¡Qué honestidad tan admirable tiene usted, Doña Galina Nicolaevna!

Life Lessons

¡Vaya sinceridad la tuya, Carmen Martínez! O sea, el año pasado nuestros hijos se asaban en el huerto, luego estuvimos todo el año trabajando para arreglar tu casa de campo, y ahora los hijos de Ana disfrutarán de las comodidades mientras los nuestros se quedan en casa. ¡Qué justa eres! no pudo aguantar más Laura.

Sí, dije que era para los niños, ¡pero nunca dije que solo para los tuyos! ¿Crees que no tengo otros nietos? Primero descansaron los tuyos, ahora los de Ana. ¡Todo muy justo!

Vaya manera de ser equitativa, Carmen. Nuestros hijos se achicharraban en el huerto, luego nosotros sudamos para arreglar tu casa, y ahora los de Ana nadan en la piscina. ¡Qué generosa! repitió Laura, furiosa.

Bueno, el año que viene traes a los tuyos. La casa no se va a mover. ¡Al fin y al cabo somos familia! Unos ayudan aquí, otros allá. ¡Es mi casa y hago lo que quiero con ella!

¡Claro! Ana solo aportó arena para el arenero. Vaya contribución impresionante replicó la nuera.

Carmen, ser justo es tratar a todos por igual. ¿Por qué no los llevas un mes a unos y luego a otros?

¡Ni loca! Con esta edad, no aguanto dos meses con tanto jaleo se defendió la suegra.

¿Y si son dos semanas?

No puedo. Ya le prometí a Ana. Ella y Valero tienen vacaciones en julio y quieren descansar sin niños. No hay manera.

Tráelos el miércoles que viene hasta el viernes. Unos días los paso con ellos, pero más me cuesta.

Laura soltó un suspiro fuerte. Unos días Después de todo el dinero y esfuerzo invertido, era una limosna.

Vale. Entiendo. Adiós colgó el teléfono.

Se agarró la cabeza. ¿Y ahora qué? Todo el año los niños soñaron con ir a casa de la abuela, jugar en el parque nuevo, bañarse en la piscina y ahora eso sería para otros.

Todo empezó tan bien. El verano pasado, Javier visitó a su madre, y Laura fue con él. Hacía diez años que no pisaba aquella casa, cuando aún vivía el suegro. Y todo seguía igual: ventanas chirriantes, baño exterior, maleza por todas partes

Dentro tampoco había mejoría: muebles viejos, papel pintado descolorido, olor a humedad.

¡Ay, cuánto hay que hacer! suspiró Carmen. Javi, empieza por cortar la hierba.

Mientras Javier trabajaba fuera, Carmen sirvió té. Primero hablaron de los niños, del trabajo hasta que la suegra soltó:

Me encantaría traer a los nietos, pero ¿qué van a hacer aquí? No hay comodidades ni diversión.

Laura miró alrededor. Recordó sus veranos en el pueblo, buscando gusanos para el abuelo, haciendo coronas de flores

Oye, ¿y si entre todos arreglamos la casa? Poco a poco propuso.

¡Eso mismo pensaba! exclamó Carmen. Mejor invertir aquí que en viajes.

A mí me da igual. Pero los niños disfrutarán. No tenemos playa, pero al menos tendrán el lago.

Así lo hicieron. Cambiaron ventanas, arreglaron la valla, Laura encontró muebles baratos. En agosto, los niños volvieron encantados:

¡Mamá, la abuela tiene un jardín genial! ¡Vimos caracoles, saltamontes hasta un lagarto!

Sí, el año que viene será mejor sonrió Laura.

Carmen asintió, feliz.

Todo el año siguieron arreglando: agua corriente, baño, aire acondicionado. Pusieron una pérgola, arenero, piscina hinchable Los niños no paraban de preguntar cuándo volverían.

¡Sois unos campeones! decía Carmen. ¡Ahora los niños estarán en el paraíso!

Laura creía que era un proyecto familiar, hasta que supo que ese verano irían los hijos de Ana.

¿En serio? Después de todo lo que hicimos llamó a su madre, indignada.

Carmen te ha tomado el pelo dijo su madre. Pero hay opciones. ¿Alquilar una casita rural? Yo puedo cuidar a los niños.

Al final, encontraron una cabaña cerca del pueblo, con huerto y barbacoa. Compraron una piscina y columpios pero los desmontaron de la casa de Carmen.

¿Así que, como no pude recibir a tus hijos, arruinas el verano de los de Ana? gritó Carmen.

Yo compré esto para mis hijos. Que Ana compre lo suyo respondió Laura.

Carmen no supo qué decir.

El mes pasó volando. Los niños correteaban, nadaban, recogían frutas Laura, en el porche, pensaba que aquel lugar era más acogedor que la casa de su suegra. Sin engaños, solo familia.

Aquí fue mejor que con la abuela el año pasado decían los niños.

Laura sonrió. Al menos tendrían algo que contar en la redacción del cole.

Que Ana y Carmen se busquen la vida. Nosotros ya sabemos dijo en el coche.

Ahora veía todo como una lección. Seguiría haciendo lo mejor por sus hijos pero sin creer en promesas vacías.

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