Nora oculta una grabadora en casa de su suegra para escuchar sus conversaciones

Life Lessons

**5 de octubre, 2023**

Llevamos dos años casados, Isabel y yo. Nos queremos con el alma, pero la tensión ha ido creciendo por culpa de su relación con mi madre.

Isabel es un cielo. Se parte el lomo para caer bien, especialmente a mi familia. Pero por más que lo intenta, solo recibe el hielo que suelta Carmen Fernández. Mi madre nunca dice nada directamente, pero esas miradas, esos tonos cortantes y esos comentarios como puñaladas Isabel siempre vuelve de su casa con el corazón en un puño.

«Santiago, tu madre me odia», me dijo ayer, con la voz temblona.

Cerré el libro que estaba leyendo y suspiré. «Isabel, otra vez con lo mismo. Es que es reservada. Ya sabes lo dura que fue su vida después de que mi padre se fuera.»

«Lo entiendo, pero ¿por qué siento que me despedaza cuando no estoy?»

«Son imaginaciones tuyas, cariño»

«¡No! ¿Te acuerdas de lo que le oí decir a tu abuela? Que soy torpe y que nunca le caí bien.»

«No puedes estar segura de que hablaba de ti. Mira, mejor vamos al cine mañana.»

Pero ella no se conformaba. Sabía que mi madre despreciaba a su familia, aunque nunca lo dijera abiertamente.

Tras otra cena incómoda, decidió actuar. La próxima visita, llevó escondida una grabadora. La escondió entre los trapos de cocina, un aparato que había comprado meses antes para grabar clases. Ayudó a mi madre como siempre, sin levantar sospechas. Esa noche se acostó en silencio, guardando el secreto.

Al día siguiente, volvió con la excusa de ayudarla y recuperó la grabadora. Temblando, me la enseñó al anochecer:

«Escucha esto», dijo, apretando el dispositivo.

«¿Qué es? ¿Una grabación?», pregunté, confundido.

«Presta atención.»

Primero, ruidos cotidianos: agua corriendo, cubiertos, charla trivial. Luego, la voz cortante de mi madre al teléfono:

«¡No sé qué ve tu hijo en esa chica! ¡Ni siquiera sabe hacer una tortilla decente! Y su familia ¡Hasta el café sabe a agua sucia! Su madre es igual de dejada que ella»

Siguió destrozando su forma de vestir, sus modales, hasta sus raíces. Cuando terminó, Isabel me miró con los ojos llenos de lágrimas:

«¿Ahora entiendes?»

Me quedé mudo. Sabía que mi madre había metido la pata, pero el método de Isabel tampoco me gustaba.

«Es dura de boca, pero quizá lo dijo en un mal momento.»

«¿Dura?», gritó Isabel. «¿Llamas dureza a insultar a mi familia? Si no me defiendes, replantearé este matrimonio.»

Salió llorando, dejándome hecho polvo.

Horas después, llamé a mi madre:

«Tienes que disculparte con Isabel.»

«¿Me grabó a escondidas?», chilló. «¡Voy a denunciarla! ¡Y a avisar a la universidad para que echen a esa lagarta!»

«¡Madre, basta!», la corté. «¿Oíste lo que dijiste?»

«¡Claro que lo oí! Y te digo más: ¡esa no pone un pie aquí nunca más! Y tú, traidor, defendiendo a esa entrometida. Mañana arreglo esto.»

Colgó. Intenté llamarla de nuevo, pero no contestó. Corrí a su casa, pero no abrió.

Al final, entendí su juego: quería separarme de Isabel. Así que decidí alejarme. Ahora la visito poco, priorizando mi hogar. Mi madre, furiosa, se limita a prohibirle la entrada y a envenenar a los vecinos con chismes. Pero yo ya no le hago caso.

**Lección aprendida:** A veces, el silencio dice más que las palabras, pero hay verdades que no se pueden ignorar. Y cuando alguien te quiere controlar, la distancia es la mejor respuesta.

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