Pues mira, por esta vez no te vamos a echar durante las fiestas. Prepáranos tres habitacionesmis hermanas y mi sobrina se quedarán a dormir. Tú puedes pasar la noche en la cocina.
Gloria Valeriana, ¿te parece bien ignorar que soy la única dueña de esta casa? Tengo los documentos que lo demuestran. Así que ni se te ocurra entraros sacarán con la policía de por medio.
Hoy, después del trabajo, Natalia pensaba pasar por el centro comercial. Faltaban dos semanas para Nochevieja, y su amiga de toda la vida, Rocío, la había invitado a celebrar en su casa.
Natalia sabía que habría mucha gente: la hija de Rocío con su marido y los niños, la hermana, la sobrina universitaria. Natalia iba a menudo y los conocía bien, así que quería adelantar los regalos.
Elegir detalles era algo que se le daba bien, y le encantaba hacerlo. Ya imaginaba el placer de pasear entre las tiendas iluminadas, mirar con calma, elegir, ver cómo el dependiente envolvía todo con brillante papel de regalo.
Pero su humor se estropeó en cuanto salió a la calle: en el aparcamiento, junto a su coche, la esperaba Lucíala hermana de su exmarido.
Nati, ¡hola!saludó Lucía. ¿Tan tarde? Me he quedado tiesa de frío.
Buenas tardes, Lucía. No esperaba verte aquí.
¿Por qué no? Al fin y al cabo, familia somosrespondió Lucía. O al menos lo fuimos durante veinte años.
Por suerte, ya nocontestó Natalia, abriendo la puerta del coche.
Pero Lucía la detuvo.
Escucha, Nati, tengo que pedirte un favor. Bueno, más bien es cosa de toda la familia.
¿Qué familia, Lucía? Hace un año que no tengo nada que ver con vosotros. No quiero oír favoresdijo Natalia.
No, escucha. No sé cómo repartisteis los bienes con Álvaro, pero mamá sigue pensando que la casa donde vives es de la familia.
La comprasteis juntos, y él pasó diez años arreglándola. Celebrábamos allí Nochevieja, las fiestas de mayo ¿Y ahora qué?
Mamá quería reunir a toda la familia para su cumpleaños en mayo, poner mesas en el porche como siempre. Y tú ni nos abriste. Te fuiste quién sabe dónde.
No entiendo por qué me cuentas todo estopreguntó Natalia. Fui a casa de una amiga. Porque me apetecía. Perdona, pero no pensé en pediros permiso.
Y olvidaos de vuestras reuniones en mi casa. Cuando Álvaro y yo nos divorciamos, acordamos: el piso, el coche y el garaje para él; la casa, para mí. Todo legal. Así que ahora podéis quedaros en el piso de Álvaro.
Nati, mamá quería pedirte permiso para celebrar Nochevieja allí, como antes. Vendrá mucha genteni cabemos todosdijo Lucía.
¿Gloria Valeriana me lo pidió? ¡Vaya! ¡No me lo creo! Veinte años sólo exigiéndome cosas, poniéndome pegas. Y de repente, un favor. Lucía, dile que no. Que alquilen habitaciones de hotel.
Natalia entró en el coche. Las ganas de ir de compras se habían esfumado. *«Lo haré mañana»*, pensó, y puso rumbo a casa.
Con Álvaro vivió casi veinte años. La casa de la que hablaba Lucía la compraron hacía diez.
Hace un año, él anunció que *«a los cuarenta y cinco la vida no se acaba»* y que seguiría adelante con su joven y guapa secretaria.
Natalia no lo retuvo, pero tampoco se dejó despojar. La casa y los ahorros se quedaron con ella; él se llevó el piso, el *Seat León* y el garaje.
Como su hija, Laura, seguía estudiando, Álvaro no reclamó la cuenta conjunta.
Hace unos días, Laura llamó para decir que pasaría Nochevieja en la residencia universitaria.
Mamá, ¿no te molestará?preguntó. Pero en vacaciones vuelvo.
Así que Natalia aceptó la invitación de Rocío. Con esa gente, no se aburriría.
Conociendo a Lucía, sabía que no sería el finalno la dejarían en paz. Y no se equivocó.
Esa misma noche, su exsuegra llamó:
¿Natalia? ¿No te estarás pasando? Le robaste la casa a mi hijo, y ahora crees que no podemos contigo.
Pues escucha: ¡esta Nochevieja la celebraremos TODOS en NUESTRA casa! En la que mi hijo, por bondad, te dejó vivir. ¿Entendido?
Bueno, por esta vez no te echaremos. Prepáranos tres habitacionesmis hermanas y mi sobrina se quedarán. Tú en la cocina.
Gloria Valeriana, ¿sabes que soy la única dueña? Tengo papeles. Ni lo intentesos sacará la policía.
¡Ya veremos quién saca a quién! En fin, prepara las habitaciones. Nosotros traeremos la comida, así no cocinas. Y no te opongas, o será una Nochevieja que no olvidarás.
*«Este año, la madre de Álvaro ha perdido el juicio»*, pensó Natalia.
Gloria Valeriana nunca fue pacífica, pero su discurso de hoy dejó atónita a su exnuera. ¿De verdad creía que Natalia se asustaría y obedecería?
Antes, Natalia era la nuera favoritalas otras dos aceptaron el dominio de su suegra.
Ahora, divorciada, las palabras de su exsuegra sólo le causaban perplejidad: ¿en qué estaban pensando?
Mientras, en el piso de Gloria Valeriana, trazaban un plan.
Lucía, tú y Luis os encargáis de la comida. Comprad todo lo que se pueda. Cocineremos la tarde del 30 y la mañana del 31.
Nosotras haremos los cocidos y lo caliente. Silvia y Olga, las ensaladas. Lo guardaremos en tuppers, y los platos los cogeremos de casa de Nataliasé que le quedan dos vajillas. Álvaro no se llevó nada.
Mamá, ¿y si se niega?preguntó Lucía.
¡Que lo intente! Seremos docetoda la familia. ¡Le dará vergüenza! ¿Cómo lo ves?
Abre la puerta, y en el porche están el tío Paco, la tía Lola, Leo con Natalia ¿Crees que les cerrará? Nos dejará pasar, y hasta ayudará. ¡Es la familia!
El 31 de diciembre, a las nueve de la noche, cuatro coches aparcaron frente a la casa de la calle Oriente.
Rarodijo Luis, el marido de Lucía. No hay luz. ¿Estará Natalia?
¿Adónde va a ir? Está. Y Laura también habrá vuelto. Se escondensonrió Gloria Valeriana. Llama.
Nadie respondió.
Esperad, tengo llavedijo Gloria Valeriana. Sabía que Natalia haría algo así, así que la traje.
Abrieron la verja y entraron todos al jardín.
Ahora abro la casa. Encended la luz y llevad todo a la cocina; ponemos la mesa rápido. Que Natalia se esconda si quiere. No la invitamos.
Veinte minutos después, se oyó ruido en el pasillo.
Ahí está la dueñadijo Luis.
Pero no era ella.
Natalia, mientras, ayudaba a Rocío a poner la mesalos invitados no tardarían.
De pronto, sonó su teléfono.
¿Natalia Ruiz? La alarma de su casa se ha activ







