Cuando Pablo llevó a su chica a casa, su padre quedó atónito y su rostro se cubrió de sudor.

Life Lessons

Cuando Pablo llevó a la chica a casa, su padre se quedó boquiabierto y empezó a sudar como si acabara de subir los 30 escalones de la Gran Vía sin parar.

La primera traición de Pablo: una lección que recordará siempre
Desde pequeño, Pablo se sentía inseguro por su estatura. En la guardería de la calle Alcalá era el más bajitohasta las niñas parecían más altas que él. No tenía amigos, jugaba solo y, cuando los demás niños le quitaban los juguetes, se quedaba callado y aguantaba, sin quejarse a sus padres.

En el colegio nada cambió. Lo llamaban «chiquitín», se reían de él y él solo apretaba los puños con más fuerza. Cuando las burlas se volvieron insoportables, pidió a sus padres que lo inscribieran en una sección deportiva.

Pasaron los años y nadie lo reconocía. Creció, se puso musculoso y quedó más atlético. Ya en tercer año de bachillerato, las chicas empezaron a fijarse en él, pero Pablo recordaba todas las humillaciones de la infancia y no quería acercarse a nadie.

El primer romance y la primera desilusión
Al entrar a la universidad, su vida dio un giro. Se volvió más seguro, se llevaba bien con todo el mundo y las chicas le mostraban simpatía sin pensarlo dos veces.

Así fue como conoció a Almudena, una estudiante que vivía en un piso de Lavapiés. Al principio solo la acompañaba al ascensor, pero un día ella le invitó a su casa. Empezó una relación bastante íntima.

Sin embargo, eso no le traía la verdadera felicidad. Una tarde, guiado por el corazón, Pablo le propuso:

¿Nos casamos?

Almudena se rió:

¡Pablo, tienes toda la vida por delante! Eres guapo, estás en forma y, créeme, tendrás muchísimas chicas. Puedes salir con quien quieras y luego elegir a la mejor.

¿En serio? su voz se enfrió.

¡Claro! encogió de hombros. Tengo un novio. Es el más guapo y adinerado del barrio, me manda dinero todos los meses para que no tenga que vivir en el dormitorio universitario. Solo nos vemos en vacaciones y contigo paso las noches.

Esa frase le caló como puñalada.

¿Entonces soy solo un plan de momento? preguntó con amargura.

Pablo, ¡de verdad me gustas! Pero ya sabes

Pablo se levantó y empezó a recoger sus cosas.

¿Te ofendes? se burló Almudena, mirándolo con la mirada de quien se despide de un libro que ya ha leído. Menos mal que ahora sabes la verdad. No confíes en las chicas a la primera. Conócelas mejor antes de entregarle el corazón.

Pablo salió sintiéndose utilizado.

Calor del hogar en lugar de ilusiones rotas
Al regresar a casa, dejó la maleta en el umbral.

¿Qué ha pasado, hijo? preguntó preocupada su madre. ¿No habrá boda?

¡Qué faena! respondió brevemente, sacando un anillo del bolsillo. Tócalo. Te será más útil a ti que a mí.

Su madre, con una sonrisa triste, lo miró.

Qué anillo más bonito, me lo pondré yo misma exhaló. Ven a la cocina, he preparado tus croissants favoritos y un té de menta. Siéntate, hablemos.

Pablo sintió el calor y el cariño que tanto le habían faltado en los últimos días.

Otro golpe al ego
En la universidad evitaba encontrarse con Almudena, pero ella seguía actuando como si nada hubiera pasado. Después de clase se paseaba del brazo de Conrado, susurraba cosas y luego desaparecía por algún callejón desconocido.

Pablo comprendió que sus palabras no eran más que excusas. Para ella él era un entretenimiento temporal, un reemplazo hasta que surgiera la siguiente opción conveniente. Esa idea dejó un regusto amargo en su interior.

Y, unos días después, se topó con otra prueba.

¡Pablo, ven a mi cumpleaños! le lanzó inesperadamente Teresa, una de las chicas más guapas del grupo.

¿Sería esa una oportunidad de algo serio o una nueva trampa?

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