hermana está en casa, estudiando para exámenes. Podemos vernos en un sitio neutral y luego ir a un hotel.

¿En serio? musitó Lucía. ¿Tan seguro estás de que cualquiera acepta ir a un hotel así? ¡Menudo descaro! Pero bueno, perfecto para mis planes.

¿Y si vienes a mi casa? Un chalé en las afueras, solos Dudó. ¿Caería?

¡Genial! Carlos, encantado de ahorrarse el hotel. Pásame la dirección. Allí estaré, volando por amor.

Calle **** 25, a las diez. ¿Te va?

¡Perfecto! Espérame.

A las nueve, Carlos dijo que le llamaban del trabajo urgente. No encontró las llaves del coche y preguntó a su mujer, incómodo.

Estaban en la mesa dijo Lucía con cara de inocencia, apretando las llaves en el bolsillo. A lo mejor el gato se las llevó.

Pero Lucía no pensaba esperar. Aprovechó para recoger sus cosas. Por suerte, tenía un piso heredado de su abuela. Lo único que dejó atrás fue la demanda de divorcio, bien visible sobre la mesa.

Carlos volvió a casa al amanecer, hecho una furia. No solo el viaje le llevó una eternidad, sino que la tal “Elena” del perfil no apareció.

La dirección era real, la casa también. Pero quien abrió la puerta no era ninguna modelo. Era una señora el doble de grande que él, en bata transparente. Carlos habría pagado lo que fuera por borrar esa imagen de su memoria.

¡Menuda lucha para zafarse! Llamó a un taxi, helándose de frío con su chaqueta ligera mientras esperaba. Encima, el taxista lo llevó por un rodeo interminable. Vaya noche.

Al llegar a casa, al fin vio la demanda de divorcio sobre la mesa. Y al lado, escrito con pintalabios rojo:

*Esta dulce venganza*

Rate article
Add a comment

8 − four =