No pienso permitir el retorno de los traidores.

Life Lessons

¿Y dónde está Vicuña? ¡No se ve a Vicuña por ningún lado! ¿A dónde se ha ido? susurra entre la multitud de familiares que se agolpan en la escalera del Hospital Universitario La Paz, mientras la confusión se extiende.

Si Vicuña fuera Víctor, el padre del recién nacido, habría mucho menos desconcierto en los tonos; sin embargo, Vicuña es el diminutivo de Lourdes, el nombre femenino de nuestra protagonista.

El hecho de que la propia Lourdes desaparezca de golpe, sin llevar en brazos el sobre con su pequeña hija, resulta totalmente inesperado.

¡Se ha fugado! exclama la madre de Lourdes cuando entregan a su yerno, Iñigo, los papeles y la última carta de la esposa que ha huido.

La carta es idéntica a todas esas notas que los padres suelen dejar: No estoy preparada, no me buscáis, no renuncio a mi hija, enviaré la pensión, pero esa es mi última decisión. No contiene dirección de retorno ni ninguna explicación de por qué una mujer respetable, que hace medio año soñaba con ser madre, decide de repente abandonarnos así.

Iñiguillo, no te preocupes. En cuanto recupere la razón, se dará cuenta, volverá la madre de Lourdes intenta tranquilizar al yerno.

Sofía, la hermana mayor, nunca repite esas palabras; su voz interior le asegura que Vicuña no volverá. Si ella actúa, lo hace con pleno conocimiento; cualquier cosa que abandona, la deja atrás.

¡Cierra la boca, Sofía! le dice la madre, mientras la hija sugiere cautelosamente que Lourdes quizá nunca regrese. Volverá. En uno o dos meses recordará el amor de madre.

Tres meses después llegan los papeles del divorcio. Lourdes no comparece a los juzgados, renuncia a la custodia y la pequeña Marieta se queda con su padre.

Sofía empieza a visitar cada vez más al exmarido de su hermana, Iñigo, para ayudar con la niña y conversar con él. Después de todo, ambas comparten una pena: Sofía también fue abandonada, aunque no justo después del parto, sino un año después, cuando su prometido la dejó.

Planeaban casarse cuando su hijo cumpla tres años y Sofía termine la baja. Pero Máximo huye, dejándola ahogada en problemas. Afortunadamente, el tribunal reconoce su paternidad y Sofía recibe alguna pensión.

Sofía teme que el marido de su hermana, ahora supuestamente el nuevo padre, la abandone con su hijo. Busca señales de alarma en el comportamiento de Iñigo, aunque nunca se lo cuenta a su madre ni a su hermana.

Al final se da cuenta de que ha puesto la atención en la persona equivocada; la hermana resultó ser otra cosa…

Resulta que la madre, al enterarse de que Sofía se ha mudado con Iñigo, la acusa de impropiedad: ¡Mira, coqueteas con el marido de tu hermana, es un pecado!. Iñigo, sin embargo, la echa fuera de su casa diciendo que a ella no le incumbe.

Cuando Sofía se entera, Iñigo, algo ebrio, confiesa que la quiere casar y que incluso adoptaría a su hijo.

Todo será justo, Sofía. Criarás a mi hija como a la tuya, y yo contaré a tu hijo como propio. No te obligaré a nada, tú decides, pero juntos será más fácil le dice, añadiendo que puede ganar el salario, pero no sé cómo manejar pañales, medicinas o sopas.

Sofía, antes de la baja, trabajaba como educadora en un jardín infantil privado, sin grandes ingresos. La oferta de Iñigo le parece demasiado pragmática, pero al reflexionar entiende que el amor de novela ya no le ha traído felicidad, salvo por su hijo querido.

Quizá sea el momento de ser práctica. Iñigo es bueno, no bebe, no fuma, siempre ayuda con dinero y Marieta se ha acostumbrado a llamarle mamá en dos años.

Así que, ¿por qué no todo salga bien al fin? La madre no asiste al matrimonionadie la esperaba, firman, beben un chupito con amigos, reciben los mejores deseos y vuelven al piso de Iñigo, donde ya vivían los cuatro.

La vida apenas cambia, salvo que ahora los niños comparten una habitación y los adultos la otra. Sofía e Iñigo también son gente que merece su propia felicidad.

Una mañana, mientras Iñigo espera un reparto y abre la puerta, la exesposa Lourdes irrumpe sin avisar.

¡Cariño, he vuelto! anuncia. Cuando Iñigo la rechaza con un gesto firme, ella, sin perder la compostura, pregunta: ¿No te alegras?

¿Debería? replica Iñigo con desdén.

Él había pensado mil veces qué decirle, pero al encontrarse cara a cara solo logra preguntar por qué ha venido.

Quiero ver a mi hija. También pensé en arreglar las cosas entre nosotros.

No, ya tengo mi familia y no dejo que traidores vuelvan le responde.

¿Estás hablando de Sofía? insiste Lourdes. ¿Cómo puedes cambiarme por ella?

En ese instante Sofía sale de la ducha; lo primero que ve es la puerta entreabierta del cuarto de niños, donde los pequeños observan como si fuera una muralla segura. Lourdes, al notar a los niños, se lanza hacia la pequeña Marieta.

¡Marieta, cómo has crecido! exclama, alzando a la niña. De pronto el llanto de Andrés, el hermano mayor, se vuelve un grito y trata de arrancarle el pelo a Lourdes.

¡Suelta a mi hermana, bruja! grita. Andrés muerde la pierna de la mujer. Con sólo medias y una falda corta, el dolor obliga a Lourdes a emitir un chillido y, tras soltar a Marieta, se aferra a su herida.

Marieta corre hacia su hermano y se esconden detrás de Sofía. Lourdes los mira con una mirada asesina y susurra:

¡Serpiente! Has puesto a mi hija contra mí no lo permitiré.

El intento de retomar la custodia fracasa: Lourdes había renunciado a la tutela, y Marieta nunca vio a su madre desde el nacimiento, sin intención de entablar relación. Ni la intervención de la madre, que intentó una jugada de reversa, logra nada.

Al final Iñigo y Sofía cortan todo contacto con la familia de Lourdes y se mudan a Valencia sin dejar dirección. Ahora viven felices, criando a tres niños. Sólo los amigos más cercanos saben que Marieta es hija de una verdadera bruja, mientras su madre Sofía es una hada buena que la salvó y no la devolvió.

Andrés cuenta la historia diciendo que su padre también es un hechicero, porque abandonó a la buena hada y se escapó.

Al fin, el buen papá ha encontrado a su familia: mamá, papá y los niños, y el cuento termina como debe, con felicidad.

Rate article
Add a comment

14 − thirteen =