Grabé las conversaciones de mis padres

Life Lessons

La llave giró en la cerradura, y Lucía, intentando no hacer ruido, se deslizó dentro del piso. En el recibidor estaba oscuro, solo se filtraba un tenue rayo de luz desde la cocina. Sus padres seguían despiertos, aunque ya era pasada la medianoche. Últimamente esto se había vuelto habitual: largas conversaciones nocturnas tras la puerta cerrada. Generalmente en voz baja, pero a veces elevando el tono en discusiones ahogadas.

Lucía se quitó los zapatos, dejó su bolso con el portátil en la mesilla y se escabulló por el pasillo hacia su habitación. No quería dar explicaciones sobre su retraso, aunque la razón era justificable: el proyecto del trabajo no acababa de cuadrar y los plazos apretaban.

A través de la pared, le llegaban voces apagadas.

No, Javier, ya no puedo más su madre hablaba bajo, pero con clara irritación. Lo prometiste el mes pasado.

Isabel, entiéndeme, ahora no es el momento su padre, al parecer, se justificaba otra vez.

Lucía suspiró cansada. Últimamente sus padres discutían constantemente, pero delante de ella fingían que todo iba bien. Claro, ya pasaban de los cincuenta, ella era una adulta, pero seguía siendo desagradable pensar que algo en su relación no marchaba.

Se desvistió, se lavó la cara y se metió en la cama, pero el sueño no llegaba. Sus pensamientos giraban en torno a lo mismo. Su hermano Álex vivía en otra ciudad y apenas venía. Si sus padres decidían divorciarse ¿con quién se quedaría ella? ¿Quién heredaría el piso? ¿Y por qué ocultaban sus problemas?

Las voces al otro lado de la pared no cesaban. Lucía estiró el brazo hacia la mesilla y buscó los auriculares. Quería ahogar esos secretos ajenos con música. Pero su mano rozó el móvil, que cayó al suelo. Al recogerlo, abrió sin querer la aplicación de grabación. Su dedo se detuvo sobre la pantalla.

¿Y si grababa su conversación? Solo para saber qué pasaba, sin tener que adivinarlo. Si preguntaba directamente, seguro que la evadirían, dirían que todo iba bien.

La conciencia le dio un tirón frío. Escuchar a escondidas no estaba bien, menos grabarlo. Pero, por otra parte, eran sus padres, su familia. Tenía derecho a saber si algo grave ocurría.

Decidida, encendió la grabadora, dejó el móvil cerca de la pared y se tapó con la manta hasta la cabeza.

Por la mañana, al prepararse para el trabajo, notó que tanto su padre como su madre parecían cansados. Durante el desayuno apenas hablaron, intercambiando solo frases corteses.

Ayer llegaste tarde comentó su madre sirviendo el café. ¿Otra vez te quedaste en la oficina?

Sí, terminando el proyecto asintió Lucía. ¿Y vosotros? ¿Por qué no dormíais?

Nada, viendo una película su madre desvió la mirada sin mirarla.

Su padre se hundió detrás del periódico, fingiendo concentrarse en un artículo.

Hoy no esperéis que llegue a cenar dijo sin levantar la vista. Reunión con clientes, puede que me retrase.

Su madre apretó los labios pero no dijo nada.

Durante todo el trayecto al trabajo, Lucía luchó contra la tentación de escuchar la grabación. Pero el metro estaba demasiado lleno y, además, le daba vergüenza. Decidió dejarlo para la noche.

El día se hizo eterno. Al volver a casa, descubrió que su madre no estaba: una nota decía que había salido con una amiga y volvería tarde. Su padre, como había avisado, se quedaría trabajando. El momento perfecto.

Sentada en el sofá, arropada con una manta, Lucía pulsó el botón de reproducción.

Al principio solo se escuchaban fragmentos, pero luego la grabación se hizo más clara.

¿qué le decimos a Lucía? la voz de su padre sonaba preocupada.

No lo sé suspiró su madre. Me da miedo que no lo entienda. Han pasado tantos años

Pero tiene derecho a saber.

Claro que sí, pero ¿cómo explicarle por qué hemos guardado silencio tanto tiempo?

Lucía se quedó helada. ¿De qué hablaban? ¿Qué verdad le estaban ocultando?

¿Recuerdas cómo empezó todo? preguntó de pronto su padre, con una sonrisa en la voz.

Cómo no su madre soltó una risa leve. Pensé que sería algo temporal, y resulta que fue para siempre.

Pero qué vida nos ha dado refunfuñó su padre. Aunque no siempre ha sido fácil.

Sobre todo cuando nació Lucía.

El corazón de la joven se encogió. ¿Qué quería decir con “sobre todo”? ¿Había sido una hija no deseada? ¿O era otra cosa?

Pero lo superamos continuó su padre. Y ha crecido siendo una chica maravillosa.

Sí en la voz de su madre había orgullo, y Lucía se relajó un poco. Solo que ahora tenemos que decidir qué hacemos. Estoy harta de esta doble vida, Javier.

¿Doble vida? A Lucía se le heló la sangre. ¿Acaso alguno de ellos tenía un amante? ¿O ambos se engañaban? La idea le revolvió el estómago.

Isabel, esperemos a que venga Álex. Lo hablamos todos juntos, en familia.

Vale aceptó su madre. Pero después, nada de retrasos. O lo cambiamos todo, o no sé qué pasará.

La grabación se cortóquizá sus padres salieron de la cocina o el móvil dejó de grabar.

Lucía se quedó aturdida. ¿Qué estaba pasando en su familia? ¿Qué doble vida llevaban sus padres? ¿Por qué esperar a que viniera su hermano para explicárselo?

Mil preguntas y ninguna respuesta. ¿Grabar otra conversación? Eso ya sería demasiado. Además, le daba vergüenza haber cedido a ese impulso. No, mejor hablar con Álex. Él era mayor, quizá sabía más. O con su tía Carmen, la hermana de su madresiempre había sido sincera con ella.

Decidido: al día siguiente llamaría a Álex, y el fin de semana iría a ver a su tía.

Su hermano no contestó hasta el anochecer.

Lucía, ¡hola! Perdona, estaba en la obra, dejé el móvil en el coche su voz sonaba tan animada como siempre.

Álex, ¿cuándo vienes? preguntó Lucía sin rodeos.

Este fin de semana, ¿por qué?

Nada es que los padres preguntan por ti. Están raros últimamente.

¿Raros cómo? su voz se volvió cautelosa.

Susurran por la noche, delante de mí fingen que todo va bien. Hablan de una doble vida.

Hubo un silencio.

¿Álex?

Sí, sí, aquí estoy toseó. Mira, no le des vueltas. Todo el mundo tiene sus secretos, hasta los padres.

¿O sea que tú sabes qué pasa?

Yo vaciló, tengo una idea. Pero si ellos no lo cuentan, es porque no están listos. Espérame, ¿vale? Voy el sábado y lo hablamos.

Vale aceptó Lucía a regañadientes. ¿Y qué tal si voy a ver a la tía Carmen?

No respondió Álex demasiado rápido. No la metas en esto, que quede entre nosotros.

Después de la llamada, su inquietud creció. Así que él sí sabía algo. Y quería mantener a su tía al margen. ¿Tal vez era algo sobre infidelidades? ¿Un escándalo familiar que no querían airear?

Por la noche, su madre volvió de casa de su amiga de buen humor. Las

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