**Diario de Lucía**
Hoy ha sido un día agotador. Me quedé en la peluquería dos horas más de lo habitual. Dos nuevas clientas vinieron recomendadas por amigas.
¡Solo queremos que nos atienda usted, Lucía! ¡Es la mejor peluquera de la ciudad! me dijeron. Sus palabras me hicieron sonreír todo el camino a casa.
Tal vez sea el momento de abrir mi propio salón. Ya basta de esperar “tiempos mejores”.
Sumida en estos pensamientos, llegué al portal sin darme cuenta. Al subir, escuché voces desconocidas en mi piso. Abrí la puerta y me quedé helada en el umbral. En el pasillo había una mochila vieja, zapatos sucios en el suelo y un olor a alcohol que venía de la cocina.
Lucía, ¿reconoces a la familia? ¡Jaime ha vuelto! dijo mi marido, asomándose con una sonrisa forzada.
El hermano pequeño de Jorge estaba sentado en el sofá de la cocina, mirando al vacío. El mismo Jaime que se fue hace cuatro años con una bailarina de un club nocturno.
Hola murmuró mi cuñado sin levantar la mirada.
Mamá, ¿quién es? susurró mi hija, recién llegada de sus clases de baile.
Es tu tío Jaime, el hermano de papá respondí intentando mantener la calma. No lo recordarás. Eras muy pequeña cuando se fue.
¿Por qué es tan raro? preguntó Sofía en voz baja.
Ve a tu habitación, cariño. Hablaremos luego.
Entré al baño y abrí el grifo. Necesitaba un momento para recomponerme. En el espejo, mi rostro reflejaba cansancio. Me pasé la mano por el pelo; necesitaba retocar las raíces, pero ahora eso era lo de menos.
Hace cuatro años, cuando Jaime se fue, vi lo duro que fue para Jorge. Pasó un mes sin hablar con sus padres, culpándolos por alejar a su hermano. Luego, pareció aceptarlo, dejó de mencionarlo y evitaba sus llamadas. Pero ahora todo había cambiado.
Jorge entró en el dormitorio detrás de mí, dudó un instante y luego dijo en voz baja:
Se quedará con nosotros. Es lo correcto. Al menos un tiempo. Necesita ayuda. Está muy mal. Ella le fue infiel, por eso se divorciaron. No puede ir con nuestros padres.
¿Y lo decidiste tú solo? ¿Sin consultarme? me giré hacia él. ¿No te parece un abuso?
¿Qué había que discutir? Es mi hermano, no tiene a dónde ir.
Jorge, tenemos una hija adolescente. ¿Has visto en qué estado está? ¿Crees que está bien que vea esto cada día?
¡Por eso necesita nuestra ayuda! ¡La familia! por primera vez en la noche, me miró a los ojos. Sabes que no puedo abandonarlo. ¡Es imposible!
¿Cuánto durará esto?
Lo que sea necesario.
¿Y Sofía? ¿Pensaste en ella?
¡Lucía, basta! alzó la voz, algo que nunca hacía. Es mi hermano. Mi hermano pequeño. No lo dejaré solo.
Abrí la boca para responder, pero algo en su tono me detuvo. En catorce años juntos, nunca lo había escuchado así.
Vale dije, volviéndome hacia la ventana. Pero que no beba en casa. Y que busque trabajo.
Jorge no respondió y salió en silencio. A través de la pared, escuché que hablaba con su hermano en la cocina. Muy bajo, como para que yo no lo oyera.
Eran pasada la medianoche cuando finalmente callaron las voces. Me quedé despierta, escuchando pasos en el pasillo. Jorge tardó en acostarse.
Todo irá bien susurró al meterse en







