He cancelado la boda.

Life Lessons

Cancelé la boda.
Sí, así como lo oyes. A tan solo dos semanas de la fecha que habíamos planeado con tanto detalle, de los que se discuten durante meses, todo estaba ya listo: la sala del Hotel Ritz en Madrid estaba reservada, la orquesta ensayaba la pieza central, el fotógrafo había programado minuto a minuto cada toma, el vestido colgaba en el armario blanco, impecable, el mismo que había imaginado al verme en el espejo la primera vez. Incluso habíamos encontrado el piso perfecto, luminoso y acogedor en Malasaña, donde íbamos a mudarnos justo después del enlace para comenzar la nueva vida.

¿Por qué lo anulé todo?
Porque el señor Fernando, de repente, decidió que podía alzar la mano contra mí.

No nos equivoquemos: somos gente religiosa, respetamos las normas de modestia, nunca nos hemos rozado. Nuestras citas fueron siempre correctas, con la dignidad que exigen nuestras tradiciones. Creía sinceramente que estaba delante de un hombre capaz de fundar una familia basada en el honor, la ternura y el apoyo mutuo.

Pero, en un día ordinario, bajo la presión acumulada de los preparativos, él, como si se hubiera soltado de una cadena, alzó la voz. Primero fue un grito seco, fuerte, totalmente distinto a su tono mesurado habitual. Un segundo después, un fuerte bofetón resonó en la habitación, tan real que la visión se nubló en mis ojos.

Sí, lo habéis escuchado bien. Ese mismo graduado de la prestigiosa Universidad de Salamanca, el ejemplo a seguir, un académico serio, un caballero del que todos hablaban, se plantó frente a mí y me dio una bofetada a dos semanas del matrimonio. Un ideal que, ahora, se desmorona.

Su verdadera cara salió a la luz. Tal vez siempre estuvo allí, oculta tras la máscara de la respetabilidad, la devoción y el respeto. En el momento del estallido, mostró quién es realmente, y, lamentablemente, no es el hombre protector que imaginaba.

¿Decir que, de alguna forma, me alegro de que haya ocurrido? Sí, aunque suene terrible, creo que me salvé. Mejor descubrir al monstruo antes del altar que vivir con él toda la vida, temiendo cada movimiento, cada aliento suyo.

¿Contaros cómo está mi familia tras la cancelación? Ni hablar. Es un torbellino de emociones, reproches, preguntas, discusiones interminables entre vecinos y conocidos. Solo puedo afirmar una cosa: me duele hasta lo imposible.
Estoy destrozada. Necesito terapia. A veces pienso que solo una buena pastilla, quizá la que me haga dormir para siempre, aliviaría este dolor interminable.

Porque en lugar de apoyo, siento que ahora soy la vergüenza de la familia, como si yo hubiera destrozado todo, como si debiera haber soportado, como si la culpa fuera mía, ¿entienden?

Mi alma está hecha mil fragmentos. Vivo en una niebla interior, como si todo sucediera a distancia. Duele en lo más profundo, en la esencia de mi yo. A veces me sorprendo deseando desaparecer, fundirme con el aire, escapar de un mundo donde la compasión y la comprensión son escasas.

Sin embargo, no he escrito este confesionario por casualidad. Lleva un mensaje importante. Si, aunque sea un minuto antes de la boda, sientes que el hombre que elegiste como esposo no controla sus impulsos en la crisis, si percibes que es propenso a estallar de ira, si existe la mínima posibilidad de que levante la mano contra ti, detente y cancela todo. Sólo pon freno. Haz stop.

No importa cuánto dinero se haya gastado cientos de miles de euros, no importa cuántas personas se sientan decepcionadas, sorprendidas o indignadas, no importa lo que digan familiares, vecinos o amigos.

Me parece mucho más sensato detener la vida por un instante que, después, convertirse en una mujer que sufre violencia desde el primer día de matrimonio y, quizá, hasta el resto de su vida.

¿Y yo? No pido lástima. Solo agradecería que recen por mi recuperación, para que vuelva a sentirme completa, para que algún día logre construir una familia verdadera, la que todas las mujeres sueñan: una familia donde el amor sea ternura, no miedo; donde la mano sirva para apoyar, no para golpear.

Quizá algún día vuelva a creer en el amor.

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