Invitados inesperados

Life Lessons

**Los Inesperados**

El teléfono despertó a Valeria a las cinco de la mañana. Era un número desconocido.

¿Sí? dijo secamente.

¿Valerita? sonó una voz femenina alegre y estridente. ¿Eres tú?

Soy yo respondió con indiferencia.

¡Soy yo! exclamó la mujer. ¿Me reconoces?

La reconozco mintió por cortesía, aunque no tenía idea de quién era.

¡Sabía que lo harías! siguió, entusiasmada. Qué bien que te encontré. ¿Puedes hablar ahora?

Puedo.

Genial. Mi marido, los niños y yo acabamos de llegar a la estación. ¿Me oyes bien?

Perfectamente.

Tu voz suena un poco baja. ¿Seguro que estás bien, Valerita?

Todo perfecto.

Me alegro mucho. Primero pensamos en quedarnos en un hotel, creyendo que no teníamos familia aquí. ¡Pero luego recordamos que estabas tú! ¿Lo entiendes?

Lo entiendo.

¡Qué suerte que nos acordamos! No imaginas lo contentos que estamos, especialmente los niños.

Puedo imaginarlo.

Y mi marido dijo al instante: «Llama a Valeria. Ella no nos fallará».

Tenía razón. No os fallaré.

Entonces ¿nos dejas quedarnos en tu casa? ¿Lo he entendido bien?

Así es. Os dejo.

No será por mucho continuó, radiante. Solo un par de semanas. Para visitar la ciudad y luego volver a casa. Porque, como dice el refrán, «casa donde te quieren, de grado vuelves». ¿No crees?

Sí.

Lo sabíamos. Sobre todo mi marido. Dijo que era imposible que Valerita nos rechazara. Al fin y al cabo, somos familia. Aunque lejana, aunque hace diez años que no nos vemos ¿verdad?

Sí.

¿Vives sola ahora?

Sola.

¿En un piso de tres habitaciones?

Sí.

¿Así que vamos para allá?

Vengan.

Llegamos en una hora. ¿Sigues viviendo en el mismo sitio?

Sigo aquí.

Entonces espéranos. Ya estamos en camino.

Os espero respondió Valeria.

Colgó, dejó el teléfono en la mesilla, se arrebujó bajo la manta y se durmió, sin preocuparse demasiado por no haber reconocido a su misteriosa interlocutora.

Una hora después, sonó el timbre. Valeria miró el reloj, cerró los ojos y se dio la vuelta. El teléfono volvió a sonar. Ella seguía dormida.

Al rato, empezaron a golpear la puerta. A Valeria le dio igual. Finalmente, el teléfono repitió su llamada.

¿Sí? dijo sin abrir los ojos.

¿Valerita? la misma voz, efusiva.

Sí.

¡Somos nosotros! ¡Hemos llegado! Tocamos y llamamos, pero no abres.

¿Estáis llamando?

Sí.

Pues no os oigo.

No sé por qué.

Probad otra vez.

El timbre resonó en el piso.

Estamos llamando dijo la mujer.

No replicó Valeria, no os oigo. Ahora golpead.

Los golpes retumbaron en la puerta.

Estamos golpeando anunció.

No contestó, no escucho nada.

Creo que me he equivocado murmuró la mujer.

¿Qué?

¿Dónde estás ahora, Valerita?

¿Qué quieres decir? En casa.

¿En casa dónde?

En Albacete respondió lo primero que se le ocurrió. ¿Dónde iba a estar?

¿Cómo que en Albacete? ¿Y no en Madrid?

Me mudé hace nueve años. Justo después del divorcio.

¿Por qué?

¿Por qué me divorcié?

¿Por qué te mudaste?

Estaba harta de Madrid. Demasiados malos recuerdos.

¿Y Albacete es mejor?

Claro. Mucho mejor.

¿Qué tiene de mejor?

Todo. Lo que sea. Y ningún recuerdo desagradable. Pero, ¿para qué te cuento? Venid y comprobadlo vosotros. ¿Cuántos sois?

Cuatro. Mi marido, los niños y yo. El mayor se llama Javier, y el pequeño, Adrián. Adrián quiere entrar en la universidad por tercera vez este año.

Pues los cuatro podéis venir. Aquí también hay una universidad estupenda.

¿Cuándo podemos ir?

Ahora mismo, si queréis.

Ahora no podemos. Tengo demasiadas cosas pendientes en Madrid. Adrián solo quiere estudiar allí. Vinimos para buscar trabajo. Pensábamos quedarnos contigo un año. Pero ya ves cómo ha salido todo.

¿Así que hoy no venís?

No.

Qué lástima. Yo ya me había ilusionado.

Nosotros también lo sentimos. No te imaginas cuánto.

Sí me lo imagino.

No, no te lo imaginas. Cuando pienso en lo que nos espera, me dan ganas de tirarme por un puente.

Valeria decidió que era hora de terminar la conversación.

Bueno, pues cuando podáis, venid. Siempre seréis bienvenidos. Y cuando os instaléis en Madrid, dime tu dirección. Iré a visitaros. También un par de semanas. Ya veremos. Total, ahora en Madrid no tengo a nadie más que a ti. ¿Trato hecho? ¿Me mandarás tu dirección?

Pero no hubo respuesta. La llamada se cortó de repente.

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