La madre acusó a la esposa de su hijo de arruinar todas las celebraciones.

Life Lessons

Doña Natalia, no puedes culpar a mi mujer de arruinar los festejos reprendió el hijo, la voz cargada de reproche.

Almudena está arruinando nuestras fiestas, soltó la madre, cruzando los brazos con dureza.

Álvaro, son de Doña Natalia, respondió con una sonrisa nerviosa por la videollamada: Almudena propone quedar mañana en un restaurante o en una terraza.

Buena idea, pero que ella elija el sitio con antelación, no queremos andar cambiando de tabla a último momento intervino Doña Natalia, calmada, mientras miraba la pantalla.

Ya hemos decidido, no te preocupes. En el barrio de Salamanca ha abierto un local nuevo; mañana lo probaremos contestó Álvaro, despreocupado.

Nuevo Vale, mándame la dirección y dime a qué hora debo llegar con Don José aceptó la madre, resignada.

Ya te lo envío dijo él y colgó.

Poco después, Doña Natalia recibió un mensaje con la ubicación y la hora. Tenía dos nueras y un yerno, y con todos se llevaban bien, menos con Almudena.

La suegra nunca se entrometía en la vida de sus nueras; al contrario, trataba de mantenerse al margen. El problema era que Almudena no sabía comportarse en la mesa y le faltaba tacto.

Hace unos meses, la familia había salido a cenar y, en vez de pasar un buen rato, se vieron atrapados en los caprichos de Almudena.

No me gusta el plato, quejaba. El camarero no me miró bien, se lamentaba. El menú es escaso.

El último motivo los obligó a cambiar de restaurante varias veces esa misma noche. Pero Almudena siempre encontraba algo a lo que aferrarse. Cuando pidió una ensalada sin cebolla, el camarero la sirvió y, al ver una ramita de eneldo, exclamó:

¿Qué lleva la ensalada?

Esa ramita de eneldo, ¿no era para adornar? preguntó Almudena, apuntando con la uña pintada.

Sólo es decoración replicó el mozo, desconcertado.

¿Yo pedí que pusieran eneldo? replicó la nuera, frunciendo los labios.

Si quieres, lo quito; no hay eneldo en la ensalada propuso, intentando salvar la situación.

¡Quítame toda la ensalada! Me ha arruinado el apetito Tráiganme mi batido de leche, ordenó Almudena con desdén, girándose hacia la ventana.

Todos cumplieron sus caprichos sin que el personal protestara; el ambiente quedó destrozado.

Almudena se quedó con los labios inflados y la mirada herida mientras los familiares seguían comiendo y conversando. Salir a cenar con ella era una verdadera tortura. Incluso en los encuentros familiares los incidentes no faltaban; su actitud irascible envenenaba cualquier comida.

En el funeral de la tía de Álvaro, Almudena volvió a montar la bronca.

¿Quién ha preparado estos buñuelos? ¡Parecen de goma! gritó, rompiendo el silencio.

Calma, no hace falta alzar la voz, simplemente no los comas intentó calmarla Doña Natalia, percibiendo las miradas desaprobadoras de los presentes.

¿Y qué hacemos entonces? Yo le preparo mejores cosas a mi perro; el alcohol y el zumo son baratos. ¡Puaj! bufó Almudena.

No estamos aquí para comer, sino para recordar a la fallecida. Por favor, muestra respeto y guarda silencio susurró la suegra.

Eso es justo lo que pienso, ¡nos llaman a hacer el duelo y no hay nada que comer! murmuró Almudena, abatida.

Parecía que el conflicto había quedado en el pasado, pero no.

Más tarde, varios familiares llamaron a Doña Natalia, indignados, contándole cómo Almudena había llegado a sus casas quejándose de la comida.

Avergonzada, Almudena juró no volver a acompañar a su nuera a esas reuniones. Se acercaba el cumpleaños de Doña Natalia y Almudena y su marido tenían intención de asistir. Conociendo la situación, la suegra anunció a todos que se sentía indispuesta y pospuso la celebración indefinidamente. Sabía que Álvaro tendría que viajar por trabajo a finales de mes y esperó a que él se fuera.

Doña Natalia ideó un plan astuto para celebrar su cumpleaños sin Almudena. En cuanto Álvaro llamó desde otra ciudad, ella empezó a enviar invitaciones a sus hijos, excluyendo a la nuera del festín.

El cumpleaños transcurrió alegremente, sin invitados molestos. Por primera vez en dos años, Doña Natalia pudo relajarse con sus nietos, sin críticas sobre la comida o la bebida.

Sin embargo, la felicidad duró apenas un instante. Algún invitado subió fotos del evento a las redes sociales y Almudena las vio.

¿Hola, Doña Natalia? ¿ Celebraron su cumpleaños? preguntó con amargura al teléfono.

Sí, ya ves, y ha tardado semanas en organizarse respondió la suegra, sin rodeos.

¿Por qué no me invitaste?

Álvaro estaba fuera por trabajo, y te quedarías sola, aburrida

Con ustedes nunca me aburro, no hay necesidad de suponer cosas. ¿Por qué no esperar a que Álvaro volviera? replicó Almudena, sospechosa.

¿Por qué, por qué? Porque la esposa le arruina todos los festines con su cara de asco espetó Doña Natalia, y al instante se arrepintió de sus palabras.

¿¡Qué?! ¿Yo arruino? Creía que eras una buena mujer, ¡eres una serpiente! sollozó Almudena antes de colgar.

Unas horas después, Álvaro llamó a su madre y descargó la bronca.

¿Por qué tratas así a mi mujer? ¿Qué le hemos hecho?

No nos han hecho nada, pero Almudena siempre estropea los festejos y tú no sabes ponerle límites explicó Doña Natalia.

¿Cómo la estropea? preguntó sorprendido Álvaro.

Con sus caprichos y sus críticas. No se puede ir a un restaurante ni sentarse a la mesa en casa sin que se queje de todo, ¡siempre está insatisfecha! soltó la mujer, con el pecho encogido.

Ella es directa y honesta, a diferencia de ti. Siempre te ha tratado como a una madre.

La franqueza no es sin educación. Si quiere ser como una hija, debe comportarse como tal, no como una niña caprichosa.

Está bien, vigilaré su comportamiento y le explicaré cómo debe actuar. Pero a cambio, prométeme que siempre la invitarás a los festejos propuso Álvaro, suavizando el tono.

Lo haré, bajo tu responsabilidad. Lo probaremos en la próxima comida aceptó Doña Natalia, aprisionada entre la dignidad y la conciliación.

Almudena no cambió; sus intentos de moderarse se desmoronaban en cada ocasión. Doña Natalia no tuvo más remedio que cerrar los ojos ante sus desvaríos y no volver a pelear con Álvaro, eligiendo el mal menor.

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