*Parece que has olvidado que este piso es mío ¡lo compré antes del matrimonio!dije con frialdad al escuchar a mi marido dar órdenes sobre mi casa con toda la tranquilidad del mundo.*
Lucía dejó su taza de café en el alféizar y miró por la ventana, pensativa. Había ahorrado para este piso durante diez años, trabajando en dos empleos. Cada euro que guardó, privándose de todo. Y ahora
*Lucita, he decidido reorganizar un poco los mueblesse oyó la voz de su suegra desde el salón. Ese sofá está claramente mal colocado.*
Lucía suspiró. Doña Carmen había vuelto a aparecer sin avisar, abriendo la puerta con su propia llave. Que, por cierto, se había hecho copiar ella misma *«por si acaso».*
*No hace falta cambiar nadaintervino Lucía, entrando en el salón. Así estoy cómoda.*
*¿Cómo vas a estar cómoda?la suegra alzó las manos. ¡Aquí todo está mal según el feng shui! Ayer vi un programa sobre eso*
*Doña Carmen, la verdad es que prefiero dejarlo como está.*
*¡Jaime!la suegra alzó la voz al ver entrar a su hijo. Dile a tu mujer que en una familia hay que escuchar a los mayores.*
Jaime dudó, mirando de su madre a su esposa.
*Mamá, ¿no será mejor otro día?*
*¿Y cuándo? Tu padre y yo no nos hacemos más jóvenes. Pronto necesitaremos que alguien nos cuide. Y aquí tenéis tanto espacio*
Lucía apretó los dientes. Ahí estaba. Lo que temía desde el principio del matrimonio. Doña Carmen estaba probando terreno para mudarse.
*Ustedes tienen un piso estupendo de tres habitacionesrecordó Lucía.*
*¡Estupendo, dices!la suegra hizo un gesto de desprecio. Quinto sin ascensor. A nuestra edad es un suplicio. Y vosotros estáis en un segundo, con los comercios al lado*
*Mamá, ya hablaremos de esto más tardeintentó mediar Jaime.*
*¿De qué hay que hablar? Pensaba que éramos una familia. Y en familia, hay que estar juntos. Tu hermana acogió a tus padres desde el primer día*
*La casa de Marta la compró su maridono pudo contenerse Lucía. Y este piso lo conseguí yo sola. Antes del matrimonio.*
*¡Ah, ya estamos!la suegra alzó las manos de nuevo. Mío, tuyo ¡En familia todo se comparte!*
*Lucía tiene razóndijo Jaime, inesperadamente firme. Este piso es suyo.*
*Hijo mío, ¿qué dices?Doña Carmen se llevó una mano al pecho, dramática. Yo he dado mi vida por ti y tú*
*Mamá, por favor, ahora noJaime la tomó del brazo. Vamos, te acompaño.*
Cuando la puerta se cerró tras su madre, Lucía se dejó caer en el sillón, agotada. Tres años de matrimonio, y estas conversaciones no cesaban. Primero fueron indirectas, luego consejos sobre reformas, y ahora lo decían sin tapujos
*Siento lo de mi madreJaime se sentó a su lado. Ya sabes cómo es, solo quiere lo mejor para nosotros.*
*¿Para nosotros?Lucía esbozó una sonrisa amarga. Lo que quiere es controlar cada paso que damos.*
*Venga, no exageres*
*Jaime, viene sin avisar, cambia las cosas de sitio, critica desde las cortinas hasta cómo hago la paella ¡Y ahora encima quiere mudarse aquí!*
*Es que no se hacen más jóvenessuspiró él. Quizá deberíamos planteárnoslo Son mis padres al fin y al cabo.*
Lucía se levantó de un salto, como si la hubieran pinchado.
*¿Qué quieres decir con «planteárnoslo»? ¿Me estás proponiendo en serio que se vengan a vivir aquí?*
*Bueno, no ahora mismo Pero con el tiempo*
*Jaime, este piso es lo único que conseguí por mí misma. Diez años ahorrando, ¿lo entiendes? Es mi espacio, mi*
*Ahora *nuestro*corrigió él con dulzura. Somos una familia.*
Lucía calló, atónita. Una idea cruzó su mente: *¿Tú también? ¿Ya consideras mi piso como tuyo?*
*Por ciertosiguió Jaime, como si nada, ya que hablamos del piso He consultado con un agente inmobiliario.*
*¿Qué agente?Lucía se tensó.*
*Bueno, mamá me recomendó uno de su confianza. Muy profesional. Dice que si vendemos tu piso*
*¿¡Qué!?Lucía se giró hacia él. ¿Vender *mi* piso?*
*El nuestrorectificó. Si vendemos este y el de mis padres, podríamos comprar una casita en las afueras. Habría sitio para todos, y el aire es más puro*
Lucía lo miró fijamente, sin creer lo que oía. ¿Habían planeado todo esto ella y su madre a sus espaldas?
*Jaime, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo?su voz tembló. ¿Qué casita? ¿Qué venta?*
*Cariño, pero es lógicorespondió él con el mismo tono tranquilizador que usaba en las discusiones con su madre. Para qué queremos un piso en la ciudad si podemos*
El timbre sonó. En la puerta había un hombre con traje.
*Buenas tardes. Soy de la inmobiliaria. Tenía una cita con Jaime Martínez*
*PaseLucía abrió la puerta de par en par. Justo a tiempo.*
Jaime palideció.
*Luci, espera*
*No, cariño, espera túse dirigió al agente. Dígame, ¿sabe que este piso es de mi exclusiva propiedad? Lo compré antes del matrimonio.*
El agente miró a Jaime, desconcertado.
*Pero su marido dijo*
*Mi marido dice muchas cosasLucía sacó una carpeta del armario. Aquí tiene. La escritura. Y la fecha de nuestra boda. ¿Ve la diferencia?*
*Entiendoel agente frunció el ceño. En ese caso, la operación es inviable sin su consentimiento.*
*Exacto. Y no lo doy.*
*¡Lucía, lo teníamos acordado!intervino la suegra.*
*No, *ustedes* lo tenían acordado. A mis espaldas.*
El agente se excusó, prometiendo devolver la señal. Lucía metió metódicamente las cosas de su marido en una maleta.
*No puedes hacernos estolloriqueó la suegra. ¡Somos familia!*
*Lo fuimosLucía cerró la cremallera. Hasta que decidisteis que podíais manejar mi vida.*
Jaime le agarró la mano.
*Lucía, ¡hablemos!*
*¿De qué? ¿De que intentasteis vender mi piso? ¿O de que ya habíais pedido un préstamo?*
*Quería lo mejor*
*¿Para quién?Lucía se soltó. ¿Para tu madre? ¿Para ti? Desde luego no para mí.*
En ese momento, sonó el móvil de Lucía. Un mensaje del banco: notificación de que el piso había sido hipotecado como aval de un préstamo. Que debía confirmar la solicitud y llevar los documentos originales. Todo se nubló ante sus ojos.
*¿Esto qué es?le mostró el móvil a Jaime. ¿Cuándo te las apañaste para esto?*
Él desvió







