Despedida Apresurada: Un Adiós Desde el Coche y el Regreso a Casa
Bajó del coche y se despidió con cariño de su amante antes de dirigirse a casa. Al llegar, se quedó un momento frente al edificio, preguntándose cómo revelarle todo a su esposa. Subió las escaleras y abrió la puerta.
Hola dijo Adrián. ¿Estás en casa, Almudena?
Aquí respondió su esposa, indiferente. Hola. ¿Empiezo a freír los filetes?
Adrián se prometió actuar con decisión, con firmeza, como debe ser un hombre. Era hora de acabar con su doble vida, antes de que los besos de su amante perdieran calor, antes de que la rutina lo devorara otra vez.
Almudena carraspeó, tengo que decirte que debemos separarnos.
Almudena recibió la noticia con una calma sorprendente. Siempre había sido difícil de alterar, por eso Adrián la llamaba cariñosamente “Almudena la Fría”.
¿En serio? preguntó ella desde la puerta de la cocina. ¿Entonces no friego los filetes?
Como prefieras contestó Adrián. Si quieres, fríelos. Si no, no. Me voy, estoy con otra persona.
Tras una confesión así, muchas esposas habrían arrojado algo a su marido. Pero Almudena no era como la mayoría.
Claro, tú y tus tonterías respondió. ¿Trajiste mis botas del arreglo?
No se sintió culpable. Si es importante, puedo ir ahora mismo a buscarlas.
Ay, Adrián murmuró ella. Si mandas a un tonto por botas, volverá con las viejas.
Adrián se ofendió. Todo salía distinto a lo imaginado. ¿Dónde estaba el drama? Pero, ¿qué esperar de una esposa llamada “la Fría”?
¡Almudena, parece que no me escuchas! exclamó. Me voy. Voy a vivir con otra mujer y tú solo hablas de botas.
Vale respondió ella. A diferencia de mí, tú puedes irte cuando quieras. Tus botas no están en la zapatería. No tienes por dónde quedarte atrapado.
Llevaban años juntos, y Adrián aún no sabía distinguir si hablaba en serio o con ironía. En su día, se enamoró de su carácter tranquilo, su habilidad para evitar conflictos y su economía de palabras. Además, sus dotes domésticas y su atractivo físico habían sido decisivos.
Almudena era segura, leal y fría, como un ancla. Pero ahora Adrián amaba a otra. ¡Una pasión ardiente, prohibida y dulce! Era hora de cortar por lo sano y empezar de nuevo.
Almudena, quiero agradecerte todo, pero me voy porque amo a otra, no a ti.
¡Qué sorpresa! exclamó ella. No me amas, ¡vaya novedad! A mi madre le encantaba el vecino, a mi padre el dominó y el vino. ¿Y qué? Mira en qué he quedado.
Adrián sabía que discutir con ella era inútil. Cada palabra suya pesaba como una losa. Su determinación se esfumó.
Eres increíble, Almudena dijo, resignado. Pero amo a otra, de forma ardiente y prohibida. Me voy, ¿entiendes?
¿Otra? preguntó ella. ¿Es Irene del Val?
Adrián retrocedió. Hace un año tuvo un romance con Irene, pero nunca imaginó que Almudena lo supiera.
¿Cómo sabes eso? empezó, pero se calló. No importa. No es Irene.
Almudena bostezó.
¿Será entonces Lucía Márquez? ¿Te irás con ella?
Un escalofrío le recorrió la espalda. También tuvo un affaire con Lucía, pero era cosa del pasado. Si Almudena lo sabía, ¿por qué no dijo nada? Claro, era de hierro.
No, ni Irene ni Lucía. Es otra, la mujer de mis sueños. No puedo vivir sin ella y me voy. ¡No me lo impidas!
Entonces es Sonia resopló Almudena. Vaya, Adrián ¡qué secreto más mal guardado! ¿Tu sueño es Sonia Rojas? Treinta y cinco años, un niño, dos abortos ¿Cierto?
Adrián se agarró la cabeza. ¡Era ella! Estaba con Sonia Rojas.
¿Cómo lo sabes? balbuceó. ¿Alguien nos delató? ¿Me seguiste?
Sencillo, Adrián contestó ella. Soy ginecóloga y he examinado a casi todas las mujeres de esta ciudad. Tú solo a unas pocas. Con ver lo necesario, te pillé.
Adrián intentó recuperar el control.
¡Supón que es ella! Da igual. Me voy con Sonia.
Eres un ingenuo, Adrián dijo Almudena. Podrías haberme preguntado antes. No hay nada especial en Sonia, todo igual que las demás, y te lo digo como médica. ¿Viste su historial médico?
N-no admitió él.
Pues anda, date una ducha. Mañana hablaré con el Dr. Mendoza para que te atienda sin esperas dijo ella. Luego hablamos. No es normal que el marido de una médica no sepa elegir a una mujer sana.
¿Qué debo hacer? preguntó él, desesperado.
Voy a freír los filetes respondió Almudena. Tú, dúchate y haz lo que quieras. Si buscas una musa perfecta, sin problemas, habla conmigo. Puedo recomendarte alguna







