¡No me mires así! No quiero a este niño. ¡Tómalo!” – Una desconocida me arrojó el portabebés a los brazos. No entendía lo que estaba pasando.

Life Lessons

¡No me mires así! No quiero a este niño. ¡Llévatelo! Una desconocida me arrojó el portabebés a los brazos. No entendía qué estaba pasando.

Con mi marido, siempre habíamos vivido en armonía. Casi nunca discutíamos. Yo me esforzaba por ser una buena esposa y ama de casa. Nos casamos cuando aún estábamos en la universidad. Luego, quedé embarazada y tuvimos gemelos. Cuando los niños crecieron, montamos un pequeño negocio. Solo a veces ayudaba a mi marido, porque tenía que cuidar de los niños y de la casa. Sobre todo, adoraba cocinar. Mi esposo siempre esperaba el fin de semana para probar mis nuevos platos. Cada vez intentaba inventar algo distinto, y él era mi catador oficial. Los niños también estaban emocionados por saber qué prepararía mamá esa vez. Con tantas preocupacioneslos niños, la casa, el trabajonunca presté atención a lo que hacía mi marido. Jamás se me ocurrió que ese hombre pudiera engañarme.

La verdad es que el último año había sido difícil. El negocio no iba bien, y recortábamos gastos donde podíamos. Mi esposo incluso tuvo que viajar por el país para firmar contratos nuevos. Los niños empezaron primaria, así que yo me quedaba en casa con ellos.

Un día, al volver del trabajo con mi marido, una mujer hermosa nos sorprendió. Bajamos del coche, y la desconocida se acercó corriendo y me arrojó el portabebés.

¡No me mires así! No quiero a este niño si él no quiere estar conmigo. ¡Llévatelo! gritó como una loca, señalando a mi marido.

Me quedé paralizada, sin entender nada.

¡Me prometiste que la dejarías y estarías conmigo! ¡Si no es así, no quiero a este niño! Escupió cerca de mis pies, giró sobre sus talones y se fue.

El shock me duró minutos, hasta que caí en la cuenta de que sostenía al bebé. No le pregunté nada a mi marido; su mirada lo decía todo. En silencio, entramos al piso. Dentro del portabebés había un niño, de no más de dos semanas.

Recogerás a los niños del colegio y comprarás todo lo que anote para el bebé. Él asintió sin decir palabra.

Desde entonces, han pasado dieciocho años. Muchos conocidos me criticaron, sin entender por qué criaba al hijo de otra teniendo ya dos hijas. Nunca pregunté por esa mujer. Lo crié como a mi propio hijo. Las niñas estaban felices de tener un hermanito. No le ocultamos la verdad, y cuando creció, se lo explicamos. Para nuestra sorpresa, lo aceptó con serenidad, sin preguntar siquiera por su madre biológica. Y yo era feliz. Tenía tres hijos maravillosos que nos querían. La relación con mi marido se resintió, pero él intentó repararla como pudo.

El día del cumpleaños número 18 de mi hijo, decidimos celebrarlo en familia. Mis hijas vendríanahora casadas, con sus maridos y viviendo por su cuenta. Justo al sentarnos a la mesa, sonó el timbre. No esperábamos más invitados, así que me inquieté. Algo me había perturbado todo el día, y tenía razón. Al salir al recibidor, vi a una mujer delgada que me recordó a aquella que me entregó a su hijo.

¡Quiero hablar con mi hijo! dijo.

¡Aquí no tiene ningún hijo! respondimos al unísono mi hijo y yo.

Él cerró la puerta y nos invitó a todos a la mesa. Y yo, con lágrimas en los ojos, sentí una felicidad inmensa. Tenía un hijo extraordinario, aunque no fuera mío.

Rate article
Add a comment

eleven + 20 =