Casarse por culpa del Paco

Life Lessons

**Casarse por Nico**

La infancia feliz de Nico terminó a los cinco años. Un día, sus padres no fueron a buscarlo a la guardería. Todos los niños ya se habían marchado, y él seguía sentado en su mesa, dibujando a su madre, a su padre y a sí mismo. La profesora lo miraba de vez en cuando, secándose las mejillas sin parar. Finalmente, se acercó, lo abrazó con fuerza y le dijo:

Pase lo que pase, no debes tener miedo, Niquito. Ahora tienes que ser fuerte. ¿Me entiendes, cariño?

Quiero ir con mamá respondió él con voz temblorosa.

Pronto vendrán un tío y una tía. Irás con ellos, Nico. Habrá más niños, pero no llores.

Y lo apretó contra su rostro húmedo.

Lo llevaron de la mano hasta un coche. Cuando preguntó cuándo vería a su madre, le dijeron que sus padres estaban muy lejos y que no podrían venir por él. Lo instalaron en una habitación compartida con otros chicos como él. Pero sus padres no aparecieron ni al día siguiente, ni al otro. El niño lloraba por las noches, hasta que la fiebre lo venció.

Una enfermera de bata blanca habló con él después de que se recuperara. Le explicó que sus padres estaban en el cielo, demasiado lejos para volver. Pero que siempre lo cuidaban desde arriba, sabían de él, y por eso debía portarse bien y no enfermar, para no entristecerlos.

Nico no lo creyó. Miró al cielo y solo vio pájaros y nubes. Decidió encontrarlos cueste lo que cueste.

Primero exploró el patio. Tras días de búsqueda, descubrió un hueco entre los barrotes de la verja, doblados como espaguetis. No cabía entero, así que comenzó a cavar. La tierra era blanda, mezclada con arena. Pronto, abajo, donde los barrotes estaban más separados, abrió un túnel.

Se escabulló y salió a la calle. Corrió lejos del orfanato así lo llamaban los otros niños, pero no conocía la ciudad y se perdió. Todas las casas eran iguales.

Hasta que vio a una mujer cruzando la calle. Llevaba un vestido de lunares y el pelo recogido en un moño claro, como su madre.

¡Mamá! gritó, corriendo hacia ella.

Ella no se giró.

¡Mamá! se aferró a su brazo cuando laalcanzó.

La mujer se agachó y lo miró con atención.

No era su madre.

**

Laura se enamoró a los veinte años, para siempre. Con Javier formaban una pareja perfecta. Se conocieron en una verbena de verano, donde él, tímido, la invitó a bailar un bolero. No se separaron en toda la noche y, desde entonces, fueron inseparables.

Se casaron tres meses después. Vivieron felices, pero a los tres años, Laura descubrió que no podía tener hijos. Javier no lo aceptaba, y ella se sometió a tratamientos interminables en balnearios. Al final, asumieron que nunca tendrían un hijo propio. Un día, Javier sugirió adoptar.

Pero Laura lo amaba demasiado. Le propuso divorciarse. Aún eran jóvenes, él podía casarse con otra, alguien que le diera la felicidad que ella no podía ofrecer.

Javier se negó. Juró que nunca la abandonaría. Así que ella urdió un plan: confesarle que ya no lo amaba, que tenía un amante.

Javier no se lo creyó.

Pero esa noche, Laura no volvió a casa hasta el amanecer. Olía a vino y a colonia masculina. Ante sus preguntas, insistió: tenía un amante. Y Javier aceptó el divorcio.

**

Cuando Nico la llamó “mamá”, Laura llevaba dos meses separada. Echaba de menos a Javier, se preguntaba cómo estaría. Y de pronto, un niño desconocido le partió el corazón con esa palabra.

¿Qué pasa, cariño? ¿Estás perdido? preguntó con dulzura.

Busco a mis padres. Me dijeron que están en el cielo, pero yo no me lo creo respondió Nico, llorando.

Ven, vivo cerca. ¿Quieres que te invite a unos pasteles? Lo tomó de la mano y caminaron juntos.

En casa, Nico devoraba los pasteles que ella había comprado, acompañados de té de hierbas. Entre bocados, le contó todo. Era obvio que hacía tiempo que no probaba un dulce. Los niños mayores se los robaban, le pegaban y lo insultaban.

A Laura se le encogió el alma.

Niquito, ¿quieres que te lleve conmigo? Viviremos juntos. Cuando seas mayor, lo entenderás todo. Y algún día verás a tus padres. Pero eso tardará.

Nico asintió.

Laura llamó al orfanato para informar del niño. Lo llevó de vuelta, habló con las cuidadoras para que vigilaran mejor a los pequeños y empezó a visitarlo cada día. Pero no podía adoptarlo.

Tenía trabajo, un piso, pero no un marido. Y a una mujer sola no le daban niños en adopción. Por primera vez, se arrepintió del divorcio. Pero, ¿cómo recuperar a Javier?

Decidió pedirle a un compañero de trabajo, Marcos, un matrimonio de conveniencia. Él acababa de divorciarse, era un mujeriego, pero buen profesional. Y podía conseguirle una buena recomendación.

Marcos dudó, pero aceptó con una condición: todo tenía un precio. Laura le gustaba desde hace tiempo. Quería una cena romántica con final. Ella se sintió humillada. Seguía amando a Javier y no podía imaginar estar con otro.

Pero esa noche, al visitar a Nico, vio un morado bajo su ojo. Los niños mayores lo habían castigado por “chivato”. Las cuidadoras, en vez de protegerlo, le habían contado de su conversación con Laura.

Al día siguiente, Laura aceptó la propuesta de Marcos.

El sábado, preparó la cena, se puso un vestido rojo como él quería, encendió velas y esperó. El asco y la amargura le corroían el alma. Pero había prometido salvar a Nico.

Sonó el timbre. Laura abrió la puerta y allí estaba Javier.

Quiero hablar contigo, Laurita. He estado vigilándote. Nunca vi entrar a nadie en tu casa ni salir a ti.

En ese momento, el ascensor se abrió. Marcos salió tambaleándose, con un ramo de flores y una botella de cava.

Lauri, aquí estoy

Javier enrojeció, apretó los puños, pero dio media vuelta y bajó las escaleras corriendo.

¡Javier, espera! ¡No es lo que piensas! gritó Laura, intentando alcanzarlo.

Pero él subió a un tranvía y se fue.

Laura volvió llorando y echó a Marcos. ¿Qué sería ahora de Nico?

**

Dos años después, Nico, con su traje nuevo y una camisa blanca, se alineaba orgulloso entre los niños de primero. En su mano, un ramo enorme para la profesora.

Sus padres y su hermanita, Martita, lo acompañaban. La niña no paraba de moverse en brazos de su padre. Y su madre llevaba el vestido de lunares que tanto le gustaba a Nico.

Eran Laura, Javier y su otra hija adoptiva.

Resultó que Marcos no era tan ruin. Habló con Javier y le contó la verdad.

Al día siguiente, Javier arrastró a Laura al registro civil. Se casaron de nuevo, adoptaron a Nico y siguen visitando el orfanato, llevando regalos y dulces. A Martita la adoptaron en cuanto llegó.

Mamá, papá susurró Nico, mirando al cielo, prometo portarme bien. No os enfadéis por mis nuevos padres. Los amo, pero son temporales. Hasta que os vea.

Ya sabía que sus padres habían muerto en un accidente. Había visit

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