Lenochka, piénsalo cien veces antes de renunciar a tu hijo, ¡luego será demasiado tarde!

Life Lessons

Mara, piénsalo cien veces antes de firmar una renuncia al bebé, ¡luego será demasiado tarde!
No puedo abandonarlo, entiéndame, no puedo

Todo el personal del Hospital Universitario La Paz estaba preocupado por la joven parturienta. Se veía que la decisión le costaba mucho, y todos trataban de convencerla de que no había otra salida.

¿Sabe usted que mi padre me crió con mano dura? Desde pequeño me repetía que, si Dios no lo permitiera, jamás tendría un hijo en la falda. ¿Cómo le explico que ya ha ocurrido? Él cree que sigo estudiando, que estoy formándome para una profesión. La mitad del año he estado en casa por el embarazo y le he mentido.
Todo pasa en la vida, hijo. Si te grita, te reprende, al final aceptará a tu chico; es su nieto, la continuación de la familia.
Ustedes no conocen a mi padre, es muy estricto Si mi madre estuviera viva, me comprendería

Mara sollozó amargamente. El padre del niño declaró de inmediato que no se moja las manos, que el hijo no le interesaba. Mara creía en los sentimientos sinceros y eso le dolía aún más. No optó por el aborto y dio a luz a un niño sano, de mejillas sonrosadas.

Su madre falleció cuando Mara estaba en sexto de primaria. En un viaje de trabajo con sus colegas sufrió un accidente de coche; todos salieron con vida salvo ella. La vida de Mara se dividió en antes y después. Su padre, como quien se rompe una cadena, desbordó su dolor y rabia contra ella.

Mara, escucha, si traes un hijo fuera del matrimonio te echaré de casa. En nuestra familia no habrá deshonra, ¿entendido? Estudia, hija, consigue un título, conviértete en médica, sé una persona respetada.
Papá, ¿qué hijo fuera del matrimonio? Soy pequeña, estudio mucho, no quiero decepcionarte, no me grites.

Terminó el colegio con medalla de oro y ingresó en la Universidad Complutense de Madrid, tal como deseaban madre y padre. Cada vez que volvía a casa, su padre preparaba su famosa tortilla de patatas y le preguntaba por los estudios, recordándole siempre no traigas un hijo fuera del matrimonio.

Lo que temía, ocurrió. En el segundo año conoció a Carlos en una clase de baile. Sin darse cuenta se enamoró; era su primer novio. Ya imaginaba el día de la boda, con un vestido blanco, y su padre orgulloso diciendo: ¡Qué hija tan inteligente y bella, mi nuera será una gran mujer!. Pero el chico la dejó y sus sueños se esfumaron como polvo.

El parto fue fácil, pero no le resultó sencillo a la joven madre evitar mirar al bebé. De inmediato quiso redactar la renuncia. Al ver aquel cuerpecito arrugado, la carita encogida, el corazón de Mara se estremeció. Nueve meses había llevado al niño bajo el corazón y ahora pensaba entregarlo

En la sala había tres madres con sus bebés. Mara giraba la mirada hacia la pared para no ver cómo alimentaban a sus hijos. Nunca alimentó al suyo, aunque las enfermeras le ofrecían la oportunidad con la esperanza de que cambiara de idea.

La renuncia quedó firmada. Ningún intento de persuasión logró nada. Mara recogió sus cosas apresuradamente y salió del hospital en silencio, llevándose sus documentos. Las matronas y enfermeras observaban con tristeza al pequeño al que llamaban Andrés entre ellas.

Mira, niño, te ha dejado tu madre. Sólo Dios sabe qué te deparará el futuro. Lo más probable es que encuentres una buena familia, que rápidamente lo acogerán

Andrés se quedó en silencio, escuchando con su diminuta nariz temblorosa. La enfermera infantil, Doña Nazaria, lo arrulló y le dio el pecho. Recordaba casi a todos los niños que habían sido abandonados.

A veces, las madres cambiaban de decisión y volvían, pero era raro. Esa noche Andrés, como comprendiendo que lo habían dejado, comenzó a llorar con un llanto agudo y quejumbroso. No quería alimentarse. Nazaria apenas durmió, y él dormía brevemente, comía a regañadientes y volvían a los llantos hasta que, al amanecer, se calmó y quedó apático.

¡Ay, criatura! La madre te llama, pero ella se ha ido, no quiso quedarse contigo, su hijo

Durante la ronda de control, Mara irrumpió en la sala.

¿Dónde está? ¿Aún no lo han entregado? ¡Quiero llevármelo!
Mara, ¿has regresado? ¡Gracias a Dios! Andrés aún está con nosotros; los papeles no se han entregado. ¿Estás segura de tu decisión? No es un juego.
¡Sí, estoy segura! ¡Es mi hijo, cómo pude abandonarlo!

Mara empezó a sollozar.

No he dormido en toda la noche; escucho su llanto y mi corazón se parte. Mi niño está aquí, solo, sin madre Déjenme alimentarlo, la leche ya llega.

La llevaron a una habitación privada y le entregaron al bebé. Lo sostuvo contra sí y el pequeño empezó a chupar con fuerza. El personal, al borde de la puerta, sonreía sinceramente. No le esperaban el destino de un abandonado; ahora estaba con su madre.

Hablé con mi padre, le confesé que había dado a luz y lo había dejado por culpa de sus palabras. Le dije que no podía vivir sin mi hijo y que quería recuperarlo. Al principio quedó en shock, luego dijo que quería ver a su nieto y que yo era una tonta, no una madre. Me recriminó no haberle contado antes, por haber dejado al niño.
Yo siempre he oído no tengas hijos fuera del matrimonio. Pero mi padre, al ver al niño, lloró de alegría Pues lo llevaré a casa, le daré mi apellido y mi segundo nombre.

Todo el hospital observó por la ventana la figura frágil de la madre con su hijo. ¡Que Dios los colme de felicidad!

Con cuántas madres se repite la frase: «Si traes un hijo fuera del matrimonio, te echaré de casa». Cuántas jóvenes abortan o abandonan a sus recién nacidos por esas palabras. Cuántas vidas quedan marcadas de dolor. La moraleja es clara: los padres deben amar y aceptar a sus hijas, sea cual sea su situación, con o sin marido, con o sin niño fuera del matrimonio.

Sean amados y felices.

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