Juan esperaba a su novia. Los invitados estaban reunidos, el día planeado al minuto, pero Margarita siempre tan puntual se retrasaba sin avisar.
¡Parece que no vendrá! bromeó alguien, dándole una palmada en el hombro.
Pero Juan, mirando el reloj cuyas agujas avanzaban sin piedad, aún guardaba esperanza
Margarita, la más pequeña de los tres hijos de Carlos Gutiérrez y su esposa Ana, odiaba el silencio. Sin embargo, en su humilde piso de un barrio obrero de Madrid, todo era gris y callado. Su padre, que cambiaba de trabajo con frencuencia barriendo calles, trabajando en una fábrica o ayudando al carnicero del barrio llegaba siempre exhausto y, tras cenar, se sentaba a leer el periódico.
Su madre remendaba ropa vieja o arreglaba prendas para los pequeños. Los niños, reunidos en su rincón, hablaban en susurros o guardaban silencio para no molestar.
Así recordaba Margarita su infancia: tardes grises interminables y un silencio que había que respetar a toda costa. Solo fuera de casa podía ser ella misma, quedándose después de clase con sus amigos en el teatro amateur, donde se sentía libre, viva y feliz.
En los barrios obreros, la infancia terminaba pronto. En 1918, cuando Margarita cumplió trece años, terminó la escuela primaria, pero no pudo continuar. Su familia no tenía dinero. La joven empezó a trabajar en una peluquería, lavando el pelo a las clientas, y luego encontró empleo en unos grandes almacenes.
La bonita dependienta del departamento de sombreros llamó la atención de un director de cortometrajes publicitarios contratado por la tienda. Le ofrecieron actuar por un pequeño sueldo extra, y ella aceptó encantada. Desde que los Gutiérrez habían perdido al sustento de la familia su padre, el dinero escaseaba. Las medicinas se llevaron hasta los ahorros más pequeños.
El cortometraje, que incluso llegó a los cines, atrajo la atención del director Enrique Pérez, quien la invitó a su comedia «Pedro el Vagabundo». También consiguió para ella una beca en la escuela de teatro del Teatro Real. ¡Una formación así, a sus diecisiete años, jamás habría podido pagarla por sí misma!
Allí enseñaban actores y directores ya consagrados. Uno de ellos, el cuarentón Mauricio Estévez, no pudo resistirse al talento de la joven. Su éxito le valió el papel protagonista en una película basada en la obra de un premio Nobel español. Fue él quien le dio un apellido más sonoro, con el que el mundo la conocería: Margarita Gutiérrez se convirtió en Margarita Garbo.
Pero la atención de Estévez tenía un precio. La criticaba por cada kilo de más, elegía su ropa y exigía obediencia. En el plató, todos apartaban la mirada cuando le gritaba, reduciéndola a lágrimas.
Recordando su infancia pobre y triste, Margarita lo soportó todo. Cualquier cosa antes de volver a aquel piso oscuro.
Su paciencia dio fruto. Cuando el magnate del cine Luis Martínez, uno de los fundadores de la productora «Metro-Oro-Martínez», invitó a Estévez a Hollywood, el director español puso una condición: ¡solo iría con su actriz! Margarita no encajaba con las estrellas pícaras del cine americano, pero Martínez accedió.
Sin embargo, cuando Estévez y Margarita llegaron llenos de esperanza a Nueva York los recibió el silencio. Nadie de la productora contactó con ellos. Tras dos meses de espera, la desesperada pareja viajó a Hollywood, pero allí tampoco hubo respuesta.
Finalmente, Margarita decidió saltarse a Martínez y acudió a una prueba con otro ejecutivo, Ignacio Torres. Logró impresionarle: decidieron convertirla en una estrella. Contrataron profesores de inglés y dicción, la pusieron a dieta, la llevaron al dentista y al esteticista.
Cuando apareció en «La Seductora» como una refinada marquesa, nadie reconocía a la chica del barrio obrero.
Las películas mudas de Margarita Garbo fueron un éxito sin precedentes. En 1928, se convirtió en la actriz más taquillera. Para entonces, ya se había despedido de Estévez, despedido tras sus constantes peleas con los jefes. En Hollywood no era tan valorado como en casa, y nadie toleraba sus rabietas.
Sin embargo, al perder un mentor, Margarita encontró otro. El guapo actor Juan Gil, ya consolidado, inició con ella







