¿Adónde vais? ¡Hemos venido a visitaros!

Life Lessons

¿Adónde van? ¡Hemos venido a visitaros! gritó Carmen, frunciendo el ceño. ¡No soporto a tu hermana! ¡Me saca de quicio!

No eres la única respondió Javier, apoyando a su mujer. Siempre ha sido así.

Se mete en todo y cree que sabe más que nadie. Y esa cara de superioridad cuando me humilla murmuró Carmen entre dientes. O critica mi educación, o dice que voy pasada de moda

Mamá la consintió demasiado se encogió Javier. La malcrió y ahora es insufrible.

Menos mal que vivimos a cien kilómetros de tu familia suspiró Carmen, levantando los ojos al cielo.

La suegra, Isabel, y la cuñada, Lucía, vivían en Madrid, mientras que Javier y Carmen residían en un pequeño pueblo cercano. Ambas mujeres eran viudas y compartían un piso en la ciudad, así que cada visita a la madre de Javier significaba también lidiar con Lucía.

La hermana de Javier no soportaba a Carmen, y las discusiones eran inevitables. Al principio, Carmen aguantaba en silencio, pero al ver que la débil Isabel empezaba a criticarla también, decidió defenderse. Cada visita terminaba en escándalo, y la pareja optó por dejar de ir.

Isabel no tardó en notarlo.

¿Por qué no venís? Dos semanas sin veros. ¿No crees que echamos de menos a mi hijo? regañó por teléfono.

Estamos ocupados respondió Javier, evasivo. No tenemos tiempo.

¿Ocupados en qué? preguntó Isabel, recelosa. ¿O es que tu mujer no te deja? La última vez se fue con cara de vinagre.

Ya te dije, tenemos cosas que hacer cortó Javier, colgando rápido.

Pero una hora después, Isabel llamó de nuevo.

Lucía y yo vamos a pasar por el pueblo.

¿Para qué? se sorprendió Javier.

Visitar a una vieja amiga y de paso veros, ya que vosotros no venís dijo con seguridad.

Javier palideció. No había dejado de visitarlas para que ahora aparecieran en su casa.

No estaremos mintió, esperando disuadirlas.

¿Adónde vais? preguntó Isabel, irritada. ¿O es que no queréis vernos?

Tenemos un cumpleaños improvisó Javier.

Pues id replicó ella, amargada, aunque vuestra madre y hermana no vengan todos los días.

Javier sintió un remordimiento, pero al recordar cómo trataban a Carmen, dejó de preocuparse. No le dijo nada a su mujer para no alarmarla.

Tres horas después, la campanilla sonó. Carmen abrió la puerta y se quedó helada al ver a Isabel y Lucía.

Carmen, ¿no estás lista? intervino Javier, fingiendo sorpresa. ¿Te olvidaste del cumple?

¿Qué cumple? preguntó ella, confundida.

Mamá, Lucía, ¿qué hacéis aquí? actuó Javier.

Vinimos, como te dije respondió Isabel. ¿Nos dejáis pasar o seguimos en el rellano?

No podemos, nos vamos dijo Javier, tomando a Carmen de la mano. Ve a cambiarte.

Ella captó la señal y asintió.

¿Adónde vais? ¡Si acabamos de llegar! protestó Lucía, cruzando los brazos. ¿No es tarde para un cumpleaños?

Debemos estar allí en media hora insistió Javier.

¿Vas así? se burló Isabel, señalando su ropa.

¡Maldita sea, me olvidé! exclamó él, y salió corriendo a cambiarse.

Lucía e Isabel intercambiaron miradas escépticas. No creían en la excusa.

¿No podéis cancelar? preguntó Isabel cuando Javier regresó.

No, el banquete está pagado dijo él. Venid la próxima semana.

¿Y si nos quedamos hasta que volváis? sugirió Lucía, mirando alrededor.

No respondió Javier, tajante. ¿No tenéis otro sitio?

Tu casa es mejor que la de esa vieja gruñona dijo Isabel, risueña. Además, ya fuimos y no le hizo gracia vernos.

¿Queréis que os lleve a la estación? ofreció él.

No hay autobuses a Madrid respondió Lucía, maliciosa.

Puedo reservaros una habitación propuso Javier.

Isabel frunció el ceño.

¿Un hotel? ¿Tanto os molesta dejarnos aquí? preguntó, ofendida.

No es eso intervino Carmen. Preferimos no dejar a nadie en casa.

No hace falta espetó Isabel, saliendo.

Lucía la siguió, lanzando reproches.

Al verlas marchar, Javier y Carmen suspiraron aliviados. La excusa del cumpleaños ya no era necesaria.

Isabel y Lucía tomaron un taxi de vuelta a Madrid, decididas a no volver a contactar con sus ingratos familiares.

Javier solo pensó en ellas cuando, meses después, fue a la ciudad por una cita médica y buscó un sitio para comer.

Lucía le abrió la puerta con frialdad.

Vamos a salir dijo. No dejamos entrar a extraños.

Javier entendió, con amargura, que estaban profundamente ofendidas.

Después de eso, la relación se rompió para siempre.

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