¡Qué niña a los cuarenta y un años! – le gritaba el marido a Nasti. – A tu edad ya se es abuela. Nasti, no hagas tonterías. Libros infantiles

Life Lessons

**Diario de un padre**

¡Qué niña a los cuarenta y un años! gritó Enrique a Ana. A tu edad, otras ya son abuelas. Ana, no hagas tonterías.

Bien, ya sé que te importa poco lo que piense, lo he entendido. Pero, ¿has pensado en ese niño? ¡No quiero bailar en su boda con una gota en el brazo! Y si nos pasa algo mientras es pequeña… En fin, decide. ¡O me divorcio!

Ana y Enrique llevaban veinte años juntos. Se casó con él siendo muy joven, aún estudiaba en la universidad. Todos estos años, Ana creyó que su marido era su apoyo, su protección. Nunca imaginó que él se pondría en su contra.

Hace poco, hubo un grave conflicto en la familia: Ana esperaba un bebé inesperado. Enrique se oponía rotundamente:

Ana, ¿estás loca? ¿Madre a esta edad? Ya tenemos tres hijos maravillosos. Javier está en la universidad, y Pablo y Adrián terminan segundo de la ESO. ¿No te bastan? ¡Y qué dirán los niños! ¿Que nos hemos vuelto locos?

Enrique, siempre soñé con una niña insistía Ana. Si Dios la envía, ¿por qué no traicionar esta vida?

¿Y si es otro niño? ¿Probamos suerte con el quinto? se enfadó Enrique.

Estoy segura de que será niña.

Los hijos tampoco la apoyaron. Al enterarse, los gemelos Pablo y Adrián se negaron a compartir su habitación. El mayor, Javier, tampoco lo vio bien:

Mamá, ¿no te da miedo a tu edad? Podría pasarte algo.

Todo irá bien le aseguró Ana. ¡No soy tan vieja!

No era la primera vez que ocurría algo así. Cuando Ana esperaba a los gemelos, Enrique tampoco estaba contento. Javier tenía tres años, faltaba dinero y vivían con sus suegros. Pero al saber que esperaba mellizos, todo cambió. La suegra les dio dinero para una entrada de piso, Enrique se volvió más cariñoso, y los bebés, sorprendentemente tranquilos, dejaban dormir a Ana. Javier, encantado, jugaba con ellos.

Esta vez, Ana confiaba en que, como por arte de magia, todo se arreglaría. Pero a las tres semanas, empezaron los problemas: se mareaba en el trabajo. Llevaba más de diez años como manicurista, acostumbrada a los olores de esmaltes y aceites, pero ahora le daban náuseas. Las pastillas no ayudaban, tuvo que dejar el trabajo y pasaba los días en cama, sin poder limpiar ni cocinar.

La comida ahora era comprada, lo que no gustaba a Enrique ni a los chicos. Con menos ingresos, él, técnico de emergencias, trabajaba turnos dobles. Javier cambiaba a clases nocturnas y trabajaba en una tienda de electrónica. Ana veía el reproche en sus ojos. Hasta sus padres le dijeron que era tarde y peligroso. Las vecinas cuchicheaban cuando salía.

En el segundo trimestre, fue a una ecografía. El médico, serio, anotaba cifras. Ana, inmóvil, temía hasta respirar.

¿Niño o niña? preguntó al fin.

Niña. Pero hay un problema: defecto en el tubo neural. Podría nacer con discapacidad.

Ana lloró: ¿No hay tratamiento?

El médico calló.

Al salir, el mundo pareció detenerse. Llegó a casa y lloró en el coche. Enrique calentaba la cena.

Fui a la ecografía dijo Ana. Es niña, pero tiene un defecto.

¿Qué? preguntó él, alerta.

El tubo neural no se cerró. El médico sugirió interrumpir el embarazo, pero me negué.

¿Estás loca? ¡Si sobrevive, será discapacitada! Mañana vamos al médico.

No iré.

¡Pues no cuentes conmigo! No soportaré verte sufrir.

Enrique sacó una maleta y empezó a empacar.

¿Me abandonas? gritó Ana. ¡Es tu hija también!

No toleraré esto. Pensé que sería sano. Pero no permitiré tu capricho. ¡Y me llevo a los niños!

Salió. Su madre, Carmen, se sorprendió al verlo.

¿Qué pasó?

Ana quiere tener un bebé enfermo. ¡Me divorcio!

Ella decide, hijo. ¿Tú habrías tenido a Luis si hubieras sabido de su corazón?

Claro dijo Carmen. Hasta el final esperé milagros. Además, ¿y si el médico se equivoca?

Enrique recordó que el año pasado, el mismo médico diagnosticó mal a una vecina. Al día siguiente, fue al hospital. El equipo de ecografías estaba averiado, era barato y se estropeaba seguido. Dudó del diagnóstico.

Llevó a Ana a una clínica privada. La nueva médica sonrió:

Todo está bien. ¿Quieren escuchar el corazón?

Enrique lloró. Ana preguntó por el diagnóstico anterior.

No hay defectos. El tubo está cerrado.

Ana sintió un alivio enorme. Enrique la abrazó.

La pequeña Daniela nació sana. En el bautizo, hasta quienes la criticaron estaban allí.

Se parece a ti dijo Carmen a Enrique al sostener a su nieta. Mira sus ojos azules. ¡Orgullosa de ti!

Enrique la adoraba. Ana bromeaba:

¿Y si ves la tele conmigo?

Después decía él. Daniela y yo tenemos cosas que hacer.

Hasta sus hermanos, que al principio protestaron, organizaron turnos para pasearla. Ana sabía que la cuidarían bien.

**Lección:** A veces, el miedo nos hace dudar hasta de lo más cierto. Pero la vida, cuando se ama de verdad, siempre encuentra su camino.

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