Él se negó a casarse con su novia embarazada. Su madre lo respaldó, pero su padre defendió el futuro del bebé.

Life Lessons

Papá, tengo una noticia. La vecina, Lourdes está embarazada. Es mío dijo Álvaro, apenas entrando en casa.

Víctor, su padre, se detuvo un instante y luego respondió con calma:

Entonces cásate con ella.

¿Qué dices? Soy muy joven. No es el momento para una familia, además ni siquiera hemos salido mucho

¿En serio? resopló el padre con amargura. Así que para perseguir chicas eras todo un hombre, pero cuando hay que asumir responsabilidades, te haces el niño. Muy bien.

Sin añadir más, llamó a su esposa con voz fuerte:

¡Carmen! ¡Ven un momento!

Carmen entró en la cocina, secándose las manos en el delantal:

¿Qué pasa?

Escucha. Nuestro hijo ha dejado embarazada a Lourdes, la hija de los vecinos, y no quiere casarse. Y él se esconde como una rata.

Carmen ni siquiera pareció sorprendida. Su rostro se endureció:

Y hace bien. ¿Para qué traer a la primera que se le atraviesa? Estas chicas son listas: encuentran a alguien con más dinero, se dejan engañar y luego vienen con el “¡cásate conmigo!”. Además, ¿quién sabe si es suyo? Que se haga una prueba. Y no hay que presionar a Álvaro, todavía es joven. Es hombre, le costó resistirse. Pero no tenemos por qué criar a los hijos de otros.

Víctor suspiró hondo y dijo en voz baja:

¿Y si realmente es su hijo?

¿Y qué? ¿Nosotros tenemos que asumirlo? Que haga las pruebas, que se aclare todo.

Dio media vuelta y salió de la habitación, dejando a Víctor solo con su hijo.

Sabes, yo también fui joven alguna vez comenzó él. Amé a otra, pero me casé con tu madre. No por amor, sino por responsabilidad. Porque ser hombre no es solo pasión, es elección y consecuencias. Ella estaba embarazada. No sabía si podría estar con ella, pero sabía una cosa: el niño no tenía culpa. Mi sangre, mi conciencia. Y, Álvaro, aunque no fue fácil, nunca me arrepentí de quedarme.

Tres meses después, la prueba de ADN lo confirmó: con 99,9% de probabilidad, Álvaro era el padre del hijo de Lourdes.

¿Y qué? se rió Carmen cuando Víctor dejó el papel frente a ella. Sí, es el padre. Pero eso no significa que Lourdes viva en esta casa. ¡Que no ponga los pies aquí! ¡Lo he dicho!

Álvaro permaneció quieto, mirando sus manos. En su rostro se veía claro: había elegido el lado de su madre. Callaba, apretaba los puños, pero no decía nada.

Víctor se levantó lentamente de la mesa:

Si vosotros dos ya habéis decidido, ahora escuchad lo que tengo que decir.

Hablaba bajo, pero con una voz que cortaba como un cuchillo:

Mientras viva, mi nieto no carecerá de nada. Tengo tierras, construiré una casa, y él mi nieto recibirá todo lo que he acumulado. Y vosotros dos no tendréis nada más de mí. Me niego a ser parte de esta vergüenza. Álvaro, a partir de hoy ya no eres mi hijo. Todo lo que tengo será para el niño. Ni un euro más recibiréis.

Carmen estalló:

¿Te has vuelto loco? ¿Quieres dejar a tu propio hijo sin herencia?

Víctor no respondió. Solo se dio la vuelta y se marchó, ignorando los gritos y maldiciones. Álvaro se quedó de pie, incapaz de creer lo que acababa de escuchar. Pero lo sabía bien: si Víctor lo había dicho, así sería.

A veces, la verdadera hombría no está en huir, sino en quedarse y enfrentar lo que uno ha sembrado.

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