Lourdes, piénsalo cien veces antes de firmar la renuncia del bebé, ¡después será demasiado tarde!
No puedo abandonarlo, entiéndanme, no puedo
Todo el personal del Hospital Universitario La Paz se preocupa por la joven parturienta. Se nota que le cuesta decidir y que necesita que alguien la convenza.
Sabéis, mi padre me crió con mano dura. Desde pequeña me repetía que, si Dios quiere, no tendría que tener un hijo en la calle. ¿Cómo le voy a decir que ha pasado? Él cree que sigo estudiando, que voy a terminar la carrera. He estado medio año en casa por el embarazo y le he mentido.
En la vida pasa de todo, que te grite, que te regañe y que al final acepte al niño, porque es su nieto, la continuación de la familia.
No, no lo saben, mi padre es muy estricto Si mi madre viviera, me entendería
Lourdes llora con amargura. El padre del bebé declara al instante que se lava las manos, que no quiere al niño. Lourdes confía en los sentimientos sinceros y eso le duele aún más. No opta por el aborto y, al fin, nace un niño sano y moreno.
Su madre muere cuando Lourdes está en sexto de primaria. Viaja con sus compañeras de trabajo y su coche se estrella. Todos sobreviven menos ella. La vida de Lourdes se divide en antes y después. Su padre, como quien se rompe una cadena, derrama todo su dolor y rabia contra ella.
Lourdes, no quiero que traigas vicio al hogar, o te echo de casa. En nuestra familia no habrá vergüenza, ¿entendido? Estudia, hija, consigue la profesión y serás una respetada médica.
Papá, ¿qué vicio? Yo soy pequeña, estudio bien, no quiero decepcionarte, no me grites.
Termina el instituto con la medalla de oro, entra en la Facultad de Medicina, tal como sus padres deseaban. Vuelve a casa unas cuantas veces al año. El padre prepara su famosa tortilla de patatas y le pregunta por los estudios, siempre recordándole no traigas vicio al barrio.
Lo que temía, se cumple. En el segundo curso conoce a Alejandro en una clase de baile. Sin darse cuenta se enamora; es su primer novio. Ya se imagina caminando con él de novia, y su padre orgulloso diciendo: ¡Qué hija tan lista y hermosa!. Pero todo se torca. Alejandro la deja y sus sueños de boda se desvanecen como polvo.
El parto es sin complicaciones, pero la joven madre no quiere mirar al bebé. Decide redactar la renuncia. Al ver ese cuerpecito arrugado, el corazón de Lourdes se estremece. Nueve meses ha llevado al niño bajo su corazón y ahora quiere entregárselo
En la sala comparten tres madres y sus bebés. Lourdes se vuelve hacia la pared para no ver cómo alimentan a sus hijos. Ni una sola vez alimenta al suyo, aunque las enfermeras le ofrecen la leche con la esperanza de que cambie de idea.
La renuncia queda firmada. Ningún argumento la convence. Reúne sus cosas rápidamente y sale en silencio del hospital con los papeles. Las matronas y enfermeras observan con tristeza a Andrés, como lo llaman entre ellas.
Todo, el niño se queda solo, su madre se ha ido. ¿Qué le deparará el destino? Solo Dios lo sabrá. Lo más probable es que acabe en una buena familia, donde los niños se cuidan rápido
El pequeño se queda quieto, mueve su naricita de manera graciosa. La enfermera infantil, Doña Natividad, lo acuna y le da el biberón. Ella conoce casi a todos los niños que son abandonados.
A veces las madres cambian de opinión y vuelven, pero es raro. Esa noche, Andrés, como si comprendiera que lo han dejado, comienza a llorar a lágrima viva. La leche lo rehúsa.
Doña Natividad casi no duerme en toda la noche; Andrés se queda dormido un momento, come a regañadientes un poco de fórmula y vuelve a llorar con más fuerza. Al amanecer se calma, queda apático y sin interés.
¡Ay, niño! Llamas a tu madre, pero ella ya no está, se ha ido sin quererte
Durante la ronda, Lourdes irrumpe en la sala.
¿Dónde está? ¿Aún no lo entregan? ¡Quiero llevármelo!
Lourdes, ¿has vuelto? ¡Gracias a Dios! Andrés aún está con nosotros, los documentos no se han entregado. ¿Estás segura de tu decisión? No es un juego, es tu vida.
¡Sí, estoy segura! ¡Es mi hijo, cómo he podido abandonarlo!
Lourdes comienza a sollozar.
No he dormido en toda la noche, escucho su llanto y el corazón se me parte. Mi hijito está solo, sin madre Déjenme alimentarlo, la leche está lista.
La llevan a una habitación individual, le entregan al bebé. Lo acuesta y el pequeño empieza a succionar con fuerza. El personal médico, en la puerta, celebra con una sonrisa. El niño no conocerá la suerte del abandonado, está con su madre.
Le he contado a mi padre que lo dejé por culpa de él, que no podía vivir sin el bebé y que ahora quiero recuperarlo. Al principio se quedó helado, luego dijo que quería ver al nieto y que soy una tonta, no una madre. Me reprendió por no haberle dicho nada antes.
Siempre he escuchado que no des a luz fuera del matrimonio. Pero él, al final, se emocionó y hasta lloró de alegría. Pues bien, llevaré a mi hijo a casa, presentaré al abuelo, daré su segundo nombre y su apellido.
Todo el hospital despide con la mirada la figura frágil de la madre y su niño. ¡Que Dios les conceda felicidad!
Con cuánta frecuencia los padres ahuyentan a sus hijas desde pequeñas con la frase: ¡Si traes problemas a la casa, te echo fuera!. Cuántas jóvenes abortan o renuncian a sus recién nacidos por esas palabras. Cuántos destinos se rompen. La moraleja es vital, pero las chicas deben saber que sus padres las aman y las aceptarán, sea cual sea la situación, con o sin marido, embarazadas, con problemas.
¡Sed amadas y felices!







