Creía que mi marido solo estaba de mal humor, hasta que encontré los papeles del divorcio en su cajón

Life Lessons

**Diario Personal**

Pensé que mi marido solo estaba de mal humor, hasta que encontré los papeles del divorcio en su escritorio.

¿Dónde está mi camisa azul a rayas? Víctor estaba en medio del dormitorio, en pantalones, revolviendo el armario con irritación.

En la lavadora respondió Marina desde el baño, mientras se enrollaba los rulos. Cógela la celeste, también te queda bien.

No quiero la celeste, ¡quiero la azul! ¿Cuántas veces tengo que decir que laves a tiempo?

Víctor, la usaste anteayer. La lavé ayer.

¿Y qué? ¡Si supieras que la necesito para la reunión, la habrías secado!

Marina salió del baño y lo miró. Últimamente, cualquier cosa lo sacaba de quicio. La sopa sin sazón, el polvo en la tele, la camisa equivocada

¿Quieres que te planche la blanca? Te favorece mucho.

¡No hace falta planchar nada! ¡Ya me arreglo solo!

Víctor arrancó la primera camisa del armario, se la puso y abotonó con manos temblorosas de rabia.

¿Qué te pasa, Víctor? Llevas una semana que no eres tú.

No pasa nada. Estoy cansado. Mucho trabajo.

¿Y si vamos al médico? A ver tu presión

¡Marina, déjame en paz! ¡No me hagas sentir como un enfermo!

Agarró la chaqueta y el maletín, salió del piso dando un portazo. Marina se quedó en medio de la habitación, con un nudo en el pecho. Antes, Víctor nunca alzaba la voz. En veinte años de matrimonio, sus peleas se contaban con los dedos. Ahora, cada día empezaba con reproches.

En la cocina, el desayuno se enfriaba. Tortilla, tostadas, café Todo como a él le gustaba. Pero últimamente salía sin comer, diciendo que no tenía hambre.

Marina se sirvió un té. Hablarían esa noche, con calma. Quizá eran problemas en el trabajo. ¿O de salud?

Sonó el teléfono. Era su amiga Natalia.

¡Hola! ¿Vienes hoy al yoga?

No sé, Natalia. No tengo ánimos.

¿Qué pasa?

Víctor está raro. Siempre enfadado, criticando todo.

¿Crisis de los cuarenta? Al mío le pasó. Se compró una moto y se calmó.

No creo. Víctor es conservador; no le gustan los cambios.

Entonces será el trabajo. No le des vueltas. Pasará.

Marina colgó, limpió el piso y preparó la comida. Cocido madrileño, su plato favorito. Quizá la comida le mejoraría el humor.

En el supermercado, se encontró con la vecina, Valeria.

¡Marina! ¿Qué tal? Hace siglos que no veo a Víctor.

Trabaja mucho. Sale temprano, llega tarde.

Menudo trabajador. No como el mío, que se ha fundido el sofá.

Marina sonrió, pero la inquietud persistía. Víctor llegaba más tarde que antes. Sin avisar. Cenaba en silencio y se acostaba.

Decidió ordenar su despacho. Él no soportaba que tocaran sus cosas, pero hoy llegaría tarde.

El despacho era pequeño pero acogedor. Estanterías, escritorio, su sillón. En la pared, su foto de boda. Jóvenes, felices, mirándose con amor.

Limpió el polvo y barrió. El cajón superior estaba entreabierto, con una carpeta asomando. Quiso cerrarlo, pero no entraba. La sacó para recolocarla.

Decía “Personal”. Se quedó helada. ¿Qué secretos podía tener Víctor?

La curiosidad pudo más. Abrió la carpeta.

Arriba, una tarjeta: *”Martínez Álvaro, abogado de familia”*. Debajo, una impresión: *”Cómo iniciar un divorcio”*. Y luego, una solicitud para el registro civil. Firmada por Víctor.

Marina se sentó. Se le nubló la vista. ¿Divorcio? ¿Víctor quería divorciarse?

Revolvió los papeles con manos temblorosas. Lista de bienes. Reparto del piso. Cuentas bancarias. Todo calculado, todo planeado.

Al fondo, una nota manuscrita. Letra de Víctor: *”Hablar después de Reyes. Piso: mitad. Coche: para mí. Casa rural: para ella”*.

Marina miró fijamente el papel. Dos semanas. Lo tenía todo planeado. Y ella, cocinando y planchando.

La puerta se abrió. Víctor había llegado antes.

¿Marina? ¿Estás en casa?

Guardó los papeles y salió, fingiendo serenidad.

Sí. ¿Tan pronto?

Cancelaron la reunión.

Fue a la cocina, olió la olla.

¿Cocido? Bien.

Se sirvió un plato. Marina lo observó comer. El mismo hombre de veinte años. Las mismas manos, los mismos gestos. Pero ya un extraño.

Víctor, necesitamos hablar.

¿De qué? no levantó la vista.

De nosotros. ¿Qué está pasando? Has cambiado.

No empieces, Marina. Tengo hambre.

Pero ya no hablamos. Siempre estás enfadado.

No es eso. Es el trabajo.

No es el trabajo.

Víctor dejó la cuchara. Algo parecido a la culpa cruzó su mirada, pero desapareció.

Marina, no es el momento. No quiero discutir.

Yo tampoco. Solo quiero entender.

No hay nada que entender. Todo está bien.

Quiso mencionar la carpeta. Preguntarle por qué fingía si ya había decidido. Pero las palabras no salieron.

Como quieras.

Se fue al dormitorio, se tumbó en la cama. Quería llorar, pero no salían lágrimas. Solo vacío.

Más tarde, Víctor se acostó de espaldas a ella. Antes, siempre la abrazaba antes de dormir. Ahora, como extraños.

¿Marina, duermes?

No.

Mañana llegaré tarde. Hay cena de empresa.

Vale.

No te enfades. Es solo el cansancio acumulado.

Lo entiendo.

Pero no lo entendía. No entendía cómo podía vivir a su lado, dormir juntos y tramar el divorcio. Cómo mentirle cada día, mirándola a los ojos.

Por la mañana, Víctor salió sin desayunar. Marina llamó a Natalia.

Natalia, ¿puedo ir a tu casa?

¡Claro! ¿Qué ocurre?

Te lo cuento en persona.

En casa de Natalia, con té y galletas, le contó lo de la carpeta. Natalia negó con la cabeza.

¡Vaya cabrón! Perdona, pero no hay otra palabra. Veinte años juntos, y esta puñalada.

¿Crees que hay otra persona?

¿Importa? Si quiere irse, que lo diga. ¿Para qué este teatro?

No sé. Quizá me tiene lástima.

¡Lástima! Con los papeles del divorcio listos. Marina, ¿qué harás?

No lo sé. Finjo que no sé nada, pero por dentro me destroza.

¿Y si pones tú la demanda? Para darle un susto.

No puedo. ¿Y si se arrepiente? ¿Y si es algo pasajero?

Natalia la abrazó.

Marina, cariño, ¿qué arrepentimiento? ¡Fue al abogado! ¿Esto no es un impulso.

Pero ¿por qué? ¿Qué hice mal?

No es culpa tuya. A los hombres les da la crisis. Extrañan su juventud.

Al volver, preparó la cena y esperó. Víctor llegó a las once. Ebrio, no demasiado, pero

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