De vacaciones sin mamá

Life Lessons

¿Entonces no quieres venir de vacaciones conmigo? sin ninguna alegría ¿Me has comprado un billete aparte a propósito para que no tenga que molestarme con vosotros, verdad?

Sergio se quedó sin saber qué decir.

Mamá, ya te dije que me voy con Begoña. Lo habíamos planeado hace tiempo. No es que no quiera que vengas simplemente queremos pasar las vacaciones los dos.

***

Las tardes de Sergio no siempre, pero a menudo empezaban igual: intentando llamar a su madre. Su juego favorito era adivina por qué estoy enfadada esta vez. Hoy la tarea era súper complicada, porque Sergio no tenía ninguna pista de qué había salido mal.

Ya antes del almuerzo habían hablado por teléfono y todo parecía bien.

Mamá, ¿qué pasa? preguntó, al fin logrando la conexión llevo media hora llamándote. ¿Por qué tanto? ¿Y si algo te ha sucedido?

Alba, sin dar respuesta, solo bufó al otro lado del auricular.

¿Cómo se supone que lo entienda? preguntó Sergio.

Adivina tú misma lo que has olvidado.

No he olvidado nada, mamá. ¿De qué hablas? Sergio sintió esa sensación familiar de impotencia. Cada vez que su madre se enfadaba, él se quedaba como un niño que solo sabe llorar.

Pasó por todas las posibles razones. ¿Se habrá enfadado porque no le felicitó por alguna fiesta? ¿Cuál? ¿Porque su tono sonó brusco? No

Mamá, ¿de qué se trata?

Ella, en su infinita generosidad, le explicó:

¡A las nueve de la noche, Sergio! Prometiste llamarme a esa hora y llamaste a las diez. ¡Te esperé una hora entera! ¿Te imaginas lo que se siente? Claro, tú siempre estás ocupado, nunca piensas en tu madre.

Sergio se golpeó la frente contra una pila de papeles. Nueve… diez sí, lo recordaba. Estaba en una reunión de trabajo que se alargó y se le había escapado el horario. ¿Pero era necesario montar tal espectáculo?

Mamá, lo siento, de verdad. Me lié.

¿Así que te liaste? lo interrumpió Alba ¿Y yo no me lié? ¿Yo me quedé esperando a que mi precioso hijito, que resulta ser un hombre de agenda apretada, encontrara un minuto para acordarse de su vieja madre?

Mamá, sabes que te quiero. Es solo

Lo sé, lo sé continuó ella te quiero. Pero tu cariño tiene un horario limitado. Si la madre no se recuerda a sí misma, tú jamás lo harás. No está en tu agenda. ¡Qué logística más perfecta, Sergio, pura excelencia!

Si tan solo bastara con disculparse pero no. Ahora le vendrían a la mente todos sus pecados pasados, le leerían el manual del hijo perfecto y, por supuesto, él acabaría sintiéndose culpable. En realidad, no entendía el porqué de tanto drama. Se le había olvidado una llamada de una hora. No era el fin del mundo.

Vale, mamá. No lo olvidaré más. Palabra de honor.

Prometer no es lo mismo que cumplir, Sergio. ¿Cuántas veces has prometido?

¿Cuándo fue la última vez que prometí y no cumplí?

¿Te acuerdas cuando estabas en sexto de primaria?

Y allá empezó el festín.

Lo que Sergio recordaba bien era que, para su madre, los pequeños deslices se convertían en catástrofes mundiales. Si olvidaba sacar la basura, era una falta de respeto; si compraba la mortadela equivocada, demostraba su desinterés por sus gustos. Alba era experta en llevar todo al extremo, y Sergio, por desgracia, su único alumno.

Al final, la relación con su madre se reparó gracias a una cadena infinita de disculpas, concesiones y, claro, regalos.

¿Y con mamá? ¿Ya han hecho las paces? preguntó Begoña.

Sí, pero a qué precio

Tómatelo con filosofía. No puedes volver a ser la madre que era.

Begoña era una mujer maravillosa: tierna, comprensiva y cariñosa. No montaba dramas por una llamada perdida y respetaba sus decisiones.

Claro, no se puede volver atrás aceptó Sergio lo que me interesa ahora ¿qué hacemos con las vacaciones? ¿A dónde vamos?

Sergio respondió ella he visto ofertas de paquetes. ¿Qué te apetece? ¿Cuántos días? ¿Una semana?

Sergio sonrió. Vacacionar con Begoña era justo lo que su médico le había recetado. Su cabeza ya estaba a punto de explotar.

¡Todo vale! Tú decides.

Mmm ¿quizá Grecia? ¿O Turquía? Hay un hotel decente, salida en un mes, justo a tiempo para tus vacaciones

Veamos qué más hay. Lo importante es que estemos a gusto.

Antes de pagar el viaje, Sergio recordó a su madre. No, ella no lo iba a perdonar del todo. Entonces se le iluminó la idea.

Begoña, ¿y si le compramos también un billete a mamá? En otro resort, claro. Pero que ella también descanse.

Begoña lo miró.

¿Estás seguro? Ella

Sí, seguro. Créeme, nos quedaremos más tranquilos si ella también se va de vacaciones.

Sergio decidió que esa sería la mejor salida. Buscaría a su madre un buen hotel en la costa de Granada, con vistas al mar y excelentes reseñas. Todo a su gusto.

¡Mamá! le llamó ¡baila!

¿Por qué tanta alegría? ¿Y a qué se supone que tengo que bailar? ¿Porque mi hijo no se ha olvidado de su vieja madre y me llama?

No, mamá. ¡Te he comprado un billete! Al mar. Vas a descansar.

No escuchó ningún sonido de alegría. Porque, simplemente, no lo hubo.

¿Qué? exclamó Alba.

Sí, mamá, ya he reservado un paquete para ti en Granada, en un buen hostal, dos semanas. Te vas a relajar mientras Begoña y yo nos vamos a Turquía.

Tal vez habría que decirlo en el aeropuerto: que no volaremos con ella.

¿Entonces no quieres ir de vacaciones conmigo? sin ninguna alegría ¿Me has comprado un billete aparte a propósito para que no tenga que molestarte con vosotros?

Sergio se quedó paralizado.

Mamá, ya te dije que me voy con Begoña. Lo habíamos planeado hace tiempo. No es que no quiera que vengas simplemente queremos pasar las vacaciones los dos.

¿Así que lo habíais planeado hace tiempo y de mamá sólo os acordasteis cuando necesitabais deshaceros de ella? ¿Qué pretendes, Sergio, enviarme a la deriva? ¿Quieres librarte de mí para disfrutar tranquilamente con tu Begoña?

Sergio se tapó el rostro con las manos. ¿Cómo lo hacía ella? ¿Cómo podía culpar al chico que estaba a punto de pagarle el viaje?

Mamá quiero que también descanses. ¿Qué tiene de malo?

¡Yo no quiero un descanso a tu manera, Sergio! Yo quiero descansar contigo. Quería pasar tiempo con mi hijo. Y tú me mandas a un hotel como si fuera una carga.

Se agarró la cabeza.

Otra vez lo has puesto al revés

Sabes, Sergio lanzó ella que ya no soy tan necesaria para ti como cuando eras un crío.

Se hizo un silencio definitivo.

Vale, mamá. Como quieras. Te he escuchado.

Le molestaba cuando alguien en el trabajo le decía te he escuchado, pero ahora ni siquiera él encontraba una frase mejor. Colgó.

Begoña lo oyó al instante.

¿Qué pasa? ¿Otra madre?

Sí suspiró Sergio otra madre.

¿Qué ahora? ¿Que el regalo no le gustó?

No quiere ir sola. Se ha enfadado. Dice que la estoy enviando a algún lado. Quiere que nos vayamos todos juntos.

Begoña soltó una risa contenida.

Sergio, ella solo quiere que estés con ella. Siempre. Eres su único hijo. No puede estar sin ti.

Sergio pensó que Begoña se estaba riendo de mucho. Hacía todo lo posible por que su madre no le quitara la atención, y eso también le daba a ella un buen motivo para reírse.

Pero no puedo estar con ella todo el tiempo. Tengo mi vida, te tengo a ti.

Lo sé, cariño. Pero para ella es duro. Siente que te alejas.

¿Y qué debo hacer? ¿Vivir bajo su falda toda la vida?

No, claro. Pero tal vez deberías hablar con ella primero.

Lo intenté, Begoña. No me escucha.

Sergio

Mejor conozco a mi madre. Si no le gustó, pues es su culpa, y no la vas a convencer.

Al final, Sergio y Begoña partieron a su tan esperado resort. Alba, como era de esperar, llamó a su hermana Valentina para despotricar sobre el hijo desagradecido.

¡Valen, ni te imaginas! decía por enésima vez este mi Sergio sin palabras. ¡Me ha comprado un billete a Granada!

Pues eso está bien ¿no? respondió Valen Querías descansar, ¿no?

Sí, quería que él viniera conmigo. Que pasáramos tiempo juntos. Y él, ¿qué crees? Se ha ido de vacaciones con su chica a otro sitio. ¡Hasta compró los billetes por ciudades distintas para que yo no le haga sombra!

Valentina no estaba del todo de acuerdo.

Con la esposa, replicó claro que quieren estar a solas. Pero no te enfades, que no les vas a arruinar nada.

¿Yo? ¡Yo no les arruino! Yo lo engendré, lo crié. ¡Y él me manda a la deriva! Lo peor es que ni siquiera entiende por qué me enfadé. Piensa que me gusta montar escándalos de la nada Así vivimos, Valen. Yo le di todo y él nada.

Valentina, experta en estos asuntos, fingió estar de acuerdo mientras pensaba en cómo calmar a su hermana.

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