Padre, conócela, será mi esposa y tu nuera.

Life Lessons

**Diario de un Hombre**

Padre, te presento a quien será mi esposa y tu nuera.

Padre, conócelá, es mi futura mujer, ¡tu nuera, Dolores! exclamó Miguel con los ojos brillantes de felicidad.

¿Qué? preguntó el profesor, doctor en ciencias, Rodrigo Mendoza, atónito. ¿Esto es una broma? Porque no tiene ninguna gracia.

El hombre miró con desprecio los dedos toscos de su “nuera” y la tierra incrustada bajo sus uñas. Le parecía que aquella muchacha ignoraba qué era el agua y el jabón.

«¡Dios mío! ¡Qué suerte que mi querida Carmen no vivió para ver esta vergüenza! Criamos a este muchacho con las mejores maneras», pensó amargamente.

No es broma respondió Miguel con firmeza. Dolores se quedará con nosotros y en tres meses nos casaremos. Si no quieres venir a la boda, me bastará sin ti.

¡Hola! sonrió Dolores, dirigiéndose a la cocina con naturalidad. Traigo empanadas, mermelada de moras, setas secas fue enumerando los productos que sacó de un desgastado saco.

Rodrigo se llevó una mano al pecho al ver cómo Dolores manchaba el mantel blanco como la nieve con la mermelada derramada.

¡Miguel! ¡Despierta! Si esto es tu venganza, es cruel ¿De dónde sacaste a esta ignorante? ¡No permitiré que se quede en mi casa! gritó el profesor.

Amo a Dolores. ¡Y mi esposa tiene derecho a vivir aquí! respondió el joven con una sonrisa burlona.

Rodrigo entendió que su hijo se mofaba de él. Sin discutir más, guardó silencio y se retiró a su habitación.

Desde hacía poco, la relación con Miguel había cambiado. Tras la muerte de su madre, el joven se volvió indomable. Abandonó la universidad, hablaba con rudeza a su padre y vivía sin responsabilidades.

Rodrigo esperaba que su hijo cambiara, que volviera a ser aquel chico inteligente y bueno. Pero cada día se alejaba más. Y ahora traía a esa campesina a su casa. Comprendió que su padre jamás aprobaría su elección, por eso había invitado a quien no entendía qué era

Poco después, Miguel y Dolores se casaron. Rodrigo se negó a asistir, rechazando a la nuera no deseada. Le enfurecía que el lugar de Carmen, una excelente ama de casa, lo ocupara esta muchacha sin educación, incapaz de hilar dos palabras.

Dolores, como si ignorara el desprecio de su suegro, intentó ganarse su favor, pero solo empeoró las cosas. El hombre no veía en ella nada bueno, solo ignorancia y malos hábitos.

Miguel, fingiendo ser un hombre ejemplar, volvió a beber y emborracharse. Rodrigo escuchaba las peleas de la joven pareja y, secretamente, se alegraba, esperando que Dolores se marchara al fin.

Rodrigo, su hijo quiere divorciarse, ¡y me echa a la calle! Además, estoy embarazada lloró Dolores una tarde, desesperada.

Primero, ¿por qué a la calle? Tienes donde volver Y estar embarazada no te da derecho a quedarte aquí tras el divorcio. Lo siento, pero no me meteré en vuestros asuntos dijo él, sintiendo un alivio oculto por librarse de la nuera molesta.

Dolores, abatida y sin entender por qué su suegro la despreciaba desde el primer día, recogió sus cosas y se preparó para irse. No comprendía por qué Miguel la trataba como a un perro, abandonándola a su suerte. ¿Y qué si era campesina? Ella también tenía alma y sentimientos

***

Pasaron ocho años Rodrigo vivía en una residencia de ancianos. Últimamente, se había debilitado mucho. Miguel, aprovechándose, lo internó rápidamente para evitar molestias.

El anciano aceptó su destino, sabiendo que no había vuelta atrás. En su vida, enseñó a miles el valor del amor y el respeto. Recibía cartas de agradecimiento de antiguos alumnos Pero con su propio hijo, había fallado.

Rodrigo, tienes visita dijo un compañero de habitación al volver.

¿Quién? ¿Miguel? exclamó, aunque sabía que era imposible. Su hijo jamás lo visitaría; lo detestaba.

No sé. Solo me pidieron avisarte. ¡Ve a ver!

Rodrigo tomó su bastón y avanzó lentamente hacia la entrada. Al distinguirla, la reconoció al instante.

Hola, Dolores murmuró, bajando la cabeza. Aún sentía culpa por aquella muchacha sincera a quien no defendió.

¡Rodrigo! exclamó ella, sorprendida. ¡Cómo ha cambiado! ¿Está enfermo?

Un poco sonrió triste. ¿Cómo me encontraste?

Miguel me lo dijo. Sabe que no quiere ver a su hijo. Pero el niño insiste en conocer a su abuelo Juan no tiene la culpa. Necesita a su familia dijo con voz temblorosa. Perdone si molesto

¡Espera! rogó él. ¿Cómo está Juan? Recuerdo su foto a los tres años.

Está aquí, en la entrada. ¿Le llamo?

¡Claro!

Entró un niño de pelo castaño, idéntico a Miguel de pequeño. Juan se acercó tímidamente al abuelo que nunca conoció.

¡Hola, nieto! ¡Qué grande estás! lloró Rodrigo, abrazándolo.

Pasearon por el parque otoñal junto a la residencia. Dolores habló de su vida difícil: su madre murió joven, crió a su hijo sola y llevó la finca sin ayuda.

Perdóname, Dolores. Fui un necio. Creí ser culto e inteligente, pero solo ahora entiendo que lo que importa es el corazón, no la educación confesó el anciano.

Rodrigo, tenemos una propuesta dijo ella con nervios. Venga con nosotros. Está solo, y nosotros también Juan y yo queremos tener a alguien cerca.

¡Abuelo, ven! Iremos de pesca, a buscar setas ¡En el pueblo hay sitio y es bonito! suplicó Juan, tomando su mano.

¡Vamos! sonrió Rodrigo. Fallé criando a mi hijo, pero quizá pueda darle a Juan lo que a Miguel negué. Además, ¡nunca he vivido en el campo!

¡Le encantará! rió Juan.

**Lección aprendida:** La sabiduría no está en los títulos, sino en reconocer el valor de quienes nos rodean. A veces, el orgullo nos ciega hasta que la vida nos obliga a ver con humildad.

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