Pensamos que la vida es complicada, pero nosotros la hacemos aún más difícil

Life Lessons

Querido diario,

Desde que estaba en el instituto, sabía que a Alicia le gustaba Jorge; lo veía en sus ojos, no lo ocultaba. Después de clase, él, como un caballero de los cuentos, me esperaba en el pasillo del primer año y caminaba a mi lado. Me contaba cosas y yo reía a carcajadas, aunque él solo me consideraba amiga.

Al principio los compañeros de clase se burlaban de los dos y, si él no estaba cerca, me preguntaban:

¿Y tú sola vas, dónde está tu guardaespaldas?

Yo les daba una palmada en la mejilla y reía.

Alicia entendía que Jorge estaba enamorado y lo hacía girar a su antojo; nos sentábamos juntos en clase, él me ayudaba con los exámenes y sacaba sobresalientes, mientras yo me debatía entre dos y tres.

Con mi amiga Rita compartía mis pensamientos. Ella siempre decía que Jorge era un chico honesto, que algún día sería un buen marido.

¡Ay, Rita! le dije en el undécimo curso. No me convence que Jorge sea tan tímido y viva con su madre. ¿Qué puedo esperar de él? Quiero pasión, fuego, no un marido de sofá.

Alicia, no se puede mostrar tan claro al chico que te gusta me aconsejó Rita. En el instituto todo el mundo lo sabe, incluso él, que se muere de ganas de saber si le corresponderás.

¿Y tú de dónde sacas esas reglas? No has salido con nadie, eres una silenciosa. replicó Alicia, riéndose. Además, mi madre siempre me dice que el chico debe correr tras de mí, no al revés.

Rita y yo éramos amigas desde la infancia; no había secretos entre nosotras. Yo era la más activa, ella la más reservada.

**Amor de instituto**

En la celebración del final del curso, Antonio, un chico de mirada profunda, apareció con Alicia vestida de gala, esbelta y casi etérea. La tomó de la mano y la llevó al centro del salón. Bailaron una pareja que dejó a todos sin aliento, mientras Jorge permanecía a un lado, triste, bajo la mirada compasiva de Rita.

Después, Antonio me propuso:

Quiero salir contigo, Alicia. Hoy te veo con otros ojos, tu sonrisa ilumina la sala.

Acepto contestó ella, intentando ocultar la alegría que la embargaba, aunque su corazón latía a mil por hora.

Antonio siempre supo que Alicia me gustaba, pero había muchas chicas y su gran corazón le costaba decidir. Esa noche, toda la clase se quedó hasta el amanecer, y luego él me acompañó a casa. Yo no pensé en Jorge; él se marchó temprano porque su madre enfermaba. No tenía sentido darle vueltas a Jorge cuando Antonio estaba allí. Como dice el refrán: «A quien mucho le gusta, poco le falta».

Desde entonces Alicia soñaba con una vida familiar junto a Antonio, aunque aún tenía que seguir estudiando. Yo le pregunté:

¿Vas a entrar al colegio de enfermería?

Yo no pienso entrar a ninguna universidad respondió Antonio, riendo. Apenas aprobé el bachillerato, me haré conductor en la Guardia Civil y luego iré al Ejército.

Entonces esperaré, no lo dudes le prometí, abrazándola.

No dudo, cumpliré el servicio, volveré y nos casaremos juró él, estrechándome fuertemente, insinuando un deseo de intimidad.

Yo le dije:

No te apresures, Antonio. Cuando regreses, nos pondremos los papeles y seré tu esposa, como me enseñó mi madre.

Él aceptó sin presionar, aunque yo desconocía que, al día siguiente, se fue con otra chica más desenfadada, Ana, y regresó al amanecer.

Yo acompañé a Antonio al Ejército y esperé con paciencia. Jorge, por su parte, no dejaba de acercarse:

Alicia, Antonio no es el hombre que necesitas. decía, pero yo solo reía, considerándolo un simple amigo.

Jorge era hijo único; su madre, postrada en cama, dependía de él. Él la cuidaba, a veces llamaba a la vecina Beatriz para que le ayudara con la higiene.

Cuando ponga a mi madre en pie, tendré más tiempo exclamaba a sus compañeros, estudiando en el instituto local, sin necesidad de mudarse a otra ciudad.

**Esperanza y desilusión**

Pasaron los años y Antonio volvió del Ejército. Alicia, sin pensarlo, corrió a su casa tras la escuela, pero al entrar la encontró abrazando a otra chica, riendo a carcajadas. El golpe fue tal que salió corriendo a casa sin mirar atrás.

Mi madre me consoló:

Hija, te dije que Antonio no era para ti, y Jorge siempre te lo recordó. Pero eres testaruda, crees que solo necesitas a Antonio.

Tiempo después descubrí que Ana estaba embarazada y pronto se casaría con Antonio. Alicia, herida, se acercó a mí y me pidió matrimonio, como venganza. Quizá yo ya sospechaba sus intenciones.

Dos años después vivíamos juntos, sin grandes discusiones. La madre de Jorge falleció y seguimos en su casa. Sentía su amor, aunque él quería más que mi respeto, pero yo me encerraba en mi caparazón, alejándome del mundo.

Una tarde salía del supermercado y me topé con Antonio. Me saludó y tomó mi mano:

Perdóname, Alicia, por todo lo que te hice.

Ya lo he perdonado hace tiempo le respondí, deseando alejarme.

Nuestros caminos son diferentes ahora, adiós.

Yo, sin embargo, lo escuché:

Te quiero, siempre te esperé. Con Ana rompimos, el niño no es mío. Ella me engañó.

¿Es verdad, Antonio? dudé, sin creer.

No tengo nada que ocultar.

Cerré la puerta y la vida se volvió un caos.

Confesé a Jorge:

Me encontré con Antonio, está divorciado. Quiero divorciarme y volver a estar contigo.

¿Qué haces, Alicia? exclamó mi madre. Lo lamentarás mil veces. Él te ama de verdad, Antonio no vale la pena.

Jorge repetía lo mismo:

Despierta, ya te ha traicionado.

Yo sólo respondí:

Os entendéis mal, lo amo.

Pasaron semanas y me sentía la mujer más feliz del universo. Antonio llegaba a casa ebrio, yo cerraba los ojos y veía todo en rosa, hasta que un día la realidad me golpeó: encontré en su chaqueta la huella de un labial ajeno.

Antonio, explícamelo exigí.

Él se excusó diciendo que alguien lo había puesto allí para pelearnos. Pero esas excusas se repitieron una y otra vez; llegué al punto de presentar el divorcio y abandonar su casa.

Vivo ahora con mi madre, recordando las advertencias de ella y de Jorge.

Un día, mientras llevaba a mi hijo Gonzalo al colegio, una conocida me dijo:

Alicia, ¿no notas que Jorge te engaña?

¿Cómo? respondí, incrédula. Él nunca haría eso.

Los hombres suelen ser infieles Lo vi con Verónica, la vecina, y su hija.

El corazón se me partió. Sin decir palabra, recogí a Gonzalo y me fui con Rita a otra ciudad, presenté la demanda y nunca entendí cómo Jorge pudo.

**El tercer y último enlace**

El tiempo pasó. Jorge, flaco y desaliñado, me encontró en la casa de la amiga.

Alicia, necesitamos hablar.

No quiero oír nada.

Yo también fallé, pero la mujer con la que estuve era la esposa de mi amigo Igor, que murió en un accidente. Ella tenía cáncer y me pidió que cuidara a su hija Alina. Cuando tú te fuiste, pensé en llevármela conmigo.

Yo, sorprendida, lo abracé y, tras mucho hablar, volvimos al coche con Gonzalo. Firmamos el divorcio una tercera vez, definitivo.

Alina fue adoptada, y crecimos como hermanos. Los hijos se educaron, formaron sus propias familias y ahora yo y Jorge somos abuelos con nietos que llenan la casa de risas. Agradezco al destino por haberme dado, tras tres matrimonios, al mismo hombre que, pese a todo, fue mi gran amor.

Hoy, al cerrar este cuaderno, entiendo que el amor no siempre llega en el momento que uno desea, ni siempre con la persona que parece perfecta. La lección que me llevo es que la paciencia y la reflexión valen más que la pasión desbordada; hay que aprender a reconocer el verdadero afecto antes de dejarse arrastrar por la ilusión.

Con la cabeza más clara, firmo:

Nunca es tarde para rectificar, y el corazón solo necesita ser escuchado.

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