Despedida Tardia: Un Adiós en el Camino de Regreso a Casa

Life Lessons

**Despedida Tardía: Un Adiós en el Camino a Casa**

Después de despedirse de su amante con un beso tierno, Felipe Cardoso entró en el coche y se dirigió a casa. Se detuvo un momento frente al portal, respiró hondo y ensayó mentalmente las palabras que le diría a su esposa. Subió las escaleras y abrió la puerta.

Hola dijo Felipe. Leonor, ¿estás en casa?
Aquí respondió ella, sin emoción. ¿Qué, voy a freír las chuletas o qué?

Felipe se prometió ser directo, firme, sin rodeos. ¡Un hombre de decisión! Era hora de acabar con esa doble vida, mientras aún sentía el calor de los labios de su amante, antes de que la rutina lo engullera otra vez.
Leonor tosió, ajustando la voz. Tengo que decirte que tenemos que separarnos.

La noticia fue recibida con una calma perturbadora. Leonor no era mujer de alterarse fácilmente. En otros tiempos, Felipe hasta le decía *”Leonor de Hielo”* por eso.
¿Qué quieres decir? preguntó ella, plantada en la puerta de la cocina. ¿Que no frío las chuletas?
Eso lo decides tú respondió él. Si quieres, fríelas; si no, no. Yo me voy. Con otra mujer.

La mayoría de las esposas habrían reaccionado con furia, quizás lanzando un cazo a la cabeza del marido. Pero Leonor no era como las demás.
Ay, qué tragedia murmuró. ¿Trajiste mis botas del zapatero?
No admitió Felipe, sorprendido. Si es tan importante, ¡voy ahora mismo a buscarlas!
Mira tú refunfuñó Leonor. Eres siempre igual, Felipe. Mandas a un tonto a por las botas y te trae las viejas.

Felipe se sintió ofendido. El drama que había imaginado se desmoronaba. ¿Dónde estaban las lágrimas, los gritos, la furia sagrada? Pero, ¿qué más podía esperar de una mujer fría como Leonor de Hielo?

¡Creo que no me estás escuchando, Leonor! dijo, alzando la voz. ¡Te estoy diciendo que te dejo por otra, y tú hablas de botas!
Exacto contestó ella. A diferencia de mí, tú puedes irte cuando quieras. Tus botas no están en el zapatero. ¿Qué te detiene?

Llevaban años juntos, pero Felipe nunca supo distinguir cuándo Leonor hablaba en serio o en broma. Al principio, esa serenidad, esa discreción, lo había atraído. Sin contar su belleza serena y su carácter práctico.
Leonor era sólida, leal e imperturbable como un bloque de mármol. Pero ahora Felipe amaba a otra. ¡Amaba con pasión, pecado y dulzura! Era hora de cortar los lazos y empezar una nueva vida.

Y así, Leonor declaró él, con solemnidad y un dejo de pesar. Te agradezco todo, pero me voy porque amo a otra. A ti ya no.
Increíble dijo Leonor, sin alterar el tono. No me ama, el pobrecito. Mi madre adoraba al vecino, mi padre al dominó y al orujo. Y mira qué mujer tan estupenda he resultado.

Sabía que discutir con Leonor era inútil. Cada palabra suya pesaba como una losa. El fervor inicial se le esfumó, y ya no le apetecía la pelea.
Leonor, eres increíble dijo Felipe, amargado. Pero amo a otra. Con pasión, pecado y dulzura. Y me voy, ¿entiendes?
¿A otra quién? preguntó la esposa. ¿A Laura Méndez, no?

Felipe dio un paso atrás. Un año atrás, tuvo un lío con Laura, ¡pero nunca imaginó que Leonor la conociera!
¿Cómo sabes eso? empezó él, pero se cortó. Da igual. No, Leonor, no es Laura.
Leonor bostezó.
Entonces es Sandra Varón. ¿Te fuiste detrás de ella?

Un escalofrío le recorrió la espalda. Sandra también había sido su amante, pero eso era pasado. Si Leonor lo sabía, ¿por qué no había dicho nada? Claro, era una fortaleza, nunca soltaba prenda.
Otra vez no insistió Felipe. No es Sandra ni Laura. Es otra, maravillosa, el amor de mi vida. ¡No puedo vivir sin ella y me voy! Y no intentes detenerme.
Entonces solo puede ser Mafalda concluyó Leonor. Ay, Felipe, Felipe qué pardillo. Tu gran secreto. El amor de tu vida Mafalda Ventura, treinta y cinco años, un hijo, dos abortos ¿A que sí?

Felipe se agarró la cabeza. ¡Había dado en el clavo! Su romance era con Mafalda.
Pero ¿cómo? balbuceó. ¿Quién te lo dijo? ¿Me espiaste?

Elemental, Felipe respondió Leonor. Sabes que soy ginecóloga desde hace años. He examinado a media ciudad, y tú solo conociste a una parte. ¡Con un vistazo sé por dónde anduviste, pardillo!

Felipe respiró hondo, intentando recuperar la dignidad.
¡Da igual si acertaste! dijo, altivo. Aunque sea Mafalda, no cambia nada. Me voy.
Eres tonto del todo, Felipe suspiró Leonor. Podrías haberme preguntado. Por cierto, no tiene nada especial, es como todas y lo digo como médica. ¿Viste el historial de tu pasión?
N-no confesó él.
Pues mira. Primero, ve a la ducha. Segundo, mañana llamo al doctor Gaspar para que te atienda sin espera. Luego hablamos. ¡Qué vergüenza! ¿El marido de una ginecóloga, con una mujer enferma?

¿Y ahora qué hago? se lamentó.

Voy a freír las chuletas dijo Leonor, dándose la vuelta. Tú, lávate y haz lo que quieras. Si quieres una mujer sana, avísame te recomiendo alguna.

Rate article
Add a comment

12 − one =