Cambié el amor por la riqueza. Y el destino me la devolvió, embarazada, sirviendo comida en un lujoso restaurante.

Life Lessons

Cambié el amor por la riqueza. Y el destino me lo devolvió embarazada, sirviendo comida en un restaurante de lujo. Lo que ocurrió esa noche no solo terminó con mi compromiso, sino que reescribió toda mi vida.

Luis, un millonario, estaba sentado en aquel restaurante elegante junto a su prometida, Valeria, cuando una joven camarera les entregó el menú. Al levantar la vista, su corazón dio un vuelco: era Lucía.

Sus miradas se encontraron por un instante, ambos igual de sorprendidos. Lucía había sido su primer amor, cuando aún era pobre y vivía en un pueblecito de Andalucía. Juntos, juraron amor eterno sentados en el tejado de su casa, contemplando la puesta de sol.

En ese momento, algo que Luis había enterrado en su corazón resurgió: el amor. Y Lucía, por su expresión, parecía sentir lo mismo.

Pronto, Valeria, su prometida, notó la tensión y preguntó si se conocían. Luis respondió con un “sí” rápido, sin revelar que Lucía había sido el gran amor de su juventud. Ella siguió sirviendo con normalidad, pero Luis notó algo inesperado: estaba embarazada. Las dudas lo devoraban ¿qué había sido de ella todos estos años?

La última vez que la vio fue antes de irse a la universidad. En aquel adiós desgarrador, Lucía le rogó que se quedara, pero él persiguió su sueño: quería prosperar, hacerse rico y dejar atrás la vida sencilla. En Madrid lo consiguió, pero siempre sintió un vacío. El dinero soluciona problemas, pero no cura todas las heridas.

Cuando conoció a Valeria, creyó haber encontrado a la pareja perfecta: adinerada, elegante, influyente. Pero en el fondo, sospechaba que no era la persona a quien amar. Ahora, frente a Lucía, esas dudas se convirtieron en certeza.

Durante la cena, Valeria se fue al baño, dejando a Luis solo y más pensativo que nunca. Fue entonces cuando Lucía regresó a la mesa para preguntar si deseaban algo más. Sin poder contenerse, él le pidió que se sentara y hablaran.

Lucía habló con sencillez. Contó que había ido a Madrid para buscarlo, pero solo encontró dificultades. Sin estudios, tuvo trabajos mal pagados. Incluso durmió en la calle, hasta que el dueño de un bar la acogió y luego la abandonó, dejándola embarazada. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras hablaba. Luis la abrazó, sintiéndose impotente, pues aún estaba comprometido.

Poco después, fue al baño en busca de Valeria. Al abrir la puerta, la encontró en un apasionado encuentro con el chef del restaurante. Atónito, le preguntó qué significaba aquello, y ella, sin remordimientos, confesó que llevaban siete meses juntos.

Para su sorpresa, Luis no se enfadó. Sintió alivio. Sonrió y declaró que su compromiso había terminado. Al regresar al salón, buscó a Lucía, pero el jefe le informó de que ya se había ido.

Desesperado, salió bajo la lluvia. Y allí estaba ella, caminando sola con un paraguas roto. Corrió hacia Lucía, le pidió que esperara y le contó todo lo sucedido. Se besaron con intensidad, como si el tiempo retrocediera.

En ese instante, ambos sintieron cómo los años de separación se desvanecían. La soledad llegaba a su fin. Como si la luz del amor iluminara la oscuridad, calentando sus corazones con una alegría que les devolvía las ganas de vivir. Los latidos se aceleraban al ritmo de la lluvia. Las gotas resbalaban por sus rostros, mezclándose con aquel beso profundo, los ojos cerrados y los labios apretados, como si la vida empezara de nuevo en ese preciso momento.

Luis le prometió cuidar de ella y del bebé. Poco después, compraron una casa en el campo, devolviéndole a Lucía la paz que siempre mereció. Eso era lo que él quería: amor. Un amor que no se compra con todo el dinero del mundo. Algo natural, sagrado y compartido, que llega como un regalo del destino, inesperado y valioso, capaz de transformarlo todo.

Cuando nació su hijo, los tres Luis, Lucía y el pequeño subieron al tejado de la casa, como en los viejos tiempos. Abrazados, contemplaron el atardecer, prometiéndose que nunca más se separarían.

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