Despedida Tardia: Un Adiós en el Camino Regreso a Casa

Life Lessons

**Despedida Tardía: Un Adiós en el Camino a Casa**

Después de despedirse de su amante con un beso tierno, Javier Martín subió al coche y se dirigió a casa. Se detuvo un momento frente al portal, respiró hondo y repasó mentalmente las palabras que le diría a su esposa. Subió las escaleras y abrió la puerta con su llave.

Hola dijo Javier. ¿Marina, estás en casa?
Sí respondió su esposa, sin emoción. Hola. ¿Vamos? ¿Empiezo a freír las chuletas?

Javier se prometió ser claro, firme, sin rodeos. ¡Un hombre de decisión! Era hora de terminar con esa doble vida, mientras aún sentía el calor de los labios de su amante, antes de que la rutina lo absorbiera de nuevo.
Marina tosió, ajustando la voz. Vine a decirte que tenemos que separarnos.

La noticia fue recibida con una calma inquietante. Marina no era de las que se alteraban fácilmente. En otros tiempos, Javier incluso la llamaba “Marina de Hielo” por eso.
¿Qué quieres decir? preguntó ella, quieta en la puerta de la cocina. ¿No frío las chuletas?
Eso es cosa tuya dijo Javier. Si quieres, las fríes; si no, las dejas. Yo me voy. Con otra mujer.

La mayoría de esposas reaccionaría con furia, quizás con una sartén volando hacia el marido. Pero Marina no era como la mayoría.
Vaya tragedia murmuró. ¿Trajiste mis botas del zapatero?
No admitió Javier, sorprendido. Si es tan importante, ¡voy ahora mismo a buscarlas!
Mira qué bien refunfuñó Marina. Ese siempre has sido, Javier. Le dices a un tonto que traiga las botas, y te trae las viejas.

Javier se sintió ofendido. El drama que había imaginado se desmoronaba. ¿Dónde estaban las lágrimas, los gritos, la indignación? Pero, ¿qué más podía esperar de una mujer fría como Marina de Hielo?

¡Creo que no me estás escuchando, Marina! dijo, alzando la voz. ¡Te digo que te dejo por otra y hablas de botas!
Exacto respondió ella. A diferencia de mí, tú puedes irte cuando quieras. Tus botas no están en el zapatero. ¿Qué te lo impide?

Llevaban años juntos, pero Javier nunca supo distinguir cuándo Marina hablaba en serio o en broma. Al principio, esa serenidad, esa discreción, lo había atraído. Sin contar su belleza sobria y su manera práctica de ser. Marina era sólida, leal e imperturbable como un bloque de mármol. Pero ahora Javier amaba a otra. ¡Amaba con pasión, pecado y dulzura! Era hora de cortar los lazos y comenzar una vida nueva.

Y así, Marina declaró Javier, con solemnidad y algo de tristeza. Te agradezco todo, pero me voy porque amo a otra. A ti ya no te amo.
Increíble dijo Marina, sin alterarse. No me ama, el pobrecito. Mi madre adoraba al vecino, mi padre al dominó y al orujo. Y mira qué maravilla de mujer he resultado.

Sabía que discutir con Marina era inútil. Cada palabra suya pesaba como una losa. Su fervor inicial se apagó y ya no tenía ganas de pelea.
Marina, eres increíble dijo Javier, resentido. Pero amo a otra. Amo con pasión, pecado y dulzura. Y me voy, ¿entiendes?
¿A quién? preguntó su esposa. ¿A Lucía Roldán, no?

Javier retrocedió. Un año antes, había tenido un affaire con Lucía, ¡pero jamás pensó que Marina la conociera!
¿Cómo sabes de ella? empezó, pero se interrumpió. No importa. No, Marina, no es ella.
Marina bostezó.
¿Entonces es Elena Salinas? ¿Te fuiste tras ella?

Un escalofrío le recorrió la espalda a Javier. Elena también había sido su amante, pero eso ya era pasado. Si Marina lo sabía, ¿por qué nunca dijo nada? Claro, ella era una fortaleza, nunca revelaba sus cartas.
Otra vez equivocada insistió Javier. No es Salinas ni Roldán. Es otra mujer, maravillosa, el amor de mi vida. No puedo vivir sin ella y me marcho. ¡Y no intentes detenerme!
Entonces solo puede ser Sonia concluyó Marina. Ay, Javier, Javier qué ingenuo eres. Tu gran secreto. El amor de tu vida Sonia Velasco, treinta y cinco años, un hijo, dos abortos ¿A que sí?

Javier se agarró la cabeza. ¡Había dado en el blanco! Su romance era, efectivamente, con Sonia.
¿Pero cómo? balbuceó. ¿Quién te lo dijo? ¿Me has espiado?

Elemental, Javier respondió Marina. Sabes que soy ginecóloga desde hace años. He examinado a la mitad de las mujeres de esta ciudad, mientras tú solo conoces a un puñado. Con un vistazo sé por dónde has andado, ¡imbécil!

Javier respiró hondo, intentando recuperar la compostura.
¡Supongamos que tienes razón! dijo, altivo. Aunque sea Sonia, nada cambia. Me voy.
Eres un inútil, Javier suspiró Marina. Podrías haberme preguntado. Además, no tiene nada especial, es igual que todas y te lo digo como médica. ¿Has visto el historial médico de tu “amor”?
N-no confesó él.
Pues ahí lo tienes. Primero, ve a la ducha. Segundo, mañana llamo al doctor Fuentes para que te vea sin espera. Luego hablamos. ¡Qué vergüenza! ¡Que el marido de una ginecóloga elija a una enferma!

¿Y ahora qué hago? se quejó Javier.

Voy a freír las chuletas dijo Marina, dándole la espalda. Tú, lávate y haz lo que quieras. Si buscas una mujer sana, avísame yo te recomiendo alguien.

Rate article
Add a comment

18 − 9 =