Mi ex me pidió que cuidara de su esposa embarazada

Life Lessons

Cuando el teléfono sonó a las siete de la mañana, supe al instante que era Rodrigo. Solo él podía llamar a esa hora con la energía de quien cree que el día empieza a las cinco.

¿Sí? gruñí, aún medio dormida.
Carla, perdona que te despierte, pero necesito pedirte un favor enorme.

Me incorporé en la cama. Con él, un “favor enorme” solo podía significar desastre o locura.

Dime ya, no me hagas sufrir.
Tengo que viajar a Buenos Aires por trabajo. Dos semanas. Sofía está de seis meses y el médico le ha ordenado reposo
¿Y quieres que cuide de tu mujer embarazada? lo interrumpí.

Al otro lado del teléfono, el silencio fue denso.

Solo necesito que te asegures de que coma bien, vaya al médico, no se preocupe
¿Te das cuenta de cómo suena eso, Rodrigo?

Lo sé susurró. Pero solo confío en ti. Y Sofía te adora. Dice que eres la hermana que nunca tuvo.

Fantástico, pensé. La hermana que antes fue su mujer y que aún no está segura de haberlo superado del todo.

Colgué, pero veinte minutos después ya estaba frente a su puerta. Sofía me abrió, en pijama de ositos, el pelo revuelto y una barriga redonda y encantadora.

¡Carla! No quería molestarte, esto fue idea de Rodrigo dijo, sonrojada.
Tranquila, no muerdo. ¿Dónde está tu aventurero?
En el dormitorio, buscando calcetines. Azules. Sin éxito, como siempre.

Ah, esos calcetines los conocía bien.

¿De verdad viniste? asomó Rodrigo.
Sí, pero con condiciones.

Se puso alerta.
¿Cuáles?
No llames cada cinco minutos. A tu regreso, cena en el restaurante más caro de Madrid. Y cómprale a Sofía chocolates suizos, porque los lleva deseando desde ayer.

¿Cómo lo sabes? preguntó Sofía, sorprendida.
Se te nota en la mirada sonreí. La experiencia de las embarazadas no se borra.

Cuando por fin se marchó, nos quedamos solas: la exmujer y la actual, ambas un poco perdidas.

Es raro, ¿no? dijo Sofía, sirviéndome té.
Mucho. Pero ya me acostumbré a las cosas raras de la vida.

Pasamos los días juntas. Llegaba temprano, preparaba el desayuno, ayudaba en la casa. Veíamos series, reíamos, hablábamos de todo.

Dime la verdad, ¿todavía lo quieres? preguntó ella una tarde, casi en un susurro.

Podía haber mentido. Pero no con ella.
Sí. Pero no como antes. Es como querer un recuerdo. Duele, pero no hiere.

Asintió.
Tenía miedo de que me odiaras.
Créeme, lo intenté me reí. Pero eres demasiado buena para odiarte.

Al día siguiente fuimos al médico. Cuando en la pantalla apareció un pequeño corazón, Sofía me agarró la mano.
¿Ves? Ese es.
Y lo vi: una vida diminuta, nacida de un pasado que alguna vez compartí con ese hombre. Dolió pero también me dio paz.

Es precioso dije, sincera.
¿Crees que Rodrigo llorará cuando vea la foto?
Sin duda. Hasta llora cuando las películas terminan bien.

Nos reímos. Lloramos. Nos hicimos amigas.

Una noche, mientras cocinábamos, Sofía preguntó:
¿Por qué os separasteis de verdad?
Dejé el cuchillo.
Éramos polos opuestos. Yo, el control; él, el caos. Yo, la calma; él, la tormenta. Nos quisimos, pero no supimos convivir.

¿Y conmigo?
Contigo encontró equilibrio. Lo calmas. Yo solo avivaba el fuego.

Ella sonrió entre lágrimas.
Eres increíble, Carla.
No, solo aprendí a soltar.

Cuando Rodrigo regresó, Sofía casi se lanza a sus brazos. Él no paraba de agradecerme.
Carla, eres un ángel.
Sí, un ángel que quiere cenar en un restaurante con tres estrellas Michelin recordé.

Se rieron, y yo los observé. De repente lo sentí claro: sí, aún lo quería. Pero ahora era un amor sin exigencias. Un amor que sabía alegrarse por la felicidad ajena.

Este niño tendrá la mejor tía del mundo dijo Rodrigo, mirando la ecografía.
¿Tía? repitió Sofía.
Claro sonreí. Después de dos semanas, ya soy parte oficial de esta familia rara pero feliz.

¿Segura que quieres meterte en este lío? bromeó él.
Demasiado tarde para echarme atrás respondí. Alguien tiene que evitar que le pongáis Agustín.

Y

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