—¿Qué clase de gamberros han pasado por aquí? Llama a tu familia, que vengan a poner orden —se quejaba indignada Lila.

Life Lessons

**Diario de un Hombre**

¿Qué clase de desastre han dejado aquí? Llama a tu familia y que vengan a limpiar protestó Lola. Yo no voy a recoger lo que han ensuciado. Ya es suficiente con tener que lavar la ropa de cama cada vez que tus amigos se quedan a dormir en la casa de campo.

Oye, mi madre llamó comentó su marido, Javier, durante la cena. Quieren ir este fin de semana con los parientes a hacer una barbacoa.

Me alegro por ella respondió Lola, secamente. Que vayan, pero ¿qué tenemos que ver nosotros? No soportaba a su suegra.

Pues quieren ir a nuestra casa de campo explicó Javier, como si fuera lo más normal. Ellos no tienen una y el sábado tengo que llevar el coche al taller. Le dije que nosotros no íbamos a ir, así que mi madre pidió las llaves.

A Lola no le quedó más que aceptar, aunque luego se arrepintió. Cuando fueron el siguiente fin de semana, se quedó helada al ver el estado del lugar. Parecía que hubiera pasado un huracán: la fruta del huerto arrancada, el suelo sucio, una olla con sopa fría olvidada en la cocina y hasta las cortinas de la ventana habían desaparecido.

¿Qué clase de salvajes han estado aquí? exclamó. Llama a tu familia y que vengan a recoger. Ya basta de tener que limpiar detrás de ellos.

No exageres. Mete en la lavadora y ya está replicó Javier.

¿Por qué no lo haces tú la próxima vez? ¡Mira en qué estado han dejado todo!

Pero Javier no llamó a nadie. Lola estuvo días sin hablarle, aunque luego hicieron las paces. Llevaban solo dos años casados, se habían unido por amor, pero últimamente Lola pensaba que tal vez se había precipitado. No tenían hijos.

Todo seguía igual: trabajo, casa, casa, trabajo. Los fines de semana salían de paseo o con amigos. Pero todo cambió cuando la madre de Lola se casó de repente y se mudó a otra ciudad, dejándole la casa de campo en herencia.

De pronto, la familia de Javier empezó a adorarla. Todos querían ir a la casa de campo: primos, tíos, incluso la abuela de Javier. Todos con la excusa de la barbacoa y el aire fresco. Incluso los amigos de Javier aparecían sin avisar.

Lola se hartó, pero no quería arruinar las relaciones. Sin embargo, algo tenía que hacer.

Un día, su suegra llamó de nuevo para pedir las llaves. Esta vez, la hermana de Javier, María, quería llevar a su jefa.

Dale las llaves dijo Javier, evitando recordar el escándalo anterior.

Lola decidió actuar. Llamó a su madre, quien le prometió solucionarlo. Minutos después, le dijo que su tía Elena iría a la casa de campo.

Lola contuvo un grito. La tía Elena le daba miedo desde pequeña. Esa mujer sabía poner orden.

Esa misma noche, Elena llamó.

¿Por qué no me avisaste antes? preguntó. ¿Quieres que los asuste un poco o en serio?

Lola tembló.

¿Sabían que la casa es tuya? preguntó su tía.

No lo sé, pero actúan como si fuera suya.

No te preocupes, cariño. Lo arreglaré.

El domingo, la suegra llamó de

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