¿Un piso para dos? ¡Sin mí!

Life Lessons

¿Una vivienda para dos? ¡Ni pensarlo!
Voy a ceder el piso a Lucía y a mudarme contigo. Ya vives sola, dije sin preguntar.

¿Qué voz de hombre escucho allí? La voz de mi madre sonó dura, como si tuviera trece años en lugar de treinta y tres.

Televisión, madre. ¿Qué querías? mi hermana intentó cortar la charla al momento.

Tenemos que hablar, en serio, insistió mi madre y colgó al instante. Así era ella: siempre señalaba, nunca preguntaba.

¡Antonio!, gritó mi hermana y lanzó el móvil al sofá.

¿Qué ocurre? salió de la cocina con dos tazas de café en la mano.

Mi madre viene esta noche.

¿Quieres que me quede?

No hace falta. lo resolveré sola.

**Los ecos del pasado**

Los recuerdos son como fotos en un álbum: algunos se desvanecen, pero lo esencial perdura. Tenía once años cuando mis padres se separaron. Mi hermana Lucía jugaba todavía con muñecas, mientras yo ya había aprendido a leer entre líneas los murmullos de los adultos.

No puedo seguir, Carmen, decía mi padre. Esto ya no es matrimonio, solo una sombra.

¿Y los niños? la voz de mi madre resonó como cristales rotos.

Tras el divorcio, mi padre empaquetó en silencio sus cosas. Su sillón favorito, la taza gastada, hasta los libros desaparecieron poco a poco.

Yo me convertí en el puente entre dos mundos: la severidad de mi madre y la calma de mi padre. Lucía, por su parte, decidió que su padre era un traidor y su madre una mártir.

**La vida adulta**

Me mudé a Madrid para estudiar. Trabajé con ahínco, decidida a tener algún día mi propio piso. Lucía tomó algunos cursos, se hizo diseñadora de uñas y se casó casi al instante.

Mi padre falleció, dejando sólo recuerdos bonitos y un vacío.

Mi madre solo aparecía para reclamar dinero o quejarse:

Lucía está embarazada, ayúdala. Carlos gana poco y en el salón ni siquiera la contratan bien.

Suspiré agotada.

Sabía en lo que se metía. Esa era su decisión.

**Mi propio nido**

Años después compré mi piso soñado, completamente sola, con sudor y lágrimas.

Qué bonito piso, comentó mi madre recorriéndolo. Algo así le vendría bien a Lucía, en vez de vivir en una residencia con el bebé Y tú aquí, sola, en este palacio. No es justo.

Porque Lucía siempre creyó que le correspondía algo. Yo he trabajado.

Entonces, años más tarde, llegó la visita inesperada:

He decidido que el piso se lo quedará Lucía y me mudaré contigo, dijo mi madre con una sonrisa, inspeccionando cada rincón.

No, respondí tajante. Este es mi piso.

¿Qué significa un no aquí? ¡Yo ya lo he decidido!.

Entonces vive con Lucía. Esto no es un hotel.

¡Eres tan fría como tu padre!.

Gracias. Él me quería y nunca puso condiciones.

La puerta se cerró de golpe. Sólo quedó el silencio y la sensación de alivio.

En el móvil parpadeó un mensaje:

¿Cómo ha ido?

Yo sonreí y contesté:

Pasa por aquí. Te enseño a preparar tiramisú.

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