Aquí está toda la verdad sobre tu novia dijo el padre con frialdad, tendiéndole un pendrive a su hijo.
Javier no dejaba de mirar el reloj. Había reservado mesa en *El Rincón de Lujo*, el restaurante más caro de Barcelona. Lucía llevaba diez minutos de retraso, y eso siempre le sacaba de quicio.
La puntualidad era una de las cualidades que más valoraba en la gente.
El joven suspiró, hojeando el menú por enésima vez, aunque ya sabía perfectamente lo que iba a pedir.
El cansancio acumulado y la reciente conversación con su padre le habían dejado la cabeza hecha un lío. Justo cuando decidió llamar a Lucía, la puerta del restaurante se abrió de golpe.
¡Cariño! ¡Perdona el retraso! La chica se acercó a la mesa como un remolino en un vestido azul celeste que le marcaba la figura.
Se inclinó y le dio un beso fugaz a Javier. Olía a flores primaverales y a algo tan familiar que su enfado se esfumó al instante.
Sabes que no me gusta esperar intentó poner cara seria, pero no pudo evitar sonreír. Era imposible enfadarse con ella.
Pero a mí Lucía le lanzó una mirada pícara me encanta que un hombre tan guapo me espere en un sitio así. Imagínate, me quedé atascada en un semáforo. ¡Y luego una abuela cruzó la calle tan despacio que casi me da algo!
Javier soltó una carcajada.
Seguro que te pasaste media hora maquillándote.
¡Qué va! protestó ella, fingiendo indignación. ¡Solo veinticinco minutos!
El joven no podía apartar la vista de ella. Su melena castaña en ondas suaves, sus ojos azules brillantes y esos hoyuelos que hacían su sonrisa irresistible.
Cada vez que la miraba, no podía creer su suerte. Se conocieron hace dos años, llevaban año y medio juntos y un año comprometidos. Y ahora
¿Por nosotros? Javier alzó su copa de cava.
Por nosotros sonrió Lucía, pero había algo en su mirada que le revolvió el estómago.
Hicieron el pedido y charlaron con naturalidad sobre su día. Ella, como siempre, contó anécdotas de su trabajo en la clínica, de un niño gracioso que había atendido y de cómo el director la llamaba *”la enfermera de oro”*.
¿Y tú? ¿Qué tal el proyecto con tu padre? preguntó, mientras saboreaba un trozo de salmón.
Normal encogió los hombros. Todo va según lo previsto, pero los plazos son un infierno.
Lucía asintió y, como si nada, preguntó:
Hablando de plazos ¿Cuándo vamos a poner fecha a la boda?
Javier se quedó helado. Otra vez.
Lucía, ya lo hablamos. Cuando terminemos el proyecto con mi padre
Sí, sí, lo sé interrumpió, agitando la mano. ¡Pero ya llevamos medio año con esto! Javier, no quiero esperar más. Llevamos un año comprometidos. ¿Por qué lo estiras tanto?
No lo estiro. Es que ahora no es el mejor momento.
¿Y cuándo lo será? ¿Cuando tenga cincuenta años? Quiero ser tu mujer, ¿entiendes? ¡No tu novia, no tu prometida, tu mujer!
Lucía, ahora mismo tengo tanto trabajo que no levanto cabeza
¡Qué excusa! Como si para casarte necesitaras hacer más que aparecer en el lugar y la hora acordados.
No es eso el tono de Javier se volvió más cortante. Quiero que todo sea perfecto.
¡Yo también! exclamó ella. ¿Y sabes qué sería perfecto? ¡Una boda en una isla! Ya lo hablamos. Hasta he mirado catálogos. Mallorca, Canarias, Ibiza ¡tú eliges! Allí lo organizan todo, solo tenemos que llegar.
¡Otra vez con la boda en la isla! ¿Tan importante es el lujo? ¿O solo quieres que todos mueran de envidia?
Lucía apartó bruscamente su plato.
¿Así que piensas que estoy contigo por dinero? ¿Que solo me importa una boda de ensueño?
¿No es así? las palabras se le escaparon antes de pensarlo. Solo hablas de bodas, viajes, de todo lo que quieres hacer Nunca dices que solo quieres estar conmigo.
¡Eres insoportable! los ojos de Lucía se llenaron de lágrimas. ¡Solo quiero ser tu esposa! Y tú te inventas excusas tontas. Si no quieres casarte, dilo de una vez.
¡No me las invento! Javier alzó la voz, llamando la atención de otros comensales. ¿Por qué siempre me presionas?
¡Porque te quiero, idiota! Pero no lo entiendes. ¡O quizá a ti no te importa!
El joven se levantó bruscamente y dejó unos billetes sobre la mesa.
¿Sabes qué? No voy a discutir esto aquí. No pienso hacer el ridículo. Llámame cuando te calmes.
Salió a paso rápido, ignorando la mirada confusa del camarero y los sollozos de Lucía a sus espaldas.
***
Javier conducía por la ciudad a toda velocidad, superando los límites sin miramientos.
Su BMW último modelo tomaba las curvas con elegancia. Subió la música al máximo, intentando ahogar sus pensamientos, pero no funcionó.
¿Por qué todo con Lucía se había vuelto tan complicado? Cuando se conocieron, todo era distinto. Recordó el día en que se vieron por primera vez.
Había ido a la clínica de su padre por unos documentos. Francisco Javier Rodríguez, uno de los cardiólogos más prestigiosos del país y dueño de una cadena de clínicas privadas, nunca separaba trabajo y familia.
*”El negocio debe quedarse en la familia”*, solía decir.
Javier, único hijo y heredero, siempre había recibido un trato especial. En el colegio, en la universidad, en el trabajo todos le miraban distinto.
A los veinticinco, ya estaba harto de mujeres que solo veían en él una cartera y un apellido. Modelos, empresarias ambiciosas, *socialites* Todas llevaban la misma máscara, ocultando el cálculo tras sus sonrisas.
Hasta que conoció a Lucía.
Aquel día, ella estaba en recepción rellenando papeles. Con su uniforme blanco de enfermera y el pelo recogido en una coleta, sin pretensiones. Cuando levantó la vista y le sonrió, Javier sintió que algo le daba un vuelco al corazón. En su mirada no había falsedad, solo calidez y una luz especial.
Buscó cualquier excusa para hablarle, luego la invitó a un café, después a cenar
Lucía era distinta a todas las mujeres que había conocido. Creció en una familia humilde, trabajó desde los dieciséis y pagó sus estudios sola. Le cautivó su naturalidad, su humor y que nunca intentara aparentar ser quien no era. Nada que ver con las chicas de su entorno.
Su madre, Carmen, la aceptó de inmediato.
*”Es auténtica, hijo. No la sueltes”*, le dijo tras conocerla. Desde entonces, la llamaba *”mi niña”*, incluso cuando Javier y Lucía empezaban a salir.
Pero su padre Francisco Javier nunca criticó abiertamente a la novia de su hijo. De hecho, la valoraba como profesional y siempre elogiaba su trabajo.
Pero cada vez que Javier mencionaba planes serios con ella, había algo raro en su mirada.
*”Es una buena chica, Javier, pero no para ti”*, le dijo una vez. Esa frase se le quedó grabada, sembrando dudas.
¿Acaso su padre veía algo que él no? ¿Era Lucía como las demás, pero mejor ocultando sus intenciones







