Invité a mamá y a mi hermana a celebrarnos el Año Nuevo, – informó el esposo la noche del treinta de diciembre. – ¿Te dará tiempo a preparar todo?

Life Lessons

He invitado a mi madre y a mi hermana a pasar el Año Nuevo con nosotros anunció Antonio la tarde del 30 de diciembre. ¿Lograrás preparar todo a tiempo?

¡Por fin, los fin de semana tan esperados! exclamó Luz, acomodándose en el puf del pasillo y quitándose las botas. Diez días completos de descanso nos esperan. Estiró los brazos, relajó los músculos tensos y, con una sonrisa interna, se imaginó los diez días venideros.

Eso suena genial asintió Antonio, sujetando el marco de la puerta. Por cierto, acabo de hablar con Sofía. Ella dice que todavía no han decidido dónde celebrar, así que vendrán a nuestra casa.

Entonces frunció el ceño Luz, levantando la vista hacia su marido también vendrá mi madre. Ella siempre celebra con ellos.

Ya ves, la familia entera se reunirá recapituló Antonio, notando el cambio de humor en su esposa.

¿Te das cuenta de que el Año Nuevo es mañana? preguntó de golpe María, la hermana de Luz. He trabajado hasta tarde toda la semana para cumplir la cuota. ¿Y ahora me dices que mañana solo tendré que entretenerme con sartenes?

¿Qué hay que cocinar? respondió Antonio con aire despreocupado. Un par de ensaladas, un segundo plato, unas picadas quizá algunos aperitivos.

José, aléjate de mí por ahora, que podrías recibir un golpe de sartén advirtió Luz, más seria que nunca. Si tus parientes vienen, que traigan algo de comida. Llama ahora y díselo. Recuerdo una Nochevieja en la que corría con platos mientras tus amigas se quedaban en el sofá tomando vino bajo la luz azul de la televisión.

Luz, ¿por qué reaccionas así? preguntó Antonio, sorprendido por la intensidad.

¿Y cómo debería hacerlo? replicó ella, sin esperar explicación, y se dirigió al dormitorio para cambiarse a ropa cómoda.

Luz estaba furiosa con Antonio, que había empezado el fin de semana un día antes. Lo único que le reconfortaba era ganar un 50% más de lo habitual este mes. Se acercó al espejo, exhaló y empezó a retirarse el maquillaje, reflexionando sobre los planes del día siguiente.

Idealmente, quería dormir hasta al menos las doce, desayunar despacio, ordenar la casa, encargar la compra y preparar algo ligero para la fiesta. No ansiaba el bullicio; estaba exhausta después de la carrera diaria en la oficina y deseaba una celebración íntima y tranquila.

«¿Cómo lograr que todo siga el plan que he trazado?» se preguntaba, repasando mentalmente cada opción.

Ignorando a Antonio, que corría de un lado a otro del piso, Luz se dirigió a la cocina. Se sirvió un té caliente con limón y se sentó a cenar. El clima era auténticamente navideño: pequeñas copas de nieve caían, brillando bajo las farolas y creando una atmósfera mágica.

Por un instante, Luz se quedó mirando por la ventana y olvidó su dilema. Entonces sacudió la cabeza, volvió a la realidad y una idea brillante, aunque arriesgada, surgió en su mente.

La mañana siguiente empezó como ella había previsto: a las doce en punto. Estirándose dulcemente, descubrió que Antonio ya estaba despierto y agitándose en la cocina, cosa rara en vísperas de fiesta. Se puso su bata y se dirigió al comedor.

¿Qué haces? preguntó Luz, entrecerrando los ojos por la luz intensa.

He querido sorprender a mi querida con un desayuno festivo sonrió Antonio, removiendo algo en un bol.

Parece que se te ha prendido el horno soltó Luz entre risas, al ver el humo que escapaba de la sartén.

Al fin sentados, Luz le preguntó a Antonio cómo pensaba recibir a los invitados sin compras ni limpieza.

No pude decir que no a Sofía respondió él, sin despegar la vista del plato.

Ya lo veo arqueó la ceja Luz. Es difícil negarle a tu hermana.

¿Quieres proponer algo? Vi tu mirada pensativa ayer. La verdad, me sorprendió tu paciencia; pensé que arrasarías el apartamento.

Primero llama a tu hermana y pregúntale si traerá aperitivos y ensaladas. Son cuatro: dos adultos y dos niños.

Antonio asintió, tomó el móvil y, con cierta timidez, marcó el número de Begoña.

Hola, Begoña. Luz está organizando la mesa y quería saber qué llevaréis para no duplicar platos dijo.

Al otro lado, la risa de Begoña resonó. ¿Te creo, Antonio? ¡Yo tengo dos niños! Contábamos con que Luz improvisara, como siempre replicó con picardía.

Los niños ya van a la escuela, no son bebés intentó argumentar Antonio.

Un estruendo se escuchó en la línea. ¡Ay, lo siento! He vuelto a romper algo. Nos vemos al atardecer colgó Begoña.

Antonio volvió a Luz con una mueca confundida.

No traen nada, ¿verdad? preguntó ella, esperanzada.

Ni mamá tampoco. Ambas dijeron que quieren descansar y pasar tiempo, no cocinar resumió Antonio.

Lo entiendo musitó Luz, mordiendo su labio. Quiero ir a pasar el Año Nuevo con mis padres. Me lo propusieron el jueves, pero preferí quedarme en casa sin decírtelo. ¿Vendrás conmigo? No nos queda mucho tiempo para decidir.

Entonces nos enfrentaríamos a la familia replicó Antonio, perplejo.

O pelearías conmigo sonrió Luz.

Claro que elijo a ti respondió Antonio, levantando las manos en señal de paz.

Luz decidió ordenar el piso para regresar al Año Nuevo con una vivienda impecable. Antonio salió de compras con la lista que Luz había preparado. Al entrar al centro comercial, la atmósfera navideña lo envolvió: luces centelleantes en los escaparates, árboles decorados y figuras de Papá Noel por doquier.

¡Exacto! ¡Un árbol! exclamó, dejando todo a un lado y dirigiéndose directamente al mercado de árboles. Allí eligió una pequeña pero simpática abeto, cuyas ramas rozaban su cara al cargarla sobre el hombro.

Al abrir la puerta, Luz se giró y exclamó, ¡Un árbol! Su rostro se iluminó.

¿Lo decoras? Aún no he comprado nada de la lista, solo quería sorprenderte.

¿Siempre has sido contraria a los abetos vivos? preguntó Antonio, encogiéndose de hombros. Este año me apetecía un cambio.

El ambiente se volvió verdaderamente festivo. Luz, sin perder tiempo, sacó de lo alto del armario una caja de adornos y comenzó a colgar bolas y guirnaldas; cada nuevo adorno hacía que la habitación se volviera más encantadora.

Absorbida en la tarea, cuando terminó Antonio regresó. Se apresuró a desempacar y a preparar la salida.

¿Todo comprado? inquirió Luz, inspeccionando las bolsas rebosantes de alimentos y souvenirs.

Todo menos el pescado. No estaba fresco, iremos a otra tienda en el camino contestó Antonio, y el corazón de Luz se llenó de calidez.

Bien respondió, sin esperar tal entusiasmo de su marido. Pensaba que no aceptaría su idea y que pasarían la noche entreteniendo a los parientes.

Pronto cargaron el coche con los paquetes y los regalos. Eran las siete de la tarde y los familiares de Antonio debían llegar a las diez. El trayecto a la casa de los padres de Luz tomaba una hora, pero salieron con antelación para no retrasarse.

Luz y Antonio estaban junto al maletero, repleto de bolsas, cuando ella, acomodándose el cabello, preguntó:

¿Crees que no hayamos olvidado algo?

Todo está, salvo el postre. Podemos comprar algo en la ruta comentó Antonio.

Luz asintió y partieron.

Llegaron a una casa rural muy acogedora. Aunque estaba en el campo, los padres de Luz la habían construido hace diez años, cuando decidieron vender el piso de la ciudad y mudarse. Siempre activos, aun en la vejez conservaban el ánimo juvenil. La fachada estaba adornada con guirnaldas que daban un aire festivo.

El año pasado no quitamos las guirnaldas rió Antonio, mientras Luz elogiaba el esfuerzo.

¿En serio? No lo había notado cuando estuvimos de visita en verano contestó Luz, sonriendo.

Comenzaron a descargar los bultos; Luz, entregando una bolsa a su padre, dijo:

Hemos traído de todo. No sé qué planeáis cocinar, pero seguro servirá.

¡Vamos, que yo llevo todo al interior! ordenó el padre, Don José. Mientras vosotros cocináis, prepararemos la sauna que tengo en el patio, construida con mis propias manos, siempre perfumada con aceites aromáticos.

Mientras tanto, Luz y su madre, Valeria, pusieron películas de Navidad y, inmersas en la rutina, perdieron la noción del tiempo. Cuando el reloj marcó las nueve, el móvil de Antonio empezó a sonar sin cesar.

Antonio, ¡abranos! Estamos en la puerta mandó Sasha.

No estamos en casa respondió Antonio, vacilante.

¿Y dónde estáis? ¿Cuándo volved? preguntó con desdén su hermana.

Nos fuimos al pueblo. Todo se ha vuelto un caos; volveremos en dos días intentó justificar Antonio, sin querer escuchar reproches.

¿Al pueblo? ¿Y el Año Nuevo? exclamó su hermana, incrédula.

Celebramos aquí, en el pueblo explicó Antonio.

¿En serio? replicó Sasha, frunciendo el ceño. Entonces, ¿qué hacemos?

Tenéis tiempo para volver a casa y celebrar en familia respondió Antonio con serenidad.

¿Me obligas a entretener a los niños toda la noche? preguntó con sorpresa su hermana.

No lo sé, si es necesario, lo haré tartamudeó Antonio.

No esperaba tal traición de tu parte. ¿Tendréis la llave bajo la alfombra? preguntó su hermana, sin perder la esperanza. No quiero limpiar después.

Ahora entiendo por qué cada Año Nuevo vais a casas ajenas sonrió Antonio. Mi esposa te ha jugado una mala pasada. ¡Feliz Año Nuevo, querida! colgó.

Antonio contó mentalmente hasta diez y, al instante, la pantalla mostró el número de su madre, Alba.

Sí, nos hemos ido dijo sin esperar respuesta. Pasaremos el Año Nuevo en el pueblo. No dejamos las llaves.

¿Cómo te atreves? ¡Contábamos con vosotros! estalló la madre.

Lo sé, pero así ha sido respondió Antonio. Me cansan los festejos en nuestro pequeño apartamento. ¿Por qué no nos invitáis a vosotros? Venir a lo ya preparado siempre es por favor. ¡Vuestra vivienda tiene tres habitaciones espaciosas!

¿Me criaste para soportar esto? espetó Alba, amarga.

¿Justicia? titubeó Antonio.

Silencio. Alba no supo qué responder.

Vale, hijo, te entiendo dijo con tristeza. No te molestaremos más.

Alba colgó y Antonio exhaló profundamente. La conversación había sido dura. No era de los que romperían lazos familiares por tonterías, pero los resentimientos se habían acumulado.

¿Todo bien? preguntó Luz, apoyando la cabeza en su hombro.

Sí, llamó mamá contestó brevemente.

Ya veo suspiró ella. ¿Crees que hicimos lo correcto?

Por supuesto replicó Antonio, girándose hacia ella. Nos esperan, se están preparando para nuestra llegada. ¿Y yo? dijo tristemente. Solo uso mi bondad y nada más. He soportado demasiado tiempo.

Luz lo abrazó, intentando reconfortarlo.

No te preocupes intentó Antonio aligerar el tono. Preparémonos para la fiesta.

Ese Año Nuevo resultó inolvidable. Luz y Antonio se quedaron con los padres durante un par de días: veladas junto al fuego, deslizándose en trineos como niños y largas conversaciones. Fue el más entrañable de los últimos años, lejos del alboroto y las preocupaciones.

Claro que, tarde o temprano, volverán al ritmo habitual, pero permanecerá en la memoria el recuerdo de cómo pasaron el tiempo en torno a la familia, disfrutando de las pequeñas alegrías y del calor del hogar.

Rate article
Add a comment

ten + seventeen =