— He invitado a mi madre y a mi hermana a pasar el Año Nuevo con nosotros — anunció el marido la noche del treinta de diciembre. — ¿Te dará tiempo a preparar todo?

Life Lessons

He llamado a mi madre y a mi hermana para que vengan a pasar el Año Nuevo con nosotros dice Carlos al anochecer del 30 de diciembre. ¿Crees que puedas preparar todo a tiempo?

¡Al fin llegan los fin de semana tan esperados! exclama María, sentándose en el puf del pasillo y quitándose los botines. Tengo diez días enteros de descanso por delante. Se estira, relaja los músculos tensos y, con una sonrisa mental, se imagina los próximos diez días.

Es genial asiente Carlos, apoyándose en el marco de la puerta. Por cierto, acabo de hablar con Sofía. Ella dice que aún no han decidido dónde celebrar el Año Nuevo, así que vendrán a nuestra casa añade.

Entonces frunce el ceño María, alzando la vista hacia su marido , y mamá también vendrá. Ella siempre celebra con ellos resume Carlos, notando cómo cambia el ánimo de su esposa.

¿Te das cuenta de que el Año Nuevo es mañana? le reprocha María con brusquedad. He tenido que trabajar hasta tarde toda la semana para cumplir el plan. ¿Y ahora me dices que mi mañana será un día entero de diversión con sartenes? eleva la voz.

¿Qué hay que cocinar? responde Carlos con naturalidad. Un par de ensaladas, el segundo plato, unas picadas quizá algunos aperitivos.

Carlos, aléjate de mí un momento, que podrías salir herida con una sartén dice María, seria como nunca. Si tus familiares quieren venir, que traigan algo para compartir. Llama ahora y díselo. Recuerdo una Nochevieja en la que corría con platos mientras tus amigas se quedaban en el sofá tomando vino bajo la luz de la lámpara azul.

María, ¿por qué te pones así? pregunta Carlos, sin esperar tal reacción.

¿Y cómo debería ser? replica ella sin esperar respuesta y se dirige al dormitorio para cambiarse a ropa cómoda.

María se enfada mucho con Carlos, que ayer apenas empezaba su descanso. Lo que le reconforta es que este mes ha ganado un 50% más de lo habitual. Suspira, se acerca al espejo y, despacio, se quita el maquillaje mientras piensa en los planes para mañana.

Su objetivo es dormir al menos hasta las doce, desayunar sin prisas, ordenar la casa, encargar la compra y preparar algo ligero para la celebración. No quiere agitación ni ruido; está agotada del trabajo y anhela una fiesta tranquila y acogedora.

¿Cómo hacer que todo salga según lo previsto? se pregunta, repasando mentalmente todas las opciones.

Ignorando a Carlos, que va y viene por el piso, María se dirige a la cocina, se sirve un té caliente con limón y se sienta a cenar. La nieve ligera cae sobre la calle, brillando bajo la luz de los faroles y creando un ambiente mágico.

Por un instante María se queda mirando por la ventana y olvida su dilema. Sacude la cabeza, vuelve a la realidad y se le ocurre una idea brillante, aunque arriesgada.

La mañana siguiente arranca como María había planeado: a las doce. Se estira dulcemente y ve que Carlos ya está despierto y se ocupa en la cocina, algo raro en vísperas de fiesta. Se levanta, se pone una bata suave y se dirige al comedor.

¿Qué haces? pregunta María, entrecerrando los ojos por la luz.

Quería complacerte con un desayuno festivo sonríe Carlos, removiendo algo en un bol.

Parece que se te ha quemado ríe María al ver el humo salir de la sartén.

Cuando se sientan, María le pregunta a Carlos cómo piensa recibir a los invitados, ya que no hay compras ni la casa está limpia.

No pude decir que no a Sofía responde él sin apartar la vista del plato.

Claro arquea María una ceja. A tu hermana es difícil decir que no.

¿Tienes alguna propuesta? Ayer noté tu mirada pensativa. Me sorprende que hayas aguantado tanto, pensé que desmantelarías el piso.

Primero llámale y pregúntale si van a llevar aperitivos y ensaladas. Son cuatro personas: dos adultos y dos niños.

Vale asiente Carlos.

Carlos coge el móvil y, un poco nervioso, marca a su hermana.

Sofía, hola. María está organizando la mesa y quiero saber qué llevaréis para no repetir plato.

Al otro lado suena una carcajada. ¿Carlos, en serio? ¿Cuándo me toca a mí cocinar? Tengo dos niños. Esperábamos que María improvisara, como siempre responde Sofía con tono desafiante.

Los niños no son bebés, son escolares replica él.

De pronto se oye un estruendo. ¡Ay, lo siento! He roto algo otra vez. Ya no llamaré hasta la noche cuelga Sofía.

Carlos vuelve con cara de desconcierto.

¿No van a traer nada? pregunta María, esperanzada.

No y mamá tampoco. Ambas dijeron que prefieren descansar y pasar un buen rato, no cocinar resume Carlos.

Entiendo, lo pensé responde María, mordiendo el labio. Quiero pasar el Año Nuevo con mis padres. Me lo propusieron el jueves, pero yo quería quedarme en casa y no te lo dije. ¿Vienes conmigo? No nos queda mucho tiempo para decidir.

Entonces nos meteremos en líos con la familia dice Carlos, perplejo.

O te meterás en problemas con tu esposa suelta María con una sonrisa.

Por supuesto, te elijo a ti contesta Carlos, levantando las manos en señal de paz.

María decide ordenar la casa para volver al año nuevo con el piso impecable. Carlos se encarga de la compra siguiendo la lista que María le dio. Al entrar en el centro comercial, la atmósfera navideña lo envuelve: luces brillantes, escaparates con árboles y figuras de los Reyes Magos.

¡Exacto! ¡Un árbol! exclama, al ver un pequeño abeto. ¿Cómo pude olvidarlo?

Sin dudarlo, abandona todo y se dirige al mercadillo de árboles. Elige una pequeña pero bonita abeto, cuyas ramas le rozan la cara mientras lo lleva al hombro.

Al abrir la puerta, María se vuelve y exclama. ¿Un árbol? su rostro se ilumina.

¿Lo decoras? No he comprado nada de la lista todavía. Solo quería sorprenderte.

¿Siempre has sido contra los árboles naturales?

No lo sé responde Carlos encogiendo los hombros. Este año quería un cambio.

El ambiente se vuelve auténticamente festivo. María saca del estante superior una caja de adornos y empieza a colgar bolas y guirnaldas; con cada objeto la habitación se vuelve más mágica.

Cuando termina, Carlos regresa. María le pregunta si ha comprado todo.

Sí, salvo el pescado. No estaba fresco, paso por otra pescadería en el camino dice él, y María siente el corazón caliente.

Perfecto contesta sin esperar tanta implicación de su marido. Pensaba que él no aceptaría su idea y tendrían que entretener a los familiares toda la noche.

Rápidamente cargan el coche con cosas y comida. Son las siete de la tarde y los familiares de Carlos deben llegar a las diez. El trayecto a casa de los padres de María dura una hora, pero salen antes para no retrasarse.

María y Carlos están junto al maletero repleto de bolsas. Ella, arreglando el cabello, le pregunta:

¿Crees que no nos faltará nada?

Todo está, salvo el postre. Pero podemos comprar algo en la carretera.

María asiente y parten.

Llegan a una casa de campo acogedora. Aunque está en el interior, los padres de María la construyeron hace diez años cuando decidieron vender su piso en la ciudad y mudarse al campo. Siempre han sido gente activa y, aun mayores, no han perdido la alegría. La fachada está adornada con guirnaldas que dan un aire festivo.

Desde el año pasado no quitamos las guirnaldas ríe Antonio, el padre de María, cuando ella comenta su esfuerzo.

¿En serio? No lo había notado cuando venía en verano replica María con una sonrisa.

Comienzan a descargar los paquetes; María entrega uno a su padre y dice:

Trajimos de todo. No sé qué tenéis pensado cocinar, pero seguro que servirá.

Pues yo llevo todo dentro rápido ordena Antonio. Mientras vosotros cocináis, yo y Carlos montaremos la sauna del patio.

Antonio nunca se queda sin ocupar su tiempo; la sauna que él mismo construyó tiene un amplio vestíbulo, está revestida de madera y siempre perfuma con aceites esenciales que él compra para sus visitas.

Mientras tanto, María y su madre, Valeria, ponen películas de Navidad y, atrapadas en la vorágine de los preparativos, no se percatan de la hora. Cuando el reloj marca las nueve, el móvil de Carlos suena sin cesar.

Carlos, abre, estamos en la puerta ordena Sofía.

No estamos en casa responde él, vacilante.

¿Y dónde estáis? ¿Cuándo volvéis? pregunta Sofía con tono incómodo.

Nos fuimos al campo. Fue todo un caos. Llegaremos en dos días intenta justificar Carlos, sin querer escuchar reproches.

¿Al campo? ¿Y el Año Nuevo? no puede creer Sofía.

Celebramos aquí, en el campo explica él.

¿De veras? Sofía frunce el ceño. Espera ¿y nosotros?

Tenéis tiempo de volver y pasar la noche en familia contesta Carlos, manteniendo la calma.

¿Quieres que pase la noche entreteniendo a los niños? exclama Alejandro, la hermana de Sofía, con indignación.

No lo sé, si toca, lo haré responde Carlos, encogido.

No esperaba tal desconsideración de tu parte. ¿Tenéis la llave bajo la alfombra? pregunta Alejandro, sin perder la esperanza. No quiero quedar con todo el desorden.

Ahora entiendo por qué cada Año Nuevo vais a casa de otros se ríe Carlos. Mi esposa te ha engañado. ¡Feliz Año Nuevo, querida! cuelga.

Carlos cuenta hasta diez y la pantalla muestra el número de su madre, Carmen.

Sí, nos hemos ido dice antes de que ella responda. Pasaremos el Año Nuevo en el campo. No os dejamos la llave.

¿Cómo te atreves? Contábamos con vosotros estalla Carmen.

Lo sé, pero así ha sido responde Carlos. Ya estoy cansado de que siempre sea nuestro pequeño piso el que reciba a todos. ¿Por qué no nos invitan a casa? ¡Siempre es por favor cuando queremos algo listo! Además, ¡tenéis pisos de tres habitaciones!

¿Me has criado solo para soportar esto? dice Carmen con amargura.

¿Justicia? replica Carlos.

Carmen guarda silencio.

Está bien, hijo, te entiendo responde con tristeza. No te molestaremos más.

Carmen cuelga, y Carlos exhala profundamente. La conversación ha sido dura. No es del tipo que rompe lazos familiares por tonterías, pero las heridas se han acumulado.

¿Todo bien? pregunta María, apoyando su cabeza en su hombro.

Sí, ha llamado mi madre responde brevemente.

Ya veo suspira ella. ¿Crees que hicimos lo correcto?

Por supuesto dice Carlos, volteándose hacia ella. Allí nos esperan, se preparan para nuestra llegada. ¿Y mis padres? dice con melancolía. Solo usan mi bondad y nada más. He aguantado demasiado tiempo.

María lo abraza, intentando consolarlo.

Vamos, no pienses más intenta aliviar Carlos. Preparémonos para la fiesta.

Este Año Nuevo resulta inolvidable. María y Carlos pasan unos días en casa de los padres, tomando chocolate caliente junto al fuego, deslizándose en un trineo de madera por la colina como niños y charlando sin parar. Es el Año Nuevo más cálido de los últimos tiempos, alejado del ajetreo y las preocupaciones.

Al final, la rutina vuelve, pero los recuerdos de esos momentos familiares, de la sencillez y del calor del hogar, permanecerán siempre en su memoria.

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