La Segunda Oportunidad Tiene Su Propio Valor

Life Lessons

**La Segunda Vez Tiene Su Valor**

¡Mamá, no quiero ir a casa de la abuela! gritó la pequeña Lucía, de siete años, intentando escapar de los brazos de su madre. ¡Ella no me quiere! ¡Solo quiere al tío Javier!

Lucía, no digas tonterías respondió Marta, cansada, mientras le abrochaba el abrigo a su hija. La abuela quiere a todos sus nietos por igual.

¡No es verdad! la niña golpeó el suelo con el pie. ¡Ayer le dio helado a Daniel, el hijo de la tía Sofía, y a mí no me dio nada!

¿Quizás tenías dolor de garganta? intentó justificar Marta.

¡No! ¡Es que no le gusto porque no soy hija de su hijo!

Marta se detuvo, con el cepillo aún en la mano. ¿Cómo una niña de siete años sabía esas cosas? ¿Quién se lo habría dicho?

Lucía, ¿quién te dijo eso?

Nadie la niña se giró hacia la ventana. Yo me di cuenta. Daniel dice que su papá y el mío son hermanos. Y yo sé que mi papá no es mi papá de verdad. Mi papá de verdad vive lejos.

El corazón de Marta se encogió. Se sentó junto a su hija en el sofá.

Lucía, escúchame bien. El padre Luis es tu verdadero padre. Te quiere muchísimo, te cuida desde que tenías dos años. Y la abuela Carmen también te quiere.

¿Entonces por qué siempre elogia a Daniel y a mí me regaña? los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.

Marta no supo qué responder. Porque Lucía tenía razón. La suegra, en efecto, trataba a su hija diferente que al nieto de su hijo mayor.

Marta, vamos tarde entró Luis en la sala. Lucía, vístete rápido o la abuela nos estará esperando.

¡No quiero ir! lloró Lucía de nuevo. ¡Ella no me gusta!

Luis miró a su esposa, confundido.

¿Qué pasa?

Te lo explico después susurró Marta. Lucía, vístete. Vamos todos juntos.

Caminaron por el parque de la ciudad en silencio. Lucía arrastraba los pies detrás de ellos, sollozando de vez en cuando. Luis llevaba una bolsa de compras para su madre, y Marta pensaba en cómo sería la visita.

Carmen siempre había sido una mujer difícil. Cuando Luis presentó a Marta y a su hija de dos años, la suegra los recibió con frialdad.

¿Para qué una niña que no es tuya? le decía a su hijo. Encuentra una chica decente y ten tus propios hijos.

Pero Luis era terco. Amaba a Marta y a Lucía como si fuera su hija. Se casaron, él la adoptó legalmente y le dio su apellido.

Carmen lo aceptó, pero nunca logró querer a su hija como merecía. Sobre todo cuando su hijo mayor, Javier, le dio un nieto “de verdad”: Daniel.

¿Está en casa? preguntó Luis, llamando a la puerta.

Sí, sí respondió una voz desde dentro. Pasad.

Carmen abrió la puerta y abrazó a su hijo.

¡Mi Luis, cuánto te echo de menos! le besó la mejilla y saludó a Marta. Hola, Marta.

Hola, doña Carmen.

¿Y dónde está mi nietita? la abuela miró a Lucía, que se escondía tras su padre.

Aquí estoy murmuró la niña.

Entrad, sentaos Carmen los llevó a la sala. ¿Cómo estáis? Luis, has adelgazado.

No, madre, estoy bien él rio. Marta cocina muy bien.

Eso es bueno. Y Lucía, ¿cómo va en el colegio? ¿Buenas notas?

Voy bien refunfuñó la niña.

Lucía, responde a tu abuela con educ

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